jueves, 14 de diciembre de 2017

Leyenda del bosque oscuro - Los tuyos mirándome



Versión de una antigua leyenda que leí hace tiempo.

En las profundidades del oscuro bosque, donde las leyendas de terror cobran vida y los corazones se llenan de miedo, existe una historia que pocos se atreven a contar. Se dice que en ese enigmático lugar, un lobo y una bruja escribieron una historia de oscuras pasiones.
Hace ya muchos años el lobo, abrumado por su papel como villano en siniestros cuentos, decidió emprender un viaje en busca de una nueva vida. Harto de ser temido y juzgado por su apariencia feroz anhelaba hallar un rincón donde pudiera ser amado y aceptado tal como era. La Luna Sangrienta iluminaba el oscuro sendero donde deambulaba el lobo. Ansiaba huir de las miradas prejuiciosas y el odio que lo perseguía. Con sed de un nuevo destino buscaba alejarse de todos, hasta que en un sendero solitario, halló a una mujer.
Ella, una figura enigmática, estaba tendida sobre una enorme roca, su rostro oculto entre sus manos. Vestía de negro, un vestido tan hermoso como sombrío. Su cabello enmarañado la cubría y ocultaba su rostro, extendido sobre ella le otorgaba una extraña belleza, única y misteriosa. El lobo se acercó con cautela y la interpeló:
—¿Hola? ¿Qué te ha traído a este lugar lúgubre y solitario?
Ella, sorprendida, alzó nerviosa su cabeza y reveló sus ojos que brillaban verdes y feroces en la penumbra, al tiempo que alzaba una mano para defenderse. Las brujas entienden el lenguaje de las bestias. Respondió:
— Escapo de la malicia que abunda entre los hombres. Me juzgan por mi apariencia, sin intentar conocer lo que hay más allá. Anhelo apartarme de aquellos seres hipócritas y crueles, que predican la bondad mientras desatan sufrimiento y carecen de compasión.
El lobo comprendió el peso de sus palabras y pese a que había dado un respingo al alzarse el peligroso brazo desnudo debajo de la capa, se acercó lentamente, sus propios ojos verdes fosforeciendo igual de feroces bajo la luna. Le habló en un rumor ronco:
¿Permitirías que te acompañe? - ofreció - No por lástima, sino porque mi corazón ansía hacerlo. Sin dudas yo puedo comprender tu temperamento y tu rabia.
Ella asintió. Se sentó en la roca mientras la noche se poblaba de silencios, atenta a esta conversación:
— Será un placer que compartas mi soledad, pero sólo si es por amor sincero, no por piedad. Quiero sentirme amada por lo que soy, sin que juzguen mi naturaleza oscura.
El lobo se recostó a sus pies, encontrando consuelo en su presencia. Ella acarició su cabeza, y una risa dulce se escapó entre sus labios acostumbrados a una alegría siniestra.
— Eres tierno, tu apariencia de coraza oculta una suavidad interior. Lo percibo.
El lobo la miró con sus ojos enigmáticos, ahora llenos de amor.
— Deseo amarte por lo que eres, sin etiquetas ni estigmas — Con un tono más suave dijo — Me quedaré a tus pies hasta que la luna no inspire más poemas y las estrellas se extingan en el firmamento.
— Siéntate junto a mí, no a mis pies, sino a mi lado - dijo ella, acariciando su cabeza.
— No rechazaré tu oferta, algo en ti me hipnotiza. Tus ojos profundos acaso parecidos a los míos, o tu voz cargada de misterio me embrujan como un conjuro oscuro.
Ella se sonrojó levemente, ocultando su rostro bajo la capucha. No había hecho ningún conjuro, ella lo sabía bien. Y él también. Sin embargo, el lobo no podía dejar de admirar su belleza inusual. No era la típica hermosura que todos anhelan, era una belleza siniestra y atractiva. Pero veía brillar un alma salvaje y pura como la suya propia.
¿Sabes? - susurró ella - A veces, las estrellas más brillantes están lejos, pero su fulgor deslumbra desde lo oscuro.
Es cierto - asintió el lobo - Hay seres que resplandecen tanto que no pueden esconder su esencia, aunque lo intenten.
Mientras el silencio se apoderaba del ambiente, sus pensamientos se entrelazaban en una conexión inquietante. Rompiendo el silencio, el lobo confesó:
He sido temido por siempre. Mis fauces, mis garras, todo en mí genera terror y odio.
Ella reveló su propio tormento:
— La apariencia es mi maldición. La gente exige bondad en tonos pasteles, pero mi oscuridad me condena a la soledad, al rechazo...
— Tu apariencia me atrae, no soy amante de lo común. Veo la belleza en ti, no sólo por fuera.
— Desconoces mi interior — dijo la bruja. Mis secretos más sombríos son aterradores.
— No necesito conocerlo todo. Te conozco porque me conozco. Te amo porque me amo. Tus ojos brillantes son como las estrellas que me iluminan en las noches oscuras. Deseo vivir en tu sonrisa por siempre. Ver mis ojos en los tuyos mirándome.

