Uno de los Grandes Sabios Creadores llegó al bar, para
eludir un poco la presión de no encontrar su campo de trabajo, y se refugió en
pequeño y algo escondido local de bebidas y comida rápida.
Momentos más tarde, entre copas vio los movimientos
voluptuosamente sensuales de los vecinos de mesa que, habiéndose puesto de pie
con una canción, bailaban excitados en torno a su mesa. No lo habría pensado
sino hubiera estado ligeramente alegre -porque con su mente lógica no se fijaba
en esas cosas-, pero con toda su sapiencia descubrió una verdad tan obvia que
daba risa: El baile aumentaba el nivel de hormonas para el deseo sexual. No
tuvo mejor idea -allí, algo achispado por el alcohol- que aprender y aprehender
los movimientos del cuerpo que incrementaban el deseo. Y lo hizo. Creó un baile
que era casi una coreografía del acto sexual, animal, simulado entre compases.
Eligió una música rápida, repetitiva como el propio movimiento, como el propio
acto. Descartó las letras románticas y perfiló otras de una clara obscenidad
para potenciar la lujuria. Aprendió música, y a cantar. Y se presentó en el
mismo bar para la comprobación práctica de su verdad metafísica. Llevó un video
para que se pudieran copiar los movimientos.
Fue un éxito. Apenas comenzaron a sonar las primeras notas
las parejas se levantaban de las mesas mirándose interrogantes, a la primer
estrofa bailaban excitados con llamas en los ojos acoplándose a los movimientos
de la pantalla y a los de sus parejas. Apenas sonó su voz finita, rápida e
incomprensible como de mujer, sin prestar atención a las letras sino a palabras
sueltas, caían al piso y sobre los sillones desatados de concupiscencia, los cuerpos
lúbricos.
Y saboreando el triunfo de su idea, él mismo atravesó la línea al cruzar la mirada con la chica de la barra -que pasó de ser un obstáculo a ser una ventaja-, para fluir juntos al más puro deseo.
Y saboreando el triunfo de su idea, él mismo atravesó la línea al cruzar la mirada con la chica de la barra -que pasó de ser un obstáculo a ser una ventaja-, para fluir juntos al más puro deseo.
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