miércoles, 19 de abril de 2017

CaraLibro



Es interesante.
Siempre critiqué facebook (mantengo la minúscula), se pueden encontrar post antiguos con mucha antipatía, ademas que nunca negué que me molestaba la dependencia que provoca. Como toda herramienta, depende del uso que se hace de ella su utilidad, y depende del abuso que se hace de ella su adicción. Hay mucha, mucha gente que vive sus vidas en forma virtual, conectados todo el tiempo recibiendo notificaciones de facebook, recibiendo mails y mensajes whatsapp de cientos de grupos — rectifico: Ya nadie usa mail —, Consultando noticias y comentando rápidamente en twitter, probablemente en algún momento lleguemos a ser un mundo encerrado en lo virtual, como muestra el libro Ready Player One de Ernest Cline. Reconozco que es una visión simplista y adolescente la que muestra en el libro. El libro igual me gustó mucho, pero no nos desviemos del tema.
Mas allá de consultar por una computadora, por una tablet o un teléfono, las redes sociales nos envuelven y nos saturan de información, nos dan una sensación de pertenencia y conocimiento de personas que no conocemos realmente ni vimos nunca. No digo nada nuevo. esto es lo que siempre pensé y lo mantengo. uno escapa — un poco — si no instala twitter ni instagram, reduce el tiempo en facebook a media hora cada dos dias y únicamente en la computadora, para que el teléfono no nos consuma cada minuto de atención con mensajes. Y siguiendo mi caso el pasos siguiente es borrarme de grupos de whatsapp de los cuales no conozca personalmente al menos a la mitad de sus miembros.
Es mi forma de poder mantener una conversación con seres humanos sin estar todo el tiempo mirando el teléfono a ver si entró un mensaje, así como el uso indiscriminado de la opción Silenciar. Cosa rara,  teniendo una carrera de Sistemas prefiero a las personas.
Pero más allá de todas estas opiniones, finalmente puedo decir que encontré un uso práctico para el famoso facebook, ahora puedo aprovecharlo para enterarme de eventos y planificar salidas, además de obtener información. Cada uno lo usa como le sirve. Finalmente, le encontré utilidad.
Ya no me siento tan excluido del mundo, es la sensación que provocan los adictos a las redes en los que no lo somos.


lunes, 17 de abril de 2017

Porque cuando el pueblo sabe...




La ley del menor esfuerzo en su máxima expresión:
Cursiva una forma de escribir que se extingue dentro y fuera del aula

Ayer hablaba con una adolescente que acaba de terminar el secundario. Comparando tiempo, 20 años atrás y ahora, coincidimos en que muchas veces no se valora la opinión de los jóvenes, no se les hace participar, y no se tienen en cuenta sus opiniones durante el secundario por eso tienen un comportamiento apático y poco colaborador. Y que esto es culpa en particular de los  formadores, que los propios docentes no los incentivan, y que al alumno (como luego, al empleado) le resulta más fácil caer en el conformismo, rendir para un cuatro, aprobar y olvidarse de todo. Importa el resultado, no el proceso.
Ni se disfruta aprendiendo, o enseñando. 
Coincidimos también en que los alumnos tienden a dispersarse, y que no tienen prácticamente voluntad de pedir algo mejor. Comentábamos que realizábamos actos, teatro, y que todo lo organizábamos nosotros simplemente para mostrarnos 'mejores' frente a nuestros propios compañeros, y también ante nosotros mismos; la contrapartida actual era que para preparar un acto en un concurso provincial para que participaran se puso un premio en dinero. La motivación cambió.

Y también notamos la fuerte caída en el nivel de exigencia: recordábamos como varios docentes nos exigían con planteos fuera de lo común en las evaluaciones, o con materias dadas con un nivel de facultad en el secundario, y que recordábamos con cariño. Y nos miraba como extraterrestres, porque escribir en un examen mas de una carilla con las palabras exactas que decía el libro o lo copiado directamente en la carpeta era visto casi como una injusticia del formador. palabras y conceptos exactos, copiados sin pensar. Pero el forzarnos 'a pensar' la respuesta, nos llevaba a que recordábamos los datos de las materias que impartían. Nuestro 'caso de prueba' adolescente nos miraba como a vejestorios que hablaban cosas del milenio pasado —básicamente cierto—, y que de ninguna manera pudieran ser reales cuando le contábamos que la prueba de geografía era seleccionar en el mapa un punto al azar y luego llenar 3 ó 4 páginas de datos del lugar, región, país, vegetación, fauna, orogenia, vientos (isotermas e isobaras), corrientes, ríos principales... y seguían las firmas.