De aquel encuentro nació un nuevo cuento de amor, un vínculo desafiante entre dos seres condenados por la noche. Cuentan que, en las noches de luna llena, la bruja se transforma en loba y recorre el bosque junto a él, entregándose a su amor tenebroso. En otras noches, ella le brinda un brebaje para que él tome la forma de un hombre, pero no un príncipe azul sino un ser oscuro, capaz de cargarla hasta su lecho de amor. En las noches más oscuras, cuando la luna se esconde entre las nubes y los aullidos de los lobos se mezclan con el eco de los conjuros, se dice que aún se pueden escuchar risas y susurros de amor. Algunos cuentan que los espíritus del bosque han sido testigos de una unión eterna, un lazo que trasciende las formas y las apariencias, recordándonos que el amor puede ser tan hermoso y terrorífico como la propia noche.


miércoles, 13 de diciembre de 2017

Viajes


Viaja, recorre, descubre.
Se aleja, se conoce, se complace.
Se imagina y se olvida de sí mismo.
Se encuentra, se entiende, se hace.

Perfume



Oscuro. El viento de la noche trajo el perfume de un dolor de ausencia.

Nace, nueva



Nace un nuevo día, una nueva esperanza de verte nuevamente.

Búsqueda y resultados



Busqué dinero y encontré trabajo.
Busqué trabajo y necesité concentración.
Busqué en el silencio la concentración, y encontré la paz.

Aulló


Salió por la puerta. El viento nocturno refrescó su afiebrado cuerpo.
En el silencio de la noche, aulló.
Su primera noche de verdadera libertad.


miércoles, 6 de diciembre de 2017

Eternidad




La eternidad finalizó hace 5 años.
El universo desapareció, y con él, todo.
Desapareció la gente, conocidos y desconocidos que nos cruzábamos día a día, los lugares que visitábamos: un espacio debajo de los árboles de una plaza, un bar, la vereda de una casa  entre sombras de la noche. Desapareció un barrio, luego un  país, un mundo, una habitación.
Desaparecieron cines, teatros, piletas, parques, futuros, momentos, historias. Desapareció el cortar los sobrecitos de azúcar para el café. Desaparecieron la miradas, las sonrisas y también las lágrimas.
Desaparecieron las esperanzas. 
Desapareció el cielo, desapareció el viento, y el perfume de su pelo.
La eternidad terminó en el vacío de los recuerdos.


martes, 5 de diciembre de 2017

Luz de la cocina




Ella se fue. Se fue para siempre.
Se desviste en silencio, se acuesta. Pone en hora el reloj para levantarse mañana, la vida sigue, aunque no la de ella.
Está solo.
Ve que olvidó apagar la luz de la cocina, la claridad le llega desde el pasillo. Ella siempre recordaba apagar las luces.
Recostado en la penumbra, siente el click de la lejana llave de luz, y se sumerge en la oscuridad.



