martes, 15 de septiembre de 2020

La puerta

 


Me desperté, con los ojos apenas entreabiertos encendí el velador y con asombro descubrí la Puerta.

Al lado de mi mano, en la pared de la cabecera de la cama, una puerta. Me levanté despacio sin sacar la vista de esa puerta blanca en la pared blanca, con marco negro igual que el resto de las puertas de mi casa, una puerta con su picaporte de bronce, cerrada. Una puerta que ayer no estaba allí.

Me vestí rápido, pensando. Ahí había una puerta. Perdón, ahí HAY una puerta, pero no, no estaba. Estoy seguro que antes no estaba. Pero es imposible, porque ahora está ahí.

Corrí un poco la mesa del velador para que no se golpeara y se rompiera al abrir la puerta, si la puerta hubiera estado allí yo nunca habría puesto la mesa de luz en ese lugar.  Creo que no. La puerta abre hacia adentro, eso está claro.

Rocé el picaporte, y lo solté de inmediato. Para ponerlo en contexto: La pared de la cabecera de la cama es la medianera del edificio, da a otra propiedad. Da a una clínica psiquiátrica abandonada, al fondo de la clínica, un descampado por el que se cuela humedad por la pared. Desde antes de mudarme está abandonado el lugar. 

Ahora que corrí la mesa de luz puedo ver bien la puerta. No tiene cerradura, asumo que la puedo abrir. Al alejarme para verla completa noto algo: por la hendija abajo de la puerta se ve luz. Acerco al mano, entra una corriente de aire, o sale, no lo sé. Me quedo un rato mirando, la luz se mantiene un tiempo, a veces desaparece y luego aparece de nuevo. Se ve que no hay nada apoyado en la puerta que impida la claridad, el ciclo no tiene que ver con el día y la noche, es como si algo se cruzara enfrente de la luz. Miro por mi ventana a mi patio: El sol está alto y no puedo saber si corresponde a la luz que se ve o no. Puede ser una luz artificial. 

Es imposible pero la Puerta está ahí. Me llenan las dudas: ¿en verdad es algo nuevo? Yo soy muy despistado pero no tanto. Busco entre las fotos a ver si se muestra en alguna, pero ¿Quién le saca una foto a la pared de la cabecera de la cama? Finalmente después de mucho buscar encuentro las fotos de cuando pinté el departamento. La pared blanca se ve completa, impoluta. Sin cabecera ni Puerta ni mesa de luz. Pero no pudieron construir una Puerta durante la noche, tengo el sueño muy liviano, me hubiera dado cuenta. 

Ahora hace varias horas que estoy mirando la puerta. No puedo ir a hacer mi trabajo ni quedarme tranquilo, con esa puerta ahí. No voy a poder dormir con esa puerta ahí. Anoche dormí con la Puerta en ese lugar, supongo, ahora que lo pienso. Me corre un escalofrío.

Camino por el dormitorio mientras pienso, me acerco, me alejo, miro el picaporte con las manchitas propias de algo con cierta antigüedad. El color de la puerta es igual a todas las otras. Me acerco con determinación, y golpeo la puerta. Un golpe suave, tres golpes rápidos, un golpe solitario.

Silencio. Miro la a puerta.

Silencio.

Escucho dos golpes.




jueves, 3 de septiembre de 2020

Una historia de Hattrick

 


Desde hace muchos años, allá por el 2003 (¡Cuantas cosas pasaron en el medio!), me llegaba la noticia de un juego manager de fútbol para jugar por web: Hattrick -  https://www.hattrick.org/

El juego permite ser el administrador de un equipo de fútbol desde el nombre —Pablo Fútbol Club, de modestia e imaginación, nada—, comprar jugadores, definir tácticas, ordenar las formaciones y entrenar jugadores desde las inferiores. Se juega liga y Copa cada 4 meses —una temporada—. Un juego en el que pasé tardes divertidas, conversé en conferencias, hice amigos y conocidos con los que cada tanto nos vemos y con los que diariamente discutimos y nos divertimos por whatsapp

Hace bastante, un partido de Copa mereció un cuento, que llamé:


  Una historia de Hattrick #23yearsofHattrick

Un jugador, rodeado de figuras, sin demasiada habilidad, se esfuerza para ganar. Y enfrenta, casi por sorpresa, ser protagonista en el partido más importante de la historia del club.

