jueves, 31 de agosto de 2017

Ajedrez de la vida



Cuando planifico pienso tanto que no me muevo, no arriesgo por conseguir el mejor resultado. Cuando no, actúo precipitadamente y no pienso: no consigo el mejor resultado, cuando no un mal resultado. No tengo punto intermedio, muevo o no muevo. Tablas eternas o jaque mate. A jugar.

— del Cuaderno de Pablo


jueves, 24 de agosto de 2017

Leyenda del Sol y la Luna




Hoy escribo la adaptación de una leyenda supuestamente griega del sol y la luna que anda girando por la web. Me extrañó sobremanera al leerla porque los griegos tenían sus propios dioses Apolo (o Febo) como el dios del Sol, así como Artemisa (o Selene) era la diosa de la luna, por lo que esta leyenda no parece pertenecer a la mitología clásica griega. Vamos entonces a corregirla un poco y  a adaptarla a una mitología más general, sin referencia de nombres a dioses griegos (Afrodita, Zeus), aunque se encuentren presentes. 


Según cuentan las historias, cuando el mundo era joven y oscuro y el hombre recién había comenzado a recorrerlo, existían los dioses. Escondidos en su alta montaña del Olimpo manejaban los destinos de la humanidad a su antojo, y a veces se mezclaban en asuntos de la naturaleza y de los hombres.
Era una época de nacimiento, de creación y los primeros hombres nacidos apenas formaban pueblos, aprendían a comunicarse, comenzaban a descubrir la caza, la pesca y el fuego, siendo este traído por los propios dioses para iluminar la inmensidad del Caos. Aún no existían el día o la noche. 
En una bella isla a hora temprana salía Sol a pescar con su barca en un mar azul transparente y oscuro. Los peces se acercaban atraídos por la tea que ataba a la proa de su barca, y eran presa fácil para sus redes. Iba y volvía repetidas veces al continente para llevar la carga de su pesca, y luego regresaba con los mejores pescados a la isla que era su hogar. Allí,al terminar el día lo esperaba Luna, con un fuego en la playa para guiarlo, con una sonrisa brillante como el propio fuego. La mirada en sus ojos era sonrisa al despedirlo, y el fuego de su amor era calor cuando volvía.
Se habían conocido en el pueblo en donde ella vivía, él llegó explorando con su bote, la conoció y nunca más pudo mirar otra mujer. A ella la había cautivado su fuerza, su forma de ser, su afán de descubrimiento, la nobleza de su amor. Eran uno para el otro y vivían enamorados y enamorándose a cada momento: Una mirada seductora, una flor blanca, un abrazo, una caricia, la dulzura de recordar momentos juntos a medida que vivían momentos nuevos.

Era tan intenso el fuego de su felicidad que la noticia llegó a la propia diosa del amor y de la belleza. Diosa y mujer tuvo celos, y decidió demostrar que el amor entre ellos no era perfecto y para eso se presentó ante Sol cuando este estaba solo en su barca, brillando en toda su hermosura. Llegó brotando del mar, vestida con las más tenues telas, seduciéndolo con la promesa del mayor de los goces, generando un deseo que ni dios ni hombre alguno podría resistir.
Pero no fue el caso de Sol, que mirándola a los ojos pese al resplandor, dijo:
— Mi señora, eres vos la más bella de las diosas y ninguna mujer puede estar jamás a tu altura, pero mi corazón es sólo para mi Luna que para mí es más hermosa que la luz y más dulce que la miel; ella es mi fuego y mi dicha.

Oscuro y terrible fue el enojo de la diosa ante este desaire. Este hombre la rechazaba con un amor que demostraba superar incluso al de los propios dioses. 