lunes, 4 de diciembre de 2017

Te contaré un cuento, y las pesadillas se irán



Tres de la mañana, madrugada de un sábado después de un viernes largo. Me despierto  —casi— al escuchar un sollozo. Unos segundos después termino de abrir los ojos, con el sonido de pisadas débiles que se acercan a mi cama.
La veo parada frente a la cama, los ojos llorosos y dormidos, el pelo sufriendo una revolución de rulos de seis años.
— ¿Una pesadilla?
— Si, ¿me puedo acostar en tu cama?
Recuerdo un comentario que me hicieron, y busco en medio de mi estado adormilado una respuesta. Y obvio la pregunta.
— ¿Era un monstruo?  — Si.
Saco un libro de mi mesa de luz. Una libreta. Un lapiz. A veces necesito anotar las ideas antes de que se me escapen en el duermevela.
— Sentate, ¿te animás a dibujar al monstruo?
La cara pasa de dormida a atenta, interesada e intrigada — Sí.
— Tomá, dibujalo.
Lo escribe en medio de la hoja. Con trazos esquemáticos, pero con cuidado. No es muy distinto a los monstruos simpáticos de Monster Inc. — Ahora cuando termines vamos a hacer que el monstruo no vuelva.
La imaginación  se le despertó. Veo que el sueño quedó atrás. Empieza a dibujar algo al lado del monstruo y le pregunto qué es — Una reja, para encerrarlo.
Le pido que no dibuje la reja, la tacha, y también algo más que no sé qué es. Ahora viene la parte complicada de preguntas:
— ¿Cómo se llama? — Después de un rato de pensar se le ocurre un nombre: — Santi.
— Veo que tiene un montón de dientes, ¿no tiene pestañas? — Y de pronto el monstro no se ve tan mal.
— El monstruo, ¿se puede esconder en la oscuridad? ¿sabe trepar? ¿se hace de gelatina para pasar entre los barrotes?
Las preguntas la mantienen atenta, dice que sí a todo. Tomo el papel y empiezo a dibujar — Menos mal que no sabe nadar, ¿no?
Me mira apenas mientras asiente, sin perder de vista el dibujo. El monstruo no sabe nadar.
Termino de dibujar, los dos sentados al borde de la cama, pasan unos minutos de las 3:15 del sábado. Ahora se lo ve al monstruo en una isla, rodeado de olas. En la isla una palmera con cocos. Un sol enorme llena el cielo sin nubes.
— Listo, ahora el monstruo está en una isla: no puede salir, porque no sabe nadar. Tiene comida en la palmera, y no se puede esconder porque está siempre al sol. No servía encerrarlo porque puede pasar entre los barrotes, pero así está bien.
Veo que se empieza a dibujar una sonrisa, el monstruo está atrapado. Tomo el papel de nuevo y sobre la arena dibujo un caracolito.
— Y un amiguito para que no se sienta solo, seguro que a él también le daba miedo la oscuridad y necesitaba que lo acompañen.
Toma la hoja, y veo que dibuja. Una cucaracha. Mi cara de sorpresa lo dice todo
— Es por sí caminando sin querer aplasta al caracol, las cucarachas resisten.
No puedo menos que estar de acuerdo con esa lógica.
— Y ahora — digo, guardando el dibujo entre las páginas del libro— queda acompañado de los demás personajes de estas historias, puede pasar de historia en historia si los personajes lo llaman, pero no salir del libro.
La sonrisa es enorme.
— ¿Solucionado el problema del monstruo de las pesadillas? Este monstruo ya no molesta más. Si hace falta, si aparece otro, me avisas y lo dibujamos. ¿Vas a dormir a tu camita?
— Sí.
Un abrazo de papá y una sonrisa llena de rulos, para dormir sin pesadillas.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Elixir



Como quien bebe un elixir mágico, te llevas la taza a los labios, sientes que llena tu boca y cae por tu garganta como una catarata de vida, los ojos se abren y los músculos parecen estirarse. El primer café de la mañana inunda tus cinco sentidos.

— del Cuaderno de Pablo



Presentimiento



Un presentimiento como un cuervo en mitad de la noche, un pensamiento negro que no te deja dormir, que te roba el sueño, la tranquilidad y la alegría: ¿Qué estará haciendo, justo ahora?

— del Cuaderno de Pablo

Tomar distancia



En ocasiones es necesario tomar distancia. A veces las circunstancias nos llevan a eso: un velorio, una enfermedad, un casamiento; nos hacen ver variables posibles y cambios drásticos. Si logramos vernos desde otro lugar, y manteniendo la perspectiva, podemos ver donde estamos. Si sabemos adonde estamos, podemos decidir adonde vamos.