Saltó del banco y salió a ganar el partido.

Con sus limitaciones de siempre, porque no es el mejor, pero entiende el juego de equipo mejor que ninguno. Y este juego es el más importante de su vida.

Pero empecemos por el principio: Las sorpresas comenzaron en el vestuario con el entrenador arengándolos, era el décimo partido que ganaban por la copa, nunca habían llegado tan lejos. Al día de hoy, nunca nuestro equipo rompió ese récord.

La estrella del equipo, el 'Ilusionista' Marini  se demoraba en llegar: lo habían comprado como delantero a un club amigo, era rápido, de nombre impronunciable. La hinchada una vez había intentado corearlo (Abner, Abner, Abner!), y en el trabalenguas de hipos que se armaron decidieron gritarle siempre por el apellido mas fácil de recitar, con el ya reconocido Mariiiiini, Mariiiiiini, que alargaba la i en cada pique en velocidad. El DT estaba convencido que había que entrenarlo como medio lateral y lo ponía de extremo ofensivo todos los partidos. Lo veías practicar con Gomez (290695359), el pibe canterano, el orgullo del DT; los dos corriendo pegaditos a la raya, ida y vuelta, una y otra vez, carreras que Marini ganaba siempre. Y cuando entendió cómo era el puesto hubo que darle la razón al técnico:era letal en la banda, era el 7 perfecto y se ganó a la hinchada a fuerza de centros precisos y goles a pura gambeta en velocidad. Jugaba en el mismo lateral que el pibe Gomez y eran el tándem perfecto para las contras, la pared, el toque justo, la corrida... fueron los grandes responsables de este inesperado equipo chico que le peleaba la copa a todos.

Él los veía todos los días, entrenaban juntos aunque a él lo compraron tarde y ya era mayor para entrenar. El técnico no supo nunca qué hacer con ese jugador que llevaba el mismo nombre que el dueño del equipo, Pablo 'Paul' Brión (200515372). Lo había comprado sin consultar con el técnico casi como representación de sus sueños truncos, sin la edad ni habilidad para hacerlos realidad.

Era un tiempo excelente para el club, después de muchas temporadas de entrenamiento en que el equipo estaba en pleno ascenso llegando al que iba a ser el mejor momento del club y Paul no tenía lugar entre esas figuras. Lo entrenaban un poco, jugaba cada tanto. En cambio, el Chiqui Gomez, canterano, defensor lateral como él, venía con la camiseta del club tatuada en el pecho. Ese era el que llegaba temprano al entrenamiento siempre serio, trabajaba de firme y le ponía garra. Paul en cambio no se destacaba, caía al club fundido después de una noche pasada de sueño y de irse de fiesta con los otros más grandes, para cuando él  llegaba el Chiqui ya estaba meta hacer jueguitos imposible en la pista, aún antes de que llegara el preparador físico. Tenía destino de selección Gomez, mucho despliegue por la banda, jugó mucho de extremo normal un tiempo, impredecible para los rivales. A los 18 años y hasta los 19 era uno de mejores 4 de su camada en el país. Eclipsado por jugadores más grandes y por el DT que no lo llamaba, siempre coqueteaba con la sub20 y no llegaba su hora. ¡Y no aflojaba, eh!

Paul no. Con el tiempo, después de errores y fracasos, se da cuenta sólo que no lo logró, no va a ser de Selección. Pero durante ese tiempo olvidado por todos, descubrió que sí puede ser cada día mejor. Y aunque en los partidos –cuando juega– no sea de los que se llevan los flashes o la figura, es el que corre. Corre y asiste a un compañero. Aparece de forma impredecible y tapa un hueco. Es el que busca y pelea cada pelota cuando los demás bajaron los brazos, él se levanta después de un cruce fuerte, y con marcas de los tapones en la rodilla se pone de pie y sigue adelante.