Sin dudar ordenó que fueran separados, y viendo que era necesario iluminar la tierra, indicó que Sol podría navegar alrededor del mundo portando la luz y creando el dia, mientras Luna sólo podría salir para ser faro en la oscuridad de la noche.
Así separados la diosa pensaba que pronto iban a olvidarse uno del otro y demostrar que no era tanto su amor.
Pero no ocurrió de esta forma y Sol brillaba  cada día sobre el mundo, sumido en la tristeza, cada giro más enamorado de Luna; y Luna portaba una tea por las noches y caminaba todo lo veloz que podía en dirección a Sol, sin alcanzarlo y sin olvidarlo nunca. Sus lágrimas eran puntos de luz en el firmamento. 
El dios de dioses conmovido por tanto cariño entre dos seres, y aunque no podía deshacer el deseo de la diosa, acortó la distancia que los separaba y así, cada día al atardecer o al amanecer, ambos pueden verse por unos momentos en el cielo. Fue tan grande el amor, tan profundas las miradas que se dirigen cada fugaz encuentro que los demás dioses intercedieron, y la propia diosa permitió que a veces, cada cierto tiempo, un eclipse los una en el cielo. Entonces Sol abraza a Luna  y el brillo de ambos es luz y oscuridad, es dia y noche. Es todo. Es amor.



lunes, 14 de agosto de 2017

Kamakshi



Tomaba café sola, en la mesa de un bar. El detective la observaba: la despreocupada concentración con que abría los sobrecitos de azúcar, el lento movimiento circular de la cucharita en la taza, el sinuoso cruzarse de sus largas piernas en medias negras, la revista frente a ella que hacía minutos que miraba sin girar las páginas. El detective supo que había sido descubierto, se levantó y fue directamente hacia su mesa.