— del Cuaderno de Pablo

Modorra y nostalgia



El calor de la tarde, una modorra post-almuerzo, el recordar una tarde a la salida del colegio, los primeros días de primavera. Un recuerdo, una sensación de alegría y nostalgia.

— del Cuaderno de Pablo


Respira



Cuando la vida se empeña en doblegarte, respira. Respira y piensa cómo fue tu última sonrisa, y ese recuerdo se transformará en tu próxima sonrisa.

— del Cuaderno de Pablo

Refugio de silencio



Un refugio de silencio contra el desdén del egoísmo cotidiano.

— del Cuaderno de Pablo

jueves, 16 de noviembre de 2017

Luz en la noche



Descienden las estrellas sobre las calles mojadas de lluvia, un viento se lleva el pasado mientras tus ojos me muestran la felicidad.

  — del Cuaderno de Pablo

lunes, 13 de noviembre de 2017

Tributo al Romancero Gitano




En una noche en penumbras
se ilumina su mirada
sus ojos luces de ébano
que preceden la mañana

Fueron sus ojos,  su boca
fue su piel aceitunada
que me llevaron a hablarle 
con palabras desmañadas

Bajo la luna creciente 
bailamos de madrugada
una magia lenta que
esa noche eternizara

Un presagio y un recuerdo
de un presente y un mañana
hoy ese dia es pasado
pero la magia está intacta.

El deseo, como luna
que en cada tarde asomaba,
que crecía cada noche,
que cada dia olvidaba

¡Cuantas veces de esperarte 
era que desesperaba!
El pelo largo ahora corto
la prisión más perfumada

Me hizo perder de deseo,
de amor el alma agotada.
De soñarla, yo despierto
y me encuentro con la nada




viernes, 10 de noviembre de 2017

Rapsodia de un viernes olvidado



El pensamiento llega, y trae el recuerdo
del perfume que es el movimiento de tu pelo
una mirada que acariciaba al irte,
los sentidos no alcanzan a describirte.
Una canción que nació al ver la luna
en un cielo que perdió mi alma
cuando te separaste de mí,
una huella que se desvanece en calma.
La esperanza que decidiste arrancar
como un poema  hecho con una flor de papel,
porque el amor no es esperar.
Partes ensambladas de una canción que fue de dos
que hoy el tiempo se encargó de perder
en olvido, en silencio, en adiós.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Donde los ojos no ven




Los pongo en contexto: Este fin de semana pasado, subterráneo línea A, falta poco para el mediodía. Habitualmente lo tomo también durante la semana. Y cuando lo tomo en un fin de semana suelo estar acompañado por mi hija, hoy no es el caso.