Y también comparábamos el nivel en la primaria, con ejemplos de varios hijos y escuelas privadas, en que se les complicaban las sumas simples en tercer grado, que recién entonces veían una división, y que ya en esa edad — 8 años—, usaban la calculadora en al aula. Esto descontando que no les enseñaban a leer correctamente, que nunca pasaban al frente a explicar un tema (de forma que que no aprendían a expresarse). Lo mas común y menos preocupante era que copiaban la tarea de resúmenes de internet. 
Y también que varias materias estaban de adorno porque los profesores los hacían interactuar entre ellos pero no los guiaban, no les enseñaban, con lo cual el tiempo  en el aula se transformaba en un recreo más, una pérdida de tiempo de aprendizaje, y que en varios casos eran materias que los propios colegios vendían como grandes logros educativos: Ajedrez, en el que el profesor los sienta frente a tableros y los hace jugar a los chicos sin supervisar, ni interesarse, ni enseñar aperturas o movimientos o a prevenir una jugada, sino que él también se sienta a resolver claringrillas por una hora o habla por teléfono; o una materia como Valores: ¿Se pueden imaginar una materia que enseñe Valores y ponga cumbia villera en al aula? Ocurre.

Hoy que hay tanto conflicto con los docentes, y sin emitir opinión sobre lo justo del reclamo,  leo este artículo en que se presume que la letra cursiva va a desaparecer, por vetusta e innecesaria. Algo tan básico e inicial como la letra cursiva, la primer forma que todos tenemos de hilar pensamientos. Ahora dicen que es complicada y gráficamente rebuscada..., toda la facultad tomé apuntes en cursiva y no parecía nada complejo, probablemente porque la veía desde chico y no cuestionaban si era necesaria luego o no. En ese concepto ¿para que estudiar matemáticas, a menos que uno quiera ser ingeniero o arquitecto?, o para qué estudiar historia a menos que uno quiera ser historiados o arqueólogo. Son cosas que se corresponden con la formación básica, con la cultura general que no tiene mucho sentido cuestionar, a menos que pretendamos que la cultura general de la población baje de nivel. Como decía Piero en los 70's (la prehistoria):  Estudiar era un pecado. Clandestino era saber. Porque cuando el pueblo sabe. No lo engaña un brigadier
O un político, ahora llegada la democracia.

Nadie está en contra de la inserción de la tecnología o nuevas forma de enseñar. lo malo es que esto haga perder contenidos mínimos. Se nota que caemos en el facilismo, a los docentes no les interesa enseñar, no provocan a aprender. Y los nuevos alumnos ven esto y muchos eligen ser docentes como modo de vida fácil y descansado, una forma elegante y remunerada de no hacer nada. Se perdió la vocación de enseñar, en la mayoría. No pongo a todos en la misma bolsa, pero sin duda afecta a la mayoría.

Suena comentario de viejo, pero antes podíamos aprender cursiva e imprenta, y no por eso se perdía comprensión de texto, o tiempo para otro conocimiento. 
Se aprendían Valores, pero por el propio ejemplo de los docentes. Hoy no hay ejemplo, no hay docentes.




Recuerdos del futuro



El reencontrarnos con gente de nuestro pasado nos devuelve la esencia de quienes somos, pero no debemos concentrarnos en los momentos vividos, sino en crear nuevos recuerdos. Recordemos hacia adelante.

— del Cuaderno de Pablo




miércoles, 12 de abril de 2017

La tierra no es para ángeles



La tierra no es para ángeles, no cabe duda. Y últimamente el diablo pide más y más.   —  Veneno sabor a miel, El Soldado
Es la batalla de los ángeles y los demonios que se disputan el alma de los porteños. —  Leopoldo Marechal

