lunes, 27 de enero de 2020

¡Tenemos un ganador!



¡Tenemos un ganador! — gritó Alvaro Vargas, mientras billetes de utilería caían en forma de lluvia sobre el feliz concursante. Ese grito se iba a inmortalizar hasta el hartazgo incluso esa tarde cuando se lo dijera a un asesino.

Alvaro hizo el camino inverso en la televisión: Muchos presentadores de programas de farándula y chimentos luego logran conducir programas de juegos y concursos para la familia, o incluso presentadores de programas deportivos o de noticiero llegan al rubro de los programas de divertimentos. Vargas comenzó como presentador en un programa  late-night de preguntas y respuestas y de juegos de letras con rating nulo que se pasaba por un canal de poca audiencia a la 1 de la mañana. No tenía pasado en la televisión, había empezado los estudios para periodista pero su juventud marginal no le había permitido terminarlos, había encontrado trabajo como vendedor para una importante cadena de electrodomésticos y su oportunismo y buena dicción lo habían señalado una tarde en que el gerente de marketing de la central en donde él trabajaba necesitó ayuda en el estacionamiento por un pinchazo en la rueda en su vehículo. Una cadena improbable de circunstancias que lo habían llevado esa tarde a estar frente al propio gerente encargado a elegir al presentador nocturno del programa que la cadena sponsoreaba, justo cuando este acababa de entrevistar al último candidato del día sin que ninguno le convenciera. Una resolución y una sonrisa al ofrecerse a ayudarlo que le predispuso a favor del chico joven de mirada alerta y 'con la camiseta de la empresa puesta' como diría después a los directivos para validar su elección. Todo comenzaba en un estacionamiento.
Unos meses más tarde el programa deportivo que iba justo antes iba a perder a su conductor en un accidente de tránsito con lo cual se decidió adelantar la grilla con el espacio que conducía Alvaro que ahora iniciaba 'A la hora cero, la hora en que todo comienza, ¡la hora de los ganadores!' como abría sonriendo el programa cada noche.
Unos meses más tarde, en otro giro favorable de la  Rueda de la Diosa Fortuna, una nueva telenovela nocturna para adolescentes con varias de las modelos de moda se comenzó a producir en el canal, y contra todo pronóstico fue un éxito absoluto. Esto le dejaba la pantalla caliente y una fuerte dosis de audiencia justo al iniciar el ciclo y el teléfono silencioso comenzaba a sonar cada vez más con gente que deseaba participar por los módicos premios que su programa otorgaba. El natural humor —negro y por momentos hasta cruel en sus comentarios— y un juvenil desenfado de Alvaro fueron la llave para que el programa creciera y fuera seguido cada vez por mas espectadores que se quedaban al menos un rato luego de la novela, al punto de disparar las ventas de la empresa de electrodomésticos que lo contrataba y permitiendo que las autoridades del canal se fijaran en ese presentador irreverente al punto de unos meses mas tarde ofrecerle un programa de entretenimientos en horario central. El grito ¡Tenemos un ganador! iba a convertirse en su marca registrada y los jóvenes lo usaban de muletilla en sus conversaciones, en grupos de amigos y con cualquier excusa.
Pero a Alvaro Vargas no le gustaban los programas de entretenimiento y sorprendió a las autoridades de la emisora al momento de renovar su contrato después de tres años de rating creciente, cuando les propuso un magazine de noticias y chismes del espectáculo, alejado de las entrevistas y de los panelistas de moda,  y centrado con una suerte de periodismo de investigación para escándalos y noticias frívolas, con un tono de misterio de investigador privado. 
A las autoridades les interesó. Pidieron un piloto.
El vivo estilo cámara en mano, disfrazado de mozo de un hotel y entrando con el champagne solicitado en la habitación ocupada por la conocida vedette Ludmila Canone y el reconocido —y casado— futbolista internacional Walter Perez, fue el puntapié inicial de una nueva fase de su carrera. La violenta reacción de Perez al momento en que Alvaro levantó la cámara al grito de su ya tradicional ¡Tenemos un ganador!, fue disparador y el propio piloto fue el primer programa, que disparó el rating a cifras impensadas en el horario prime time de la tarde.
Consiguió del canal amplias facilidades para la producción del ciclo, contrató fotógrafos expertos y a Milton Zanetti, un experto investigador de infidelidades, luego de que la famosa detective Ángela Pinkerton lo rechazara prefiriendo no tener ese tipo de exposición. Usó disfraces: Miembros de su equipo fueron en ocasiones  plomeros, limpiadores de ventanas, bomberos; hasta regentadores de albergues transitorios, bailarinas, o barmans de clubes nocturnos.
El formato del programa era simple: alguien deslizaba entre los chismes habituales de la farándula una bomba en el primer bloque, en general una traición o un encuentro clandestino, y otro de los panelistas del programa lo confrontaba exigiéndole que si tenía pruebas las mostrara: Los otros apoyaban el pedido. El panelista así interpelado (que iba variando programa a programa), dejaba caer información del tema gota a gota como bajo un interrogatorio forzado y el propio Alvaro entonces lo apoyaba diciendo que él también sabía algo. Los bloques siguientes del programa mostraban la creación de la trampa, la preparación de la misma, fotos o alguna discreta cámara  siguiendo a uno o varios de los involucrados, y el último bloque mostraba al propio presentador saltando de la barra, entrando por una ventana, o ingresando en una habitación cámara en mano descubriendo a los involuntarios protagonistas al grito del icónico '¡Tenemos un ganador!', que preludiaba corridas, el taparse con la ropa mas a mano o la agresión contante y sonante al locuaz Alvaro que relataba el momento. El departamento legal del canal actuaba inmediatamente previniendo las demandas generalmente a cambio de evitar las denuncias por golpes al presentador logrando buenos acuerdos. 
Fué un éxito total.
Marcó una época en la televisión.
Otros intentaron emular el estilo sin éxito, eran vulgares copias.
Fue vendido el formato a otros países.
Fue criticado, aplaudido, señalado como destructor de hogares; fue repetido y comentado por todos los medios hasta el cansancio.
Fué.

