martes, 21 de junio de 2022

Un café

 


Necesito ir a tomar un café.

Pero no ir de copas, ni sólo sentir el sabor dulce y amargo de la bebida probablemente más popular del mundo. Necesito ir a tomar un café con todo lo que el café representa: El olor a café, el rumor de la charla de la cafetería, el ruido de las cucharitas, el caminar lento de una mesera, la risa de una chica en la mesa vecina, el mirar por la ventana con la taza en los labios.

No es solo escapar del frio del invierno que se empaña en el vidrio como pidiendo entrar: es sentir el calor que se desliza por la garganta mientras el perfume a tostado nos inunda la nariz y nos arranca de la realidad para llevarnos a una selva, a un mar, a un desierto, pero siempre al calor.

Tomar un café es el libro en una mano —izquierda, en mi caso—, mientras la diestra como si tuviera mente propia revuelve parsimoniosamente con la cucharita y reflexiona cosas que sólo los dedos y las cucharas comprenden.

Tomar un café es espera, es calidez, es compañía. Es el momento en que la mente toma unas vacaciones de los problemas cotidianos. Es el caminar al bar, no es lo mismo un café en casa, no llena el espacio.

Y también el tomar una café es la expectación, la espera, tomar un cafe es verte llegar, es ver tu sonrisa.

O acaso extrañarte, mientras los ojos leen, los dedos lentos reflexionan, y afuera el frío se refleja en el vidrio y en el corazón, que sólo puede seguir adelante... con un café.