Bajo las escaleras al andén, en la misma terminal de San Pedrito, que todos conocemos por Nazca, calles gemelas separadas al nacer en Av. Rivadavia. Llega una formación, gente que se baja, subo. Está casi vacío: en el extremo de asientos del vagón, una mujer ciega con su bastón, joven, arreglada, que no se bajó pese a ser el propio final del recorrido. Un flaco con unas bolsas, que el imaginario popular acompañaría con la expresión 'cartonero', se le acerca solicito y le avisa que que es la terminal:
— Hola, esta es la terminal de San Pedrito, te aviso por las dudas.
— Si, lo sé, gracias.
Una sonrisa luminosa, una expresión que acompaña la sonrisa, el flaco regresa al fondo del vagón, con la mejor recompensa por su preocupación.
Antes de sentarme, me acerco:
— Disculpá, escuché que no te bajabas en esta, ¿necesitás que te avise en alguna estación?
Me 'mira', con sus ojos vacíos, girando la cara hacia mí. Otra vez la sonrisa.
— No hace falta, lo que pasa es que yo canto en el tren. La mayoría de la gente me conoce ya, ¡un día voy a tener que bajar en algún lado y no me van a avisar! — se ríe, cómo haciéndote cómplice de su ceguera. Me quedo tranquilo, la saludo y me siento a mitad del vagón.
Pasan dos estaciones. Espero, veo que inclina la cabeza,  escucha el murmullo de gente que le avisa cuando tiene suficiente público. Pasada el andén de Carabobo se para, y con la misma sonrisa en la voz que en la cara se pone a cantar. Suave, mostrando que claramente no es cantante, pero modula perfectamente un himno religioso con mucho sentimiento. El vagón se silencia, la gente escucha y sonríe en reflejo a su sonrisa y a la calidez de su presencia. Terminada la canción pasa por los asientos, creo que todos contribuimos. Se pierde en la otra punta del vagón.
Pasan dos, tres estaciones. El vagón extrañamente sigue medio vacío, aunque ya hay bastante gente de pie. Pasa algún vendedor de algo. En el mismo lugar en que estaba la chica ciega se detiene un hombre también claramente invidente, con un bastón blanco. El aspecto conspira en su contra, desalineado y medio zaparrastroso, pide una moneda a los gritos, se rectifica y exige atención, no se le entiende claro en la voz áspera, ruda, enronquecida. Se queja que no le hacen caso, que están (estamos) todos con los celulares, y golpea violentamente el techo del vagón. La llamada de atención es efectiva e inmediata, prende un alerta en todos. Una alerta inconsciente. Alguna gente se aparta, todos se callan y lo miran, el ciego grita: 
— Todos forros, no les importa. Yo no me aguanto esta situación — y revolea el bastón, golpea el piso y una columna de caño de metal, con un ruido amenazante. La gente a su alrededor se levanta y pasa a la otra mitad del vagón, los que están atrás, mas cerca de la puerta,  se pegan al fondo mientras el ciego se adelanta por el pasillo moviendo el bastón con golpes que no buscan señalar un camino. Guardo el teléfono en el que iba leyendo, y espero en medio de los asientos ahora vacíos. Una inacción tensa, una cuerda a punto de soltarse con fuerza contenida, algo atávico se activa  y mi cuerpo aún sentado toma un posición de respuesta mientras mis ojos siguen las evoluciones del bastón que ya deja de ser símbolo de respeto y ayuda, para convertirse en un arma. Como si me viera, se detiene a unos pasos y retrocede, hacia el fondo del vagón, golpea los costados, grita, no es muy  comprensible, pero exige una colaboración, grita que no tiene trabajo. La gente se amontona al fondo y se pega a las puertas, que acaban de abrirse en Plaza Miserere, el hombre golpea el techo ahora cerca de la puerta. Eso parece que activa a un flaco que está cerca suyo. Toma impulso y le da un fuerte empujón por la puerta y lo saca del vagón mientras le grita —¡Andate, andate y no vuelvas! El ciego queda parado en el andén. Al momento que se rompe la tensión, queda claro que era la acción adecuada: ahora que puedo ver el fondo del vagón, veo un chico de unos 11 años muy asustado, escondido detrás de su padre que lo cubre protegiéndolo. Una chica de unos 17 está llorando con la frente  pegada a la puerta enfrentada a la que acaba de salir despedido el violento. Desde el andén grita, provoca, desafía a una pelea. Golpea los costados, mete el bastón por la puerta. Me adelanto junto con otros dos, un movimiento animal, de manada. No va a volver a entrar. El mismo flaco, le vuelve a gritar que se vaya. El bastón traza círculos y se estrella contra un vidrio, que resiste el impacto. El tren esta detenido, incluso un pasajero llama al 911, pero ninguna autoridad se acerca pese a que estamos a un par de metros escasos de los molinetes y está a la vista la cabina de expendio de pasajes, hoy carga de tarjeta. El ciego sigue gritando. Un vendedor se le acerca:
— Ya se fue amigo, no lo busqués más, se bajó y se fue — le miente tratando de calmarlo, mientras el otro invita a pelear al universo.

Finalmente se aleja en dirección a los molinetes, sin que nadie intervenga,  y sin que medie aviso se cierran las puerta y el subterráneo finalmente arranca. La gente vuelve a sus asientos. Veo al padre calmando a su hijo. La chica se limpia las lágrimas con la manga. 
Un mismo problema. Dos decisiones. Dos universos distintos.
Me deja pensando.