El programa y el locutor conocieron el primer puesto en televisión, y cómo una ola que todo se lleva en ese punto no importaba nada más, eran el programa más visto hasta que todo terminó finalizando la segunda temporada. La gente comenzó a aburrirse de ver siempre lo mismo, los chismes ya no eran tan picantes, hubo que contratar algún periodista deportivo y algún mediático para darle fuerza al programa, alguna panelista generaba sus propios escándalos; pero no alcanzaba: ya todos los conocían y los famosos tomaban sus propias precauciones, la gente y el éxito se alejaban como siempre ocurre en la televisión. Y esta vez Alvaro no alcanzaba a reinventarse. Los directivos del canal le sugirieron volver a un programa de entretenimientos de formato tradicional mientras aún tenía alta exposición, pero Alvaro se negaba: sí abandonaba el formato quería hacerlo por la puerta grande, con un triunfo que opacara a todos los demás y que no permitiera que nadie lo superara o siquiera lo alcanzara.
Fue entonces cuando supo lo de la secretaria del senador. 

Saturnino Palacio Ocampo había escandalizado a su familia de ilustre abolengo cuando decidió estudiar abogacía y luego dedicarse a al política, mucho más por lo segundo que por lo primero. Si bien hizo mérito por sí mismo en su carrera también le ayudaron los contactos, y finalmente había llegado a senador durante sus 46 abriles, habiendo pagado todos los favores contraídos. Pero su ambición no se detenía allí, esperaba ser en poco tiempo gobernador de la provincia e incluso presidente: Maduro pero no mayor, de buena planta y mejor sonrisa, hombre casado y de iglesia, alternaba reuniones de política con salidas de farándula, siempre medido pero siempre dispuesto a aparecer en los medios. No era como otros que buscaban la exposición contante o le tenían miedo: Él sabía controlarla y se mostraba o no según le convenía. Salidas de gala a avant premiers de cine en solitario se intercalaban con fiestas o cenas de beneficencia con su esposa y familia. Hombre tradicional, en sus escritos defendía al núcleo familiar tradicional y a las buenas costumbres, recalcaba a la iglesia como faro y aglutinaba votantes de centro derecha sin pasar por santurrón o antiguo. De mente rápida y abierta, cada vez obtenía más adhesión de la gente moralista y tradicional, a la vez que captaba votantes más jóvenes que él mismo, que lo veían como un poco de aire fresco en la política anquilosada.
Lo de su secretaria había sido un desliz, ... que luego se convirtió en algo mucho más serio. Él sabía que no podía en ese momento de su escalada política permitirse dejar a su esposa, y su secretaria era tan inteligente como para no pedírselo, al menos de momento. Tampoco ella renunciaba a nada pero joven y ambiciosa esperaba sabiendo su segura ventaja: Saturnino (nombre de imposición paterna el cual él odiaba) estaba desesperado por ella y era totalmente incapaz de resistirse a sus deseos. Así que por ahora toleraba que estuviera con su esposa, siempre y cuando ella pudiera tener su departamento nuevo y su auto último modelo comprados por él. Y por supuesto, como su secretaria, organizaba su agenda para que la visitara dos veces a la semana para mantenerlo dulcemente seducido, mas allá de los encuentros mucho más sutiles en su oficina. Y sobre todo se aseguraba de que tomara las precauciones necesarias al visitarla para que no los descubrieran. Aghata quería él triunfara, para acompañarlo en su triunfo. 
Pero pese a tanta precaución uno de los informantes de Alvaro en los juzgados logró enterarse de esta relación y le pasó el dato al presentador. A partir de entonces la labor de investigación de sus operadores fue digna de una película de contraespionaje: Con cuidado, haciéndolos seguir por separado, Alvaro detectó la rutina de días y horas de los encuentros. Mantuvo el tema en completo secreto incluso a algunos de sus más cercanos colaboradores aún a riesgo de no poder tener toda la logística necesaria, para evitar cualquier filtración. Dependía de tres técnicos a los que manejaba personalmente: dos cámaras y un auxiliar del programa. Anunció  que se terminaba el programa con una edición especial desde tres semanas antes, y preparó hasta el último detalle para salir en vivo sin contar nada a la producción. Los propios directivos del canal se mostraron preocupados y le reclamaron que explique este proceder, pero Alvaro hizo gala de todo su carisma para convencerlos que era su gran remate, todo para impactar. 
Y llegó el día.

