martes, 16 de abril de 2019

Selva umbría de sol eterno



El encuentro fue imprevisto y esperado, en un lugar de la ciudad lejos de los lugares que ambos sabían frecuentar. Hacía ya mucho habían pasado cerca de allí, de ese parque, de ese shopping, de ese rincón de la ciudad , él acompañándola a un trabajo con la excusa de tener luego un rato para tomar juntos un helado. Debió ser un verano, entonces. El día era tan caluroso que dibujaba caminos de vapor de agua en el asfalto, ríos de aguas oscuras en esa confluencia de calles que llevaban de alguna forma al mar de plata, desde un núcleo de autos y smog, ríos secos que viajaban kilómetros para conducir a una cadena de montañas y a una selva umbría, de sol eterno. 
El frío del helado contrastaba con el sol de la tarde, el calor del deseo del encuentro contrastaba con las heladas palabras, el frío en su interior al apagarse la llama de un deseo y una esperanza. Y aparecieron palabras, una tras otra, como burbujas vacía de alma que su boca antes tan adorada se encargaba de repetir en el silencio de mis oídos. Salimos a calor helado de la calle, bajo una temprana luna amarilla de sol, fría como la nieve que cayó en nuestros recuerdos.

lunes, 8 de abril de 2019

Música para un momento robado




El celular suena con un mensaje, dos, tres campanillas consecutivas. 
Un silencio en el que busca el teléfono, abandonado en el escritorio.
El inmediato llamado, el ringtone de Héroes interpretado por Fricción; la respuesta es un susurro apresurado, staccato, en el que informa que está solo. El sonido del corte del audio, più piano vibrando en la nada.
Un silencio, pasan segundos, expectantes. El rechinar de la puerta de al lado del pasillo y un golpe sordo como el parche de un tambor, al cerrarse.
El suave redoblante de pasos con taco alto por el pasillo de madera lustrada, pianissimo allegretto, gotas de lluvia nerviosas. El estridente resonar del timbre accelerando, la puerta se abre, abrazo y beso apasionado, fortissimo. 


Renacer




El viento le ocultó la nube.
Desplegó su cuerpo sobre el rocío del pasto, el bosque lejano le tapaba el contorno de los árboles, la noche amaneciendo oscurecía su mirada. La brisa llegaba blanda, verde. Estiró los músculos encogiéndose sobre sí mismo, su cuerpo se hizo pequeño hasta alcanzar la luna que acunaba a la tierra en sus brazos. La diosa le sonrió con su sonrisa de sangre, y mientras besaba su cuello la oscuridad se hacía su amiga y su amante. Se enterró en la tibieza de la tierra helada para renacer muerto. 






sábado, 6 de abril de 2019

La vio bajo la lluvia


La vio bajo la lluvia.

Sus ojos y su sonrisa la iluminaban cuando caminó hacia él, sonriendo. Los faros de un auto que pasaba dibujaron diminutas perlas de agua en sus pestañas arqueadas, su abrazo fue tibieza en la llovizna primaveral que se había convertido en lluvia torrencial, esa lluvia que los obligó a refugiarse en la confitería, ese momento en que volvieron a ser, una vez más, nosotros. Nuestros labios bajo la lluvia.



miércoles, 3 de abril de 2019

Farmacia




La farmacia apareció de la nada en la esquina de la calle cuando volvía de su trabajo, su necesidad y la oferta en vidriera de masajes eran una invitación irresistible. Nunca la había visto antes, al entrar el ambiente aséptico y cromado de aspecto futurista los cohibió un poco. Estaban atendiendo, no tuvo que esperar, en medio del masaje se quedó dormido sobre la mesa. El sonido de gaita que lo despertó no se parecía en nada a la música zen al acostarse, vibrante y alegre como el de un pueblo en fiesta. Estaba solo, la puerta de madera hacía juego con el mostrador sucio y pulido por los años de la entrada, y ya no estaba en la ciudad.

Druida



No era un sacerdote, sólo era un niño.
Se acercó al árbol, tocó su piel, recorrió sus arrugas. Sintió su savia, su vida, y lo inundaron recuerdos, de agua, de luz, de bosque.
Fue acercándose al árbol, abrazándolo y se quedó dormido.
Soñó: soñó con luz y con sombra, una mariposa posada sobre una de sus flores, escuchó el trino asustado de un pichón esperando que lleguen sus padres con la comida. El miedo a una tormenta. Soñó con la humedad en la tierra, sintió el peso de la nieve reduciéndose por los rayos del sol en sus hombros, enderezó los hombros y extendió los brazos en sueños, buscando calor y luz. 
Se despertó en el bosque, al pie del árbol.
No era un niño, sólo un sacerdote.
Lo llamaron druida.