------------@------------

Como postdata, y de manera totalmente inesperada, tres días más tarde me encuentro a la chica ciega tomando un café con leche con medialunas con una amiga en el mismo bar en el que paro todos los martes previo a clases. Conversa, le dice a la otra que no, que no necesita ayuda, paga su café contenta del rato compartido y sale, con cuidado, tanteando el camino con su bastón y con su sonrisa como arma contra el mundo cruel, iluminando la oscuridad.



viernes, 20 de octubre de 2017

La Vidente




El teniente inspector Lecca no lograba entender lo que veía. Una heladera destrozada contra el suelo ocultaba el cuerpo de una mujer probablemente joven, cuya sangre desdibujaba una enorme cruz azul trazada en el suelo.

Por suerte para él, testigos del accidente sobraban: Una mujer con carrito de almacén, el peluquero en la puerta a pocos pasos, un par de peones de un camión de mudanzas, una madre con su hijo pequeño. Les tomó declaración a todos.
— Recien pasaba por la otra vereda, de regreso del supermercado de la esquina, cuando por el rabillo del ojo alcance a ver un movimiento al tiempo que escuchaba una explosión. Miré y vi la heladera y luego al acercarme vi la mujer debajo, muerta. No la conozco, no vengo seguido a este supermercado.
— Buenas tardes oficial, yo conocía a la víctima: ella trabajaba en aquel negocio casi al lado de mi peluquería. Es adivina, vidente, y muy buena. Yo no fuí nunca, pero mi ex mujer la fue a visitar y así se enteró que yo la engañaba con la peluquera del turno tarde. Mi ex se quedó con la casa, yo logré seguir con la peluquería. Nada que criticarle a la adivina, era todo verdad. Nunca me enteré como lo supo ahora ya es tarde para preguntarle, mi ex tenía detalles que nadie hubiera podido saber. Además varios de quienes eran sus clientes se cortan el cabello conmigo y según dijeron sus profecías se cumplían siempre.
— Si, soy el dueño de la empresa de mudanzas. Mi peón y yo traíamos los muebles al edificio, el departamento está en un piso 12 y no hay forma de subir algunas cosas por la escalera, es muy estrecha. Tampoco por los ascensores que son muy chicos. Así que decidimos subir la heladera con una polea por la ventana. Armamos el cabrestante para subir la cama y una mesa de comedor, el lavarropa y un ropero de roble macizo, estábamos subiendo  la heladera... Si, a la mujer hacía rato que la habíamos visto en la vereda, miró un par de veces adonde estábamos trabajando y luego fue que se puso a dibujar. Pero no le prestamos atención, siempre que armamos una mudanza tan grande hay curiosos. La cuerda que usamos toda la mañana estaba firmemente trenzada con dos sogas pero al subir la heladera se rompió, primero una soga con un estallido, se balanceó e inmediatamente la otra soga no soportó el peso. En el movimiento la heladera se alejó de debajo de la ventana y se estrelló ahí adonde estaba la señora, cerca del cordón de la vereda.
— Pasábamos justo con mi nene, ese que ve ahí en el kiosko. Lo dejé ahí con la kiosquera que es una amiga para que se entretenga con los juguetes. Por suerte no vio nada, justo estaba mirando hacia la calle y al sentir el ruido lo cubrí instintivamente, y al darme cuenta de lo que había pasado lo metí rápido en el kiosko y salí a ver, fue entonces cuando usted me llamó. Sí, mi hijo se había acercado a doña Agatha, fue el último en hablar con ella, la conocía del barrio. La vio dibujando la cruz con tiza y se acercó. Ella siempre era muy amable, hablaron, y luego lo trajo de la mano adonde yo estaba hablando con la vecina y se volvió ahí adonde ocurrió el accidente. ¿Va a hablar con mi hijo? lo acompaño al kiosko.
— Volvíamos de la carnicería con mamá y  vi a Agatha dibujando. Le dije si jugábamos juntos y pregunté qué era lo que estaba dibujando. Me dijo una palabra rara, que no entendí, 'lestino' creo que era. Yo creí que era un tatetí porque dibujaba una X. Pero hoy no quiso jugar, me dio un beso y me dijo volviera con mi mamá, y que mirara con atención la calle que iba a ver pasar un camión de bomberos, y que en un ratito la kioskera me iba a regalar un caramelo ¡Es este! Y es muy rico.