— Hola —lo recibió ella, levantando la vista apenas se aproximó— ¿juntaste valor?
— Me llamo Milton —dijo él—. Soy detective privado, estoy investigando un caso.
Se había apresurado al presentarse, esperando una reacción, pero ella sonreía sin miedo mirándolo a los ojos. Él trató de buscar alguna pista pero no encontraba nada en ella que pudiera destacar en forma alguna para lo que buscaba. Una falda negra, lisa, una blusa roja de lino con mangas muy cortas, el cabello trenzado en con un cordón encerado, una medalla con la imagen de un elefante, sin anillos.
— Interesante, ¿qué investiga? —contestó ella, con un tono coqueto viendo que él la recorría con la mirada.
— Pensé que investigaba una infidelidad, luego se transformó en una desaparición y  ahora creo que estoy investigando un asesinato.
— Si es un invento para captar mi atención, es el mejor que escucho en mucho tiempo, señor Milton.
— No es un juego. Estuve siguiendo a un hombre que se encontró con usted dos veces al menos en este bar porque la esposa me contrató para investigar una posible infidelidad. Vi que ayer se marchaban juntos pero el hombre no regresó a su casa.
— Si está acusándome o soy sospechosa  ¿por qué no va a la policía? para ser un investigador de revistas rosas, esto puede ser demasiado para usted — dijo ella con sarcasmo, sin levantar el tono de voz, mientras lo miraba a los ojos.
Milton no llegó a ofenderse: hacía mucho que había decidido que él no era un detective de acción, era 'un  fotógrafo con inclinación a meterse en vidas ajenas', como les decía a sus amigos. No le importaba la opinión de los demás, era redituable y no le interesaba arriesgarse con verdaderos criminales. Contestó tranquilo — Es posible que vaya. Pero por mi experiencia en general si un hombre engaña a la esposa, también engaña a la amante apenas tiene oportunidad, así que decidí seguirla para ver si usted sabía algo, él regresaba, o el verla me revelaba algo acerca de su paradero.
— ¿Y el verme le reveló algo? —preguntó ella mientras cruzaba nuevamente las piernas y se reclinaba en la silla en una pose más seductora, al tiempo que lograba tenerlo de frente.
Milton la miró a pesar suyo, la sonrisa pícara, los ojos chispeando entre burlona y sensual. Unos labios rojos entreabiertos muy atractivos, y las piernas que se movían sinuosamente en forma casi hipnótica. Lo estaba seduciendo adrede y él lo sabía. Ella tambien sabía que él lo sabía.
— No me reveló nada, de hecho, ni siquiera sé su nombre.
— Uma —contestó ella inmediatamente ofreciéndole la mano. Milton sintió el deseo de besarla apenas la extendió, en lugar de estrechársela. Se contuvo. Con esfuerzo
— Entonces... ¿en que lo puedo ayudar? No quiero que tenga una mala opinión de mí.
— Roberto Rodriguez. Lo encontró dos veces en este bar, durante esta semana, a esta misma hora. ¿Qué puede decirme?
— Mmmm...me parece que no puedo decirle mucho ¿cómo saber si tiene micrófonos? puede que no me interese contestar en estas circunstancias y si insiste en considerarme una sospechosa. De hecho: ¿sacó alguna foto en que se pueda pensar que yo aparezco?
Interesante, ahora ella era la que estaba sonsacándolo. Algo no estaba bien. Dijo:— No. No tengo micrófonos, y para ser sincero usted no aparece en ninguna de las fotos que tomé, no en forma clara, siempre parece haber un movimiento en el momento de sacar cada una. Raro, en todas usted sale borrosa, irreconocible. El primer día me acerqué bastante, sentado allí en la barra para averiguar el tipo de relación que ustedes tenían y no usé cámara. El dia siguiente me ubiqué algo mas lejos, esta vez armado de una buena cámara con zoom. Ahora me escucha relajada, quieta, pero cada vez que intenté tomarla junto a Rodriguez durante el segundo encuentro, usted se movía en el momento exacto y no lograba fotografiarla. Y se fueron muy rápido, tuve que seguirlos.
— ¿Sabe adonde vivo, entonces?
— En el edificio que está dos cuadras subiendo la callé, el que tiene un león de marmol en la puerta.
— Sabe de mí mucho más que yo de usted Miltón. Le propongo algo: no hable con la policía y muestreme una credencial, o una identificación, y le permito que me acompañe a mi departamento si quiere investigar. Pero no puedo sabér si no me está grabando, así que no le voy a decir nada.
Ella se inclinó hacia adelante y sus ojos eran una invitación a acompañarla. Se preguntó no por primera vez qué hacía esta mujer atractiva, sexy y en apariencia inalcanzable con Rodriguez, un oficinista cualquiera. Porque a él lo estaba seduciendo para evitarse un problema que aún no alcanzaba a determinar, pero ¿al otro? La curiosidad pudo más:— Le agradezco la confianza, le acompaño — dijo, mientras sacaba su identificación y una tarjeta de su agencia en la que era el dueño y único empleado. Ella la tomó — A ver ¡Qué letra más chica!: Investigaciones, seguimientos, infidelidad, recupero de registros telefónicos, recuperación de datos de pc, monitoreo celular, investigación de antecedentes, paraderos, adicciones, sectas, control parental, vigilancia de conducta, fraudes y estafas, pericias grafológicas, instalación de cámaras ocultas... Bien. Le permito que me acompañe, pero no hoy. Primero tengo que averiguar si esto es cierto, y estoy segura que si llamo ahora a este teléfono no me va a contestar nadie, ¿verdad?