El departamento que le había comprado a Aghata quedaba a pocos minutos en auto de la estancia familiar de los Palacio Ocampo, lo cual le permitía a Saturnino escapadas románticas de fin de semana aún cuando se encontraba allí con la familia. El edificio estaba en un lugar apartado y al segundo piso se podía subir directamente por una escalera desde las cocheras, para evitar cruzarse con nadie. Cuando el senador llegó un rato después del trabajo ella ya lo estaba esperando, siempre salía un rato antes para evitar que los vieran irse juntos. Se saludaron con deseo y Saturnino entró a bañarse. Estaba transpirado, era el primer día en semanas en que la temperatura había subido como si fuera verano. En el balcón, oculta en una planta ya estaba instalada una cámara manejada remotamente desde una furgoneta que estaba estacionada a pocos metros del edificio. Tito, el técnico, había conseguido una llave electrónica del portón que daba acceso a las cocheras y desde allí durante  la tarde y con toda discreción había alcanzado el balcón desde el estacionamiento y la había dejado preparada. Era la cámara principal, la que iba a grabar el momento en que Alvaro iba a hacer su impactante entrada al 'nidito de amor' por la puerta ventana de doble hoja del propio balcón, sorprendiéndolos en vivo.
Y ya era la hora: Aprovechando el tener este acceso, Alvaro y el segundo cámara ingresaron al estacionamiento. El programa ya había comenzado e instantes antes Alvaro había transmitido desde la propia furgoneta la gran presentación del programa. Había desplegado todo su histrionismo y magnetismo personal y los números de audiencia no paraban de subir. Creada la expectativa desde muchos días antes, aumentaba momento a momento y desde el canal le indicaban en off que los números estallaban. Sin imágenes de momento para no alertar a la 'pareja infiel' como decían en público y preocupados en privado porque la cámara remota resultaba no tenía buena visión de la estancia, quedando la mitad de la misma oculta por las cortinas que habían corrido desde dentro. Un tema que no habían tenido en cuenta al instalarla ya que en caso de tener que hacer la instalación en el lugar se ocupaba habitualmente de la misma otro técnico, Tito era experto con el manejo de la cámara, no con la logística. Pero ya no importaba.
Ahora habiendo ingresado al estacionamiento, la cosa era a todo o nada: Alvaro ya sabía como acceder trepando por un árbol con enredaderas que daba cerca del balcón, Nestor se quedó abajo y comenzó a filmar en vivo como el inefable presentador se encaramaba entre las ramas y como con bastante agilidad alcanzaba el balcón. Recién entonces realizó una toma amplia para mostrar la parte posterior del edificio, desde el estacionamiento. Inmediatamente dio la señal y Tito desde la cámara 1 tomó como Alvaro superaba la baranda.
Adentro, Saturnino salía de la ducha envuelto en una toalla, Aghata lo esperaba en un seductor conjunto negro recostada sobre la cama, el ambiente era agradable por el aire acondicionado pese al calor externo. La mirada de deseó de él se distrajo por una sombra que se recortaba en las cortinas y se avalanzó hacia la cama segundos antes de que desde el balcón se escuchaba el fatídico grito: "Tenemos un g...". Alvaro chocó contra los cristales en un golpe sordo fallando al abrir la puerta de doble hoja que hoy estaba cerrada desde dentro. Desesperado por el éxito que se escapaba pateó los cristales que no eran blindados y cedieron con un estallido que tapó el ruido del disparo y su grito de triunfo y agonía.
La cortina al caer sobre la cámara instalada en la maceta tapó la acción y apenas dejó ver movimientos imprecisos, unos pechos sugerentes en un sostén con transparencias, un brazo masculino poco definido, cristales rotos y un corte en negro desde la producción. No se vio ningún arma. Enseguida al sonido de estallar las puertas la seguridad de Saturnino se hizo cargo, por un lado detuvo al segundo cámara que estaba paralizado viendo el cadáver en el piso del estacionamiento,  y por otro sacó a escondidas al senador que de inmediato tocó a sus contactos en las altas esferas para que taparan cualquier comentario: el canal ni siquiera sacó las imágenes de Alvaro y consideraron en público  "un accidente". Incluso se le hizo una breve conmemoración pasando algunos de su programas de preguntas y respuestas de cuando comenzaba como presentador. En los medios salió que había resbalado y caído por el balcón. El programa se canceló sin mas información, y con un sólo y único ganador final.