Hoy era el partido 10 de la copa y el rival era de primera. Nuestro equipo se había armado bien en la temporada, con un par de estrellas, con buenos jugadores, algún suplente aceptable, varios con múltiples capacidades. Una defensa de miedo, el Chiqui en una punta y el 3 veterano rápido en la otra. Al medio estaba el Ruso, rústico, rubio, pasaba el jugador o la pelota. ¡Pura potencia! Los rivales lo veían y temblaban... y eso hacía que se animaran más por la banda, y ahí estaba el Chiqui Gomez para robarla y arrancar las contras. Pero hoy se complica. El rival es muy bueno, nuestro 10 acumuló amonestaciones y no puede jugar, y Marini que no llega…

— DT!

El grito resuena en el vestuario acallando la charla técnica. El ayudante viene con un teléfono en la mano. Nuestro DT escucha, hace un gesto, asiente. Devuelve el teléfono y mira a Gomez.

—Santiago, hoy jugas de 7; Marini está roto. Tincho, entrás vos de 4.

Martin, el 4 suplente, se pone de pie, seguro, contento con su oportunidad. No hay otro suplente para lateral y Paul sorprendido ocupa un lugar en el banco.

/Paul/: Se escucha el clamor del estadio, caminamos por el túnel y la luz de los reflectores nos deslumbra al salir al calor de la tarde noche de miércoles. Arranca el partido. Yo lo veo desde el banco, el rival viene agrandado por los éxitos, pero los nuestros tienen confianza. Es a ganar o ganar ¡Y nuestro arquero se lesiona a los 5 minutos! Tincho cierra su banda pero del otro lado Gomez es el alma en ataque, un centro… y otro más. El equipo rival nos madrugó de entrada y arrancamos abajo en el marcador, pero empezamos a cambiar ataque por ataque, gol por gol. A los 70 minutos estamos 2 a 3 abajo. Y fue entonces que a Gomes le quebraron la rodilla. Se escucha el silencio en el estadio. El DT me mira. Miro a Gomes en el piso, trabó en ataque. Seguro roto menisco y ligamento cruzado anterior. No me da tiempo ni de calentar y entro a la cancha.

Jugadores así no son los que salen en las revistas. No son los que hacen que un equipo gane un partido por ellos solos. Pero ningún equipo gana un campeonato sin jugadores así. Equipo de fútbol, equipo de oficina, grupo de amigos o pareja de dos. Es el que se esfuerza más allá del límite. El que aprieta los dientes cuando todo está perdido.

Gomez se sienta en la tribuna, no va a perderse de ver el partido aunque haya quedado afuera:

/Gomez/: Minuto 70, éramos locales, yo en medio del dolor escuchaba el silencio de la tribuna. Y entró Paul. El equipo rival se tiró atrás, buscando la contra. Y Paul pasaba y pasaba al ataque, daba pases impredecibles, era indescifrable para la defensa rival. Pesaban las piernas, ellos no pasaban la mitad de la cancha, y se refugiaban cerca de su arco.

Y al minuto 88 estallo la locura. Nuestro defensa más rústico, el Ruso, que ya estaba jugando en mitad de la cancha, envió un pelotazo cruzado a la derecha... ¡y pegado al palo lo encontró a Paul que se elevó en un cabezazo letal! Era el empate, 3 a 3 y alargue. Quedaban dos minutos, y el estadio lloró en una contra: manejaron la pelota en velocidad y dejaron a su mejor delantero frente a nuestro arquerito suplente, la puso adonde las arañas tejen su nido. Nos quedábamos afuera, un minuto de alargue no era nada. La gente empezó a irse cuando sacamos del medio, pelotazo atrás, sin destino... casi sin destino, porque atrás de todos estaba Paul, irreconocible en su función de conductor, seguro. Controló la pelota y picó por la banda con la cabeza levantada, viendo la entrada del 9 nuestro que corría a la par. El resto del equipo se paraliza, en el banco nos estiramos a ver sin poder creer a estos dos locos que avanzaban solos, los únicos que habían cruzado la mitad de la cancha, Paul elude a uno, a otro, y cuando todos esperábamos el pase hizo lo impensado: se cruzó en diagonal camino al arco y casi de costado, atorado por un defensor que le fue al cruce ¡tira un taco de rabona que se cuela de caño al arquero para empatar de nuevo!

¡Escuchen el estadio! Los gritos me envuelven, estamos en los penales, hay una chance…


Final: 13 a 12. ¿Adivinan quien pateó el último, fuerte y al medio, mientras el arquero se tiraba a la derecha y nos dio el pase a cuartos?