Miltón sabía que era cierto, por supuesto. La agencia le permitía malvivir pero nunca ganar lo suficiente cómo para procurarse una secretaria. Pero ya estaba jugado y ella advertida, no podía dejar pasar el momento —Me temo entonces que voy a tener que recurrir a la policia — dijo suavemente, y minimizó adrede la frase:— voy a perder mi pago por resolver esto, pero si no le puedo acompañar ahora mismo lo voy a creer necesario.
Ella contestó de forma ansiosa, aunque no sonaba asustada:— No, no es necesario. Puedo avisar al portero que usted sube, sólo para sentirme segura. Vamos, terminemos con esto.
Dejando pago el café, del que quedaba medio pocillo ya frío, se levantó con un movimiento felino y con una mirada deslumbrante de costado lo conminó a seguirla. Le costaba interpretar sus palabras, esa ansiedad, esa falta de miedo, esa mirada. De pronto ella parecía más vulnerable, como si al haber podido imponerle sus condiciones se sintiera en alguna forma dominada. Verla salir delante de él del bar, el cuerpo cimbreante, el contoneo sensual con que lo rozó al pasar por la puerta que él sujetaba, el sol dejando translucir sus formas y su ropa al salir. No, dominada no era la palabra. Accesible quizás.  De pronto esa mujer imposible se tornaba mas cercana por tener él parte de su secreto. No sabía qué, pero tenía algo.
En las dos cuadras casi no hablaron. Él la observaba y ella observaba la calle y las parsonas con las que se cruzaban. Llegaron al edificio y ella se dirigió directo al ascensor, él no vió ningún encargado. El ascensor era pequeño, muy estrecho para dos personas y él era obeso. Estaban muy juntos, rozándose. Sentía el calor de su cuerpo a través de la delgada tela, ella no intentaba alejarse. Lo miró profundamente con sus ojos negros, mientras una sonrisa mínima se adivinaba en su expresión. El trayecto al séptimo piso fue demasiado corto, el ascensor se detuvo de pronto y ella en el movimiento  de frenado se recostó casualmente en él. El detective sintió su cuerpo hervir de deseo. Ella salió del ascensor y abrió la puerta de su departamento. Cerró detrás de él, con una vuelta de llave.
— Bueno Milton —la forma en que decía su nombre era insinuante— ¿qué es lo que buscás realmente? no esperarás que tenga un cadaver en el armario, ¿no?
Él se contuvo, era demasiado obvia la seducción, pero al mismo tiempo casi inevitable. Se sentó en una silla, poniéndo la mesa entre ella y él  — Ahora tengo unas preguntas.
— Te escucho
— Necesito saber todo lo que pasó con Rodriguez.
— Y yo necesito saber como puedo confiar en usted. Necesito conocerlo mejor
— Le propongo algo...
— ...escucho propuestas —interrumpió ella—, pero antes permitime que me ponga cómoda. ¿Te sirvo algo? ¿una bebida?
Ella se sacó los zapatos de taco, moviendo una silla y sentándose casi frente a él, rodilla con rodilla reduciendo a nada la distancia artificial que él había creado. Pero otro lado, la mesa estaba separada de cualquier cajón y la ropa de ella no permitía esconder  ningún arma. No era tan tonto como para confiarse.
— No gracias, no quiero nada más que respuestas. Le voy a hacer unas preguntas, y usted puede contestar las que considere pertinentes.
— ¿De verdad no deseas nada? — la mirada pícara era a la vez una invitación, una broma y un desafío. Estaba muy excitado pese a tratar de mantenerse formal, ella lo tuteaba desde que habían entrado al departamento y se le insinuaba de forma obvia. Le sonrió
— Por ahora unas preguntas, y unas respuestas.
— ¿Por ahora? y sí contesto ¿luego qué? —El tono de su voz era profundo y grave, lleno de promesas y deseo. Recorrió con un dedo su pecho, lentamente. Luego ella acercó su brazo apoyándolo sobre su hombro, mientras se recostaba voluptuosamente contra él. Milton sintió la caricia de sus piernas, el deseo invadiéndolo, los ojos de ella capturando su mirada. Él quedo fascinado por sus ojos oscuros, y se movió buscando sus labios con deseo, para encontrar una respuesta apasionada. Sintió el brazo de ella rodeándolo, estrechándolo contra su cuerpo, acariciando su nuca; él la abrazo firmemente y la mano de ella recorrió su mejilla acercándolo a su boca: dulce, sensual, incitante, irresistible. Sintió como le rozaba el cabello suelto de Uma.
Tardó en notar que le faltaba el aire, en sentir el cordón encerado en torno a su cuello, no alcanzó a gritar. Ella apretó usando el respaldo de la silla como un torniquete, asfixiándolo hasta la muerte.
Abrió el placard: necesitaría una bolsa más grande, este era más gordo que Rodriguez.