lunes, 6 de enero de 2020

Leyenda de los reyes magos




Con motivo de la fecha, decidí adaptar una antigua leyenda española sobre el regalo de los reyes magos. Espero a disfruten.


El regalo

Erase una vez tres chicos muy pobres que iban caminando por el sendero de un bosque profundo y oscuro. Era la noche del día 5 de enero, y caminaron y caminaron con el mayor de ellos llevando una débil linterna para alumbrar su camino. Después de un rato, cansados y algo asustados encendieron una fogata y se sentaron en unas piedras para tratar de orientarse. Estaban discutiendo que dirección seguir cuando de entre los arboles surgió una mujer muy hermosa que les preguntó que estaban haciendo tan tarde en el bosque, y en una noche tan particular.
Los niños se sobresaltaron por la aparición, pero el cansancio y la sonrisa amable de la mujer los venció y convenció de contarles su secreto: Habían esperado a que sus padres se durmieran para ir a la ciudad a esperar a los reyes magos y ver si les traían regalos, y aunque sus padres siempre les prevenían que no fueran al bosque e incluso los propios mayores nunca cruzaban entre los añosos árboles, ellos sabían que era el camino más corto para llegar a la ciudad y esperaban poder llegar antes que acabara la noche orientándose por las estrellas. Pero habían tenido que detenerse porque no habían contado con que el bosque fuera tan tupido que las ramas cubrieran el cielo impidiéndoles orientarse, y estaban perdidos.
La mujer sonrió y pareció mucho más joven de lo que realmente era cuando les preguntó por qué no esperaban los regalos de Reyes en sus propias casas. La respuesta fue triste y la mujer la sintió más amarga al haber sido ella misma una niña pobre: Otros años habían esperado a tener regalos pero nunca recibían nada. El año pasado los tres amigos se habían encontrado en secreto en el establo de la casa del mayor a esperar a los reyes pero el sueño los había vencido  y al despertar en la mañana vieron otra vez sus zapatos vacíos. La menor de los tres amigos, una nena de trenzas desordenadas, pensaba que era porque los reyes magos no conocían el camino al pueblo y con esa idea había convencido a los otros dos a  ir a la ciudad a esperarlos.
La mujer los miró con atención: La esperanza iba camino a la desesperanza, la fe a la desesperación al saberse perdidos y mucho más, al saber que no seguramente no tendrían regalos nuevamente. Las ropas muy usadas no dejaban de estar limpias, porque se habían puesto lo mejor para la aventura con la seguridad de encontrarse con los reyes, una seguridad que segundo a segundo se perdía en el desespero. Pero en los ojos del chico del medio, el del flequillo rebelde que aún se notaba haber sido peinado para verse más presentable, aún quedaba una chispa de fuego, de rebeldía, en sus ojos ardía una llama que se avivó cuando dirigiéndose a todos pero mirándolo a él les dijo que los iba a ayudar, pero debían ser valientes en extremo, ya que el bosque era muy peligroso y el camino muy largo y difícil.
Fue entonces cuando les dijo que los ríos que tenían que cruzar eran profundos y anchos, correntosos y sin puentes para cruzarlos. Que en el camino los esperaban senderos que se bifurcaban y verdaderos laberintos de árboles y enredaderas. Que los animales que iban a encontrar eran peligrosos y hambrientos.
Los chicos la escuchaban mudos de miedo, de asombro y también de curiosidad. Así que ella les contó que podía asegurarles pasar si eran capaces de vencer el miedo y sí le hacían un favor. Los chicos le dijeron que sí, que estaban dispuestos a ayudarla. No pidieron nada a cambio.