Es jueves, son las ocho de la noche y  Juan sale de su trabajo de oficina en una automotriz alemana en Puerto Madero, y va a distenderse a Palermo. Es casi un vip en el bar que tiene de logo una rosa negra, va todos los jueves. Y claro, no es el único:  es cita obligada de muchos de sus compañeros de trabajo que reservan sitio en una lista y llegan con tiempo para tomar algo. 
Él suele encabezar la lista, no tanto porque le guste bailar, o la compañía de los otros —ya los ve todos los días en el trabajo—, sino porque le gusta el lugar: la paredes de ladrillo, las luces, la gente bien vestida como si cada jueves fuera una fiesta eterna, más que un after office.
La clientela es variopinta, desde abogados claramente diferenciables en trajes caros o no tanto, hasta un pálido psiquiatra con quien una vez compartió unos Bloody Mary. Ingenieros en sistemas, contadores, algunas chicas buscando un buen pasar o acaso una buena noche, muy bien vestidas con o sin marca en sus vestidos, pocos turistas, muchos cancheros, un barman eficiente. 
Las mesas limitan el lugar para bailar y permiten mayor cercanía o intimidad, si uno sabe ubicarse. Juan sabe perfectamente los mejores lugares pero su terreno es la barra, prefiere estar parado cerca de las bebidas hasta las 22 que es cuando el lugar se transforma en boliche y la fiesta supera las conversaciones. En otras pampas lo llamarían careless whisper, aca es sólo chamullo. Incluso hasta hace poco una pizarra en la pared adviertía el estilo del lugar: "En este establecimiento sólo se admiten chamullos al estilo Fourcade". Lo suyo no es vanagloriarse mintiendo su posición para convencer a una esporádica compañía, lo suyo es acompañarse de una buena bebida, el abrazo frío a una copa medio llena y mirar, disfrutar del lugar. 
Pero hoy mientras observa descuidado hacia la puerta, siente una mirada sobre él. El Azar parece haberlo elegido, se da vuelta despacio.
Ella está contra una pared en el otro extremo de la barra, con una copa en la mano. Sus miradas se cruzan.  Piel blanca tostada de un verano que no es el de Buenos Aires, rubia, alta, con estilo. El brillo azul fluorescente de la luz negra sobre su evanescente vestido blanco  revela muy buenas formas y le quita de pronto el incipiente sueño y  el ligero aturdimiento del alcohol. Juan no aparta la mirada, conoce el tema y se desliza entre los que pueblan la pista en dirección a esos ojos zafiro sin  parecer pretenderlo, ni negarlo. Desde una mesa cercana, otros ojos azules chispearon al momento. Un amuleto brilló con una profunda luz aguamarina, se escuchó una risa tenue, que Juan no escuchó. La mirada y sonrisa de la ocupante de la mesa regresó a su acompañante y sus labios brillaron sensuales mientras se le acercaba en el sillón. 
Juan no vió nada de esto, caminaba hacia la pared como si un hilo tendiera un puente entre miradas, evitando toda la gente entre ellos. Las luces dibujaban sombras, las sombras desplegaban nuevas luces fuera de su campo de visión, mientras ella no pestañeaba en su acercamiento.
Y de pronto alguien se cruzó y el puente de miradas quedó roto.
El estrépito de los parlantes se hace intenso y brilla resonando en el vestido rojo sangre, Juan se frena sujeto por  una chica de pelo rojo oscuro que se atravesó de frente en su camino como una gata negra de buena suerte y brillantes ojos verdes. 
Juan redefine mentalmente la palabra Voluptuosa. Ella despliega una sonrisa como el gato de Cheshire de Alicia; pero con picardía y sensualidad al mismo tiempo. La rubia se separó de la pared y ahora viene a su encuentro, las dos se miran, se miden, se sonríen levemente. Parece que se conocen, o se reconocen. Juan todavía está quieto, aún no dijo una palabra, pero reaccionando al fin dice — Hola, al espacio vacío entre ambas.
La rubia no dice nada, lo vuelve a mirar con sus profundos ojos azules y se acerca un paso. Su cabello rubio ondula siguiendo el sinuoso ritmo de la música,  pero no es bastante. Juan se ve apartado por la morena que sonríe con chispas en sus ojos esmeralda y le dice — Hola, mientras tomándolo de las manos lo arrastra a la pista.
Brillos y sombras se mezclan, luz y oscuridad, mientras una chica alta, rubia y de formas perfectas regresa a su lugar cerca de la pared atrayendo miradas. Desde luego, la partida está perdida. Desde lejos, ve una figura en vestido rojo perdiéndose en las sombras de las mesas del fondo, la luz negra que cae sobre ella crea el efecto de que lo último que se vea al alejarse sea su sonrisa.
La noche recién comienza pero sabe que no es suya. Se despega lascivamente de al lado de la barra y pide un último trago. La tierra ya no es para ángeles, no cabe duda, ni siquiera para ángeles caídos. Los humanos pueden enseñarles sobre seducción y lujuria a los mismos tentadores, son otros tiempos y otros dioses. La rubia sonríe apenas en su derrota y desaparece en las sombras con un ligero perfume a azufre, para no perder el estilo.