viernes, 11 de agosto de 2017

Charla de bar







— Te lo dije, no hay que darles todo, hay que dejarlas deseando — fue el disparador que abrió la charla esa noche.

Llegamos como siempre, pasadas las 20 hs a tomar un vermoth tranquilos y rumbear cada uno para su casa. Toni, recién juntado, relojeaba el reloj, nervioso. Salía más temprano del trabajo y le costaba venir "tan tarde", pero sabía que si no venía se exponía a la tradicional frase lapidaria de Carlos:
— Sos un pollerudo
Carlos acababa de llegar del laburo, oficinista de banco de buen pasar, empedernido en la soltería que él llamaba "mi libertad"
— Sos hombre, tenés que tener libertad de ir y venir adonde quieras, estár con amigos, farra a la noche los viernes, poker los jueves, fúlbito los martes. Básico.
Carlos, el eternamente soltero quien no se permitía la expresión 'noviazgo'.
Marcelo los miraba a los dos, ese juego de retruques en el qué él era nuevo. Compañero de trabajo de Carlos un día lo había traído al bar para "presentarle a los muchachos", y terminó siendo parte de la barra. Nos diferenciaba una generación pero era una buena manera de ver otras formas de pensar, el pibe no se quedaba callado.
Ale jugaba al fútbol con nosotros, era el que organizaba los partidos, empresario, en pareja estable, solía llegar más tarde pero ese día había caído temprano. Con cara preocupada había hecho una seña con el brazo en alto y sin una palabra había pedido un café cortado. Ale, como yo, no tomábamos nunca alcohol. Bichos raros en un bar.
Fleco había llegado primero, reservó la mesa de siempre y en una silla había encontrado una revista con los comentarios de un psicólogo respecto a las relaciones. Se puso a ojearla haciendo tiempo y cuando llegó Toni le pasó el artículo. Lo estaban comentando cuando el resto llegamos.

— Te lo dije, no hay que darles todo, hay que dejarlas deseando — comentaba Flequillo, que cuando cumplió los 40 se había quejado del apodo y le habíamos dejado  Fleco.
— Mirá si las vas a dejar deseando, la bruja antes lo capa al Toni si le falla una noche
— Si no termino, va a pensar que estoy con otra que me saca las ganas
— Pero no boludo, que ella se quede un poco con las ganas, no vos.
— Yo prefiero que ella se sienta bien, sino anda con cara de tujes todo el dia.
— Pero no es tu caso Toni, eso de dejarlas con ganas es cuando estás en plan de conquista, hay que demostrar quien es el que manda.
— El Toni es el ejemplo perfecto de "el que LO manda...n "
— ¿Ves que sos un pelotudo? Con ustedes no se puede decir nada.
Escuchábamos el ir y venir de la charla con Ale mientras nos sentábamos. Marcelo sonreía callado.