El teniente inspector Lecca esperó al resto de los efectivos y al forense. Vio pasar raudo un camión de bomberos, con la sirena sonando. Tomó su informe, tachó la frase 'presunto accidente', y en su lugar escribió 'Suicidio'.

martes, 17 de octubre de 2017

Atardecer de estación



Tienes en tu pelo el perfume de una lluvia sobre los ladrillos de una calle abandonada.
 — La novia del viajante, Cacho Castaña

Los vi desde dentro del tren Roca, un atardecer. Él entró al tren conmigo, y se sentó en uno de los asientos del final del vagón, mirada seria en su cara aindiada. Ella llegó unos segundos luego de que se cerraran las puertas, y se quedó mirándolo por la ventanilla. Le golpeó el vidrio, leve, una caricia con sonido apagado, sin violencia. Él ya la había visto, pero no abrió la ventanilla que era de las pocas que estaban cerradas en la formación, esa tarde en que la primavera traía perfumes de sueños y esperanzas. Ella no habló, pero sus labios modularon un 'te quiero', mientras apoyaba la mano en el cristal del vagón que comenzaba a moverse. Lentamente él levantó la mano y la apoyó, desde su lado del vidrio, cubriendo la manito de la joven —casi niña— embarazada. 
El tren partió.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Manzana



Pobre Blancanieves nuestro príncipe
prefiere a la madrastra, a la mala del cuento.
Él será la manzana
donde duerme el veneno.
Amores imposibles, Ismael Serrano


Ella llegó a su vida con el primer aire de verano, traída por el recuerdo de  amores de cuento de hadas.
Se presentó con una sonrisa y un comentario sobre princesas, con una mirada enfrente al Paseo la Plaza adonde daban una obra y varias actrices disfrazadas hacían promoción en la vereda. 
Vivieron un tiempo en el bosque, rodeados con la gente amable que allí vivía. El príncipe se refugió en una historia que pudiera hacer realidad un imposible. Ella creyó esa historia con los sueños de un futuro distinto a los pasados presentes que había vivido teñidos de tinieblas y tristeza.
Pero el mundo los alcanzó, con una llamada de teléfono, con la tentación de un pasado que no pasaba nunca.

Tenía una voz de princesa de Disney, pero no alcanzó para el príncipe que tenía el veneno de la voz y el deseo de la Reina mala en el alma.  


jueves, 21 de septiembre de 2017

Feliz primavera



Según nos cuenta Homero,  Perséfone nació de la unión de Zeus con Deméter, Diosa de la naturaleza.
Hades,  dios de las tinieblas, no pudo resistirse a su belleza y la raptó llevándola a su reino subterráneo.
Demeter,  su  madre;   bajó  al  inframundo  en  su  busca,  pero  mientras tanto la Tierra se convirtió en un sitio frío y desolado.
Al  reencontrarse  Deméter con  su  hija  fue  tal  su  alegría que transformó al mundo y trajo la Primavera.

¡Feliz primavera!


miércoles, 20 de septiembre de 2017

Comentario a la nota: ¿Y donde está el adulto?



Nota publicada en diario infobae 20/09/2017


A veces me pueden acusar de facho, creo que con la edad todos perdemos un poco del romanticismo de las utopías y entendemos que es necesario hacer cumplir — hacer cumplir, así sea por la fuerza— un cierto orden social para poder coexistir en sociedad. Para que los deseos de algunos no choquen con los derechos de otros. 
Y este hacer cumplir que no debería existir como tal, sino que todos deberíamos buscar cumplir, se basa en los dos males del país: egoísmo y falta de respeto. Egoísmo porque sólo se piensa en los beneficios para uno mismo, falta de respeto por el otro, por las instituciones, por las normas básicas de una sociedad.
“El año 2000 nos encontrará unidos o dominados”, dijo el 11 de noviembre de 1953 el propio general Perón. 
Y tuvo razón, de forma muy extraña: hoy los que toman los colegios responden a partidos y sindicatos que se postulan peronistas, y que dominan la propia forma de actuar de los alumnos sin tener en cuenta sus necesidades de conocimiento y de aprender a comunicarse. Falta de respeto al propio general, y egoísmo para lograr los propios fines perjudicando a otros. Llegamos al 2017 desunidos después de años de grieta, y se perdieron los principios básicos de una sociedad. Involucionamos al 'salvase quien pueda', menos que simios.
La falta de respeto y la indiferencia o desacato a las normas está en todos los ámbitos: En la calle, en las oficinas, en los colectivos, en las manifestaciones, en las protestas, en los piquetes, en cualquier situación. Porque como se ve, la mala enseñanza comienza en la escuela.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Día del niño: Ekatón