Ella les solicitó que entregaran una carta que necesitaba enviarle a un amigo que ella tenía en medio del bosque, en todo caso les quedaba de camino a la ciudad. Cuando llegaran al castillo que tenía su amigo debían decirle a quien encontraran en la puerta que necesitaban entregarle esta carta al señor encargado del castillo y que los enviaba Dinah. Así supieron su nombre, que sólo muy pocos conocían.
Entonces la mujer le dio al mayor una bolsa de arpillera llena, indicándole que cuando los acecharan las bestias del bosque, les arrojara un trozo de carne y así las fieras no les iban a atacar.  Estiró luego la mano hasta un árbol y cortando una ramita sin hojas, se la dio a la niña diciéndole que cuando se encontraran perdidos la tirara al piso porque al caer la punta le iba a indicar la dirección correcta para alcanzar el castillo. Con un breve gesto de sonrisa, la pequeña la dejó caer una, dos y tres veces y cada vez la varita apuntaba en la misma dirección. Al del medio le pidió que fuera valiente, y dándole una galletita, le explicó que cuando llegaran al castillo encontraría cortado el paso por un animal, que le diera en la boca la galletita y los dejaría pasar.
La niña preguntó entonces como harían para cruzar los ríos, entonces la mujer abrió su bolsa, y tomando una pluma de ave escribió en un pergaminos unas palabras que resplandecieron tenuemente en la oscuridad de la noche al momento de ser escritas, y guardó este papel en un sobre que selló con la marca de un anillo que tenía en su dedo corazón. Dándole la carta a la pequeña le dijo que cuando encontraran los ríos, debían tirar el sobre al agua y que se subieran a él para poder pasar.
Los chicos en ese momento ya estaban superados de asombro por lo que cuando ella se despidió, prometieron entregar la carta y salieron por un sendero del bosque en la dirección que indicaba la ramita.
La mujer se quedó en el claro, cada vez más oscuro a medida que se apagaba la fogata, y cuando los niños se perdieron entre el follaje camino al castillo sólo sonrió. El bosque y la noche la ocultaron.
Los pequeños no tardaron en ver que el camino cambiaba de dirección y se dividía o era bloqueado por ramas o  árboles caídos pero en cada ocasión dejaban caer la rama y siguiéndola retomaban al camino correcto. Llevaban más de una hora caminando cuando un lobo los enfrentó en medio del camino, gruñendo y avanzando con el pelo erizado y las orejas inclinadas hacia atrás, mientras unas gotas de saliva saltaban de su boca. El mayor de los chicos enseguida tomó un trozo de carne de la bolsa y se lo arrojó. Brilló un rayo de luna reflejándose en los ojos del lobo cuando alzó la mirada mirándolos a los tres a los ojos, y de un salto se metió entre la espesura perdiéndose en el bosque. Luego fue un oso, y después un jabalí que los detuvieron un momento a lo largo del viaje, en todos los casos el chico hizo lo mismo y los animales se apartaron. En un tramo muy oscuro unos ojos chispearon entre las plantas y un gruñido, casi como un rugido, los asustó; pero con excelente puntería el mayor lanzó un trozo de carne en esa dirección y el animal oculto se fue. Nunca supieron qué animal era.
También cada tanto aparecía un río que cortaba el camino que llevaban. El primero que encontraron era ancho con una fuerte corriente que los asustó mucho. La nena, con natural desconfianza, soltó el sobre en la corriente esperando que esta lo mojara y arrastrara, pero al tocar el agua el sobre creció convirtiéndose en un barco de papel en el qué cuando se subieron, los trasladó secos y seguros al otro lado.