— Es algo sobre lo que casi no se reflexiona —participó Ale — Los hombres no estamos todo el tiempo controlando qué se da, cómo se da, cuanto... y qué se espera recibir a cambio. Simplemente uno hace los que siente bien en la pareja.
— Hacemos lo que nos dicen eso códigos que incorporamos desde chicos y con la experiencia que fuimos obteniendo siendo adultos...
— ...pero lo importante es ponerla.
— Eso descontado, Carlos, pero en una relación de pareja tiene que haber mas que solo ponerla.
— En una relación de pareja, no sé. En tiempo de crisis cualquier agujero es trinchera.
La expresión tan común no evitó las carcajadas. Fleco volvió a los datos que había estado leyendo:
— Acá dice que solo cinco de cada diez mujeres argentinas alcanza el orgasmo en cada relación sexual.
— Por eso está tan solicitado este, dicen que su sobrenombre es 'Mínimo dos'
— ¿Dicen? ¿Tu hermana te contó?
— De vos me contaron: que no se te para.
— Tu hermana es una resentida.
— No, mi hermana no, mi primo.
— ¿Ché, en serio es lo de mínimo dos?
— Sin exagerar...si. Si estoy un buen día, hicimos una linda previa y la flaca pone onda. Me aguanto y se le da solo.
— Eso es por tu concepto de virilidad, en que un hombre tiene que complacer en el sexo para demostrar su hombría. Lo tuyo es tan arcaico, tan machista como los comentarios de Carlos
— 'Virilidad', 'arcáico machista', muchachos, acá hay uno que está frecuentando el sorbete de carne.
— Y acá dice que algunos como vos "incorporan pautas de rigidez e impostura viril", para disimular que les gusta la carne de chancho.
— Lo dice el que le gusta la crema en el café.
— Justo vos que aprendiste a preparar lasagna de atún vegana.
— Uh loco, déjense de joder con eso del machismo, feminismo, empoderamiento de las mujeres y todas esas boludeses. Todos los fanátismos son malos, y acá caemos mucho en los estereotipos. Vos Carlos te haces el típico macho pero bien que Yami te manejaba como quería. Y vos, mucho lavar la ropa, preparar la comida, planchar y lavar platos, pero siempre te quejás que no la pones en meses. No hay recetas, loco.
Recién a esta altura de la charla se escuchó la voz del Marcelo:
— Las cosas cambian, cambiamos nosotros, pero es un cambio lento. A algunas mujeres les va mas el tipo inteligente, que se pueda abrir camino en la nueva selva laboral, el que se pone su propia empresa como vos, Ale. Pero como todo hay mujeres que aunque después dicen políticamente que buscan la moda de los inteligentes, que la tengan clara en las computadoras, que se cuiden como ellas en las comidas, que quieren que sus parejas sean compañeros y que las entiendan; despues esas mismas salen con un simio del gimnasio que no entendés como pudo chamuyársela porque no es capaz de hilvanar ni una frase coherente.
— Al contrario de lo que al principio decían, si, y ridiculizan a las que les gustan los 'sensibles': los hombres que están realmente con ellas, que las cuidan, las escuchan, las atienden, les brindan sexo atentos a sus necesidades y tienen proyección a futuro en la relación. Cada mujer es un mundo por descubrir.
— Gatafloras.
— Distintas formas de pensar y de sentir. La cosa es no traicionarnos nosotros mismos, Si queremos joda, no prometer casorio; si somos dominantes, no dar una imagen falsa; sí somos personas que queremos enamorarnos de verdad, entregarnos a una relación sin medir las consecuencias, ser más abiertos en las emociones, compartir cosas de verdad hay que darle lugar a eso sin pensar que pueda tener una respuesta sarcástica por parte de otros: “un dominado, pollerudo, sumiso, maricón, dependiente, dominado".
— Repetiste dominado, dominado.
— algunas se quejan que los tipos son todos machos, y que no las tratan bien. Y parece mentira pero no a todas les gusta que las traten bien, romántico, caballero, no las entiende nadie. Algunas se quejan porque les abrís la puerta, dicen que les 'coartás su independencia, que pueden valerse por sí mismas'
— Si se queja porque la dejás pasar adelante, la protegés con un paraguas, le abrís la puerta... mandala a freír churros macho, está mal del marote. Es una fanática. Vas a tener quilombo.
— Es que ahora parece que a todas piensan que le tipo que las mira ya las está acosando. Parece que hay que andar con la zabeca gacha por la vida como este...
— Vos tenés la cabeza gacha porque no se te para.
— ¡Ya te fuiste al pasto! No les gusta tampoco el hombre sometido, fijate que las que dicen eso en realidad no buscan hombres. A muchas les gusta el tipo romántico, sin caer en fanatismos. Y a otras les gusta el tipo dominante, seguro. Ven al chabón del gimnasio que tiene los abdominales como una tabla de lavar la ropa, como una caja de ravioles, y tampoco es que se preguntan si es romántico, o se dan cuenta qué está todo el día al dope, no labura, no tiene futuro...
— ¡Daaaaale! como si vos cuando estas en el gimnasio mirándoles el escote a las que hacen peck deck, te preocupa si estudian, trabajan, cuanto ganan... Tenés otra cosa en la cabeza
— Las cabezas...
— Es que es así, somos más parecidos que diferentes, hay 'reglas no dichas de conducta' establecidas por años en que el verdadero hombre es un tipo tiene que tiene que complacer en el sexo para demostrar su hombría, pero fuera de la cama más vale dosificar la entrega, dejar en claro que toda expresión de romanticismo es una concesión casual. Hay algunos que se dedicaron de correrse de ese esquema, evolucionar, ser más curiosos con el otro, estar dispuestos a escuchar, aman la música, tienen sensibilidad social,  o se enganchan en cosas mas New Age. Un hombre romántico, comunicativo, presente, emocional y entregado.
— Eso vende.
— Y si, a veces. Son modas; el tipo inteligente siempre trata de venderse con lo mejor que tiene para conseguir chicas, como decía Charly. La cosa es que veces al exagerar mostrarse muy macho o mostrarse sensible, pierde la esencia de lo que realmente es.