Luego cruzaron otros ríos: uno que parecía miel, de agua dorada y con agua de aspecto pegajoso; otro con agua negra en el que aparecían luces flotando  como si fueran llamas; y otro en el que el agua era gris plata y animales extraños se asomaban lejos del bote, pero por suerte o por otra razón ninguno se les acercó y pudieron terminar la travesía.
Finalmente a lo lejos y a la luz de las estrellas pudieron ver las torres de un castillo en medio del bosque, torres y cúpulas en una fortificación que era casi un palacio. Pero cuando llegaban corriendo felices hacia la puerta del foso del castillo surgió una serpiente, parecida a una  cobra gigantesca que alzó su cabeza a más de tres metros de altura y los miró con malignidad mientras sus anillos entrechocaban con ruido a huesos y sus colmillos destilaban veneno. Los chicos retrocedieron asustados y casi a punto de echar a correr miraron al monstruo que se acercaba reptando velozmente mientras un silbido que helaba la sangre salía de su boca. Fue entonces cuando uno de los niños se detuvo, y sacando del bolsillo una galletita avanzó decidido hacia el enorme reptil que sin dudarlo un segundo atacó. Y se detuvo. Mirando al niño con desconcierto al ver que no huía, el inmenso ofidio tomó la galletita que el atemorizado pero decidido niño le acercaba a la boca, y al comerla empezó a disminuir de tamaño mientras volvía  al puente que cruzaba el foso y se ocultaba en el fondo. Los niños cruzaron el puente y se presentaron a los guardias de la puerta, diciéndoles que tenían un recado para el señor del castillo. Los guardias llamaron al mayordomo y cuando este se hizo presente los niños le indicaron que tenían una carta para su señor, la cual le entregaron. Él los hizo pasar a un salón y los sentó frente al fuego mientras iba a llevar la carta. Pasaron unos minutos y el mayordomo regresó precediendo al señor del castillo:
— Soy el señor, rey y mago de este castillo, en el que permanecí años hechizado y hoy la carta con escritura mágica que trajeron rompió el hechizo y vuelvo a ser libre. Vengan conmigo.
Los llevó a un comedor, en el que comieron una deliciosa cena caliente y luego hubo tortas, dulces y confites de todo tipo. A continuación los llevó a otra sala llena de armas de juguete, armaduras como para su tamaño, arcos y ballestas para jugar, pelotas y muñecas con casas de muñeca que eran castillos como en el que estaban, joyas de fantasía y caballito de madera, junto con estanterías enormes llenas de libros de cuentos, y les dijo que tomen lo que quieran.
Finalmente, en la sala principal del castillo anunció:
— ¿Vieron ya el castillo, y los jardines, y los coches con caballos? Ese es vuestro regalo de reyes, así que pueden disponer de los sirvientes y de los guardias, y vamos a buscar a sus padres para que puedan venir a vivir aquí, porque desde este momento el bosque deja de estar encantado y también les pertenece junto con el castillo y todo su contenido. Y cuando los criados engancharon un lujoso coche a unos bellos caballos, los niños vieron que los senderos del bosque habían sido reemplazados por una ancha carretera que llegaba al pueblo, y los ríos ahora tenían seguros puentes y las fieras habían desaparecido.
Y con sus padres que no salían de su asombro los niños volvieron contentos al palacio a disfrutar de su regalo de reyes y a partir de entonces vivieron muy felices.