Nos quedamos callados un rato, cada uno mirando el vaso de aperitivo o haciendo preguntas esotéricas a la borra del café del fondo de la taza. Fleco rompió el silencio:
— A mí siempre me gustó el cine francés y no por eso...
— Puto
— Te la comés doblada
— Tragasables
— Catador de bombilla de cuero

— ¡Vayánse a cagar!


(modestísimo y siempre insuficiente homenaje al Negro Fontanarrosa)

miércoles, 9 de agosto de 2017

Enfrente




Enfrente, el misterio.
Siempre vamos y venimos por la misma calle, por la misma vereda. 
Enfrente todo es distinto, un país diferente, un mundo inexplorado.
Enfrente alquilaron el local grande y pusieron un juguetería.
Estamos en la esquina. Cruzan veloces los autos, se escucha el quejoso andar de un camión, el pitido de los frenos de los colectivos.

Y la avenida se hace enorme en los ojos de 5 años. 
Dame la mano, crucemos juntos.



Viñeta urbana



Pablo, 7:30 de la mañana,  y el colectivo 8 semirrápido nuevamente no se detuvo en su correspondiente parada de Donizetti —como siempre de 7 a 8 horas— aunque iba medio vacío en el vagón del fondo. Se le hace necesario tomar uno que le acerque desde Liniers a San Pedrito, para tomar el subterráneo hacia microcentro, lugar de apuros y rutina semanal de días hábiles. Se sube al colectivo con muchos como él  abandonados en la parada por la falta de respeto de choferes y empresa, muchos que registran casi la misma frase para solicitar el pasaje: — a San Pedrito, o — hasta Nazca. Nombres sinónimos frutos de una calle dividida. 
La música retumba en el colectivo 1, el chofer circula entusiasta con la radio a todo volumen pese a la legislación que lo prohíbe. La falta de respeto está a la orden del día, lo hacen todas las líneas porque no hay controles ni multas. La gente se pone auriculares para no escuchar ni escucharse, en el apretujarse matinal del día lluvioso y anormalmente cálido de la madrugada de invierno. Incómodos, nerviosos, se bajan tres cuadras antes porque el colectivo —¡No sigue por Rivadavia!, según el grito del chofer que busca esquivar la traba de tráfico producto de los arreglos del metrobús que se crea para mejorar la traba de tráfico.
Una larga fila de personas apuradas que caminan esquivando autos en una estación de servicio, una serpiente Jörmungandr porteña  que agita su cola a lo largo de cuadras entre paradas de colectivo mientras su boca besa las bocas de subte.
Los pasos apresurados, el adelantarse en la esquina del semáforo tratando de ganar un segundo al otro, el cruzar en rojo mirando los autos que vienen, las miradas intolerantes y nuevamente el apresurar el paso tratando de ser los primeros en bajar al submundo de la línea A y alejarse del cielo gris.
Entonces, justo en la entrada, una mujer pregona galletas y facturas —¡hechas en casa!, sin gritar, con la voz hecha sonrisa, y la sonrisa como un rayito de sol y color mientras ofrece sus creaciones entre el humor gris de la gente. Destaca como la única muestra de lo que debería ser una verdadera sociedad en medio de la rutina del tumulto humano.


martes, 8 de agosto de 2017

Juegos de seducción



Mensaje, llamada, silencio.
Silencio, mensaje, llamada.
Llamada, mensaje, silencio.

No siempre inicia el mismo cada secuencia. El silencio es estrategia en un lado, desesperación en el otro. Las llamadas son siempre del mismo lado; los mensajes casi siempre son del otro.
Lo que comenzó siendo un juego de seducción se transforma en una rutina infinita de agonía, esperanza y pérdida.