Hoy escribo un recuerdo.
Hacia mucho, mucho tiempo, en una galaxia cercana, un chico de 7 años (yo) leía la revista Anteojito. Muy fana de la lectura desde muy chico era mi revista preferida y mi abuelo Florencio la tenía encargada al kioskero amigo, por lo que cada jueves llegaba puntualmente un número nuevo. Y no duraban nada, los leía antes del fin de semana: las aventuras de Hijitus, de Pio Pio (que había llegado a la revista desde Billiken, y no me gustaba), Calculín, los chistes de Pelopincho y Cachirula, las referencias al Libro gordo de Petete, y  las notas más 'escolares'. Lo disfrutaba muchísimo.
Pueden imaginarme aún hoy en ese chico. Más grande mi papá me iba a comprar Condorito, y luego iba a descubrir las Locuras de Isidoro,  pero siempre la preferida y que primero leía fue Anteojito.
Y una de las cosas que más me gustaba además de los juegos y adivinanzas era la aventura de página central, generalmente eran aventuras de Anteojíto y Antifaz, pero a veces se 'colaban' otras historias como las que presento en el link: Ekatón, el pueblo perdido del espacio.
(¡Gracias, enormes gracias a OMAR-CITUS por este sitio!)

Momento triste cuando ya adulto en 2001 me enteré que por la crisis económica Anteojito no se iba a publicar más.
Pero volvamos al recuerdo lindo:
La aventura de Ekatón se presentó en capítulos durante varias revistas, y cada revista/capítulo venía acompañada de un personaje de la historia. Súmenle puntos a este momento como el preludio inicial a mi actual deleite por los cómics, los muñequitos coleccionables de los que tuvieron buena parte de la culpa los chocolatines Jack, trayendo las colecciones de personajes de Anteojito —otra vez— y de Titanes en el ring; y mi fascinación manifiesta con la ciencia ficción sumándolo a que había visto ya para ese entonces Star Wars.
Pero sigo apartándome de lo que pretendo contar, como buen viejo divagando por las ramas de la historia.
Llamémoslo contexto, para no hacerme sentir tan mal.

Verano de 1980, llevaba ya varios capítulos de la historia, y surge la posibilidad de ir de vacaciones a Córdoba, a un hotel gremial de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), de la cual mi abuelo Florencio Varela era dirigente. Recuerdo subir al taxi de mi papá con miles de cosas en el baúl, incluso las que llevábamos al camping todos los años a San Clemente, aunque esta vez no a  un camping. De hecho, mirando las fechas, puede que hayan sido mis primeras vacaciones en las que no fui a San Clemente del Tuyú. Salíamos del mar y gracias a la magia sindical nos íbamos a las Sierras.
Agreguemos al contexto que íbamos solos, que yo era muy muy tímido y muy de ciudad, y mi capacidad de hacer amistades con los chicos del lugar era absolutamente nula.
Por lo tanto del paseo por Córdoba si bien era un éxito, no recuerdo demasiado. Tengo imágenes de acercarme a algún arroyo, el juntar alguna rama para apoyarme al trepar. No mucho más que eso. Mi papá con los perennes jeans cortados, como siempre que usó alguna suerte de pantalón corto en esa época, sin contar la malla de baño. Recuerdo el hotel como un bloque grande de cemento, una estructura bien de los 70, cuadrada y peronista. Un pasillo entre edificios o habitaciones, cubierto. Un olor a pasto cortado y a humedad en el aire. El enfrentamiento cara a cara con un mamboretá (tata dios o mantis religiosa como lo iba a conocer mas tarde), que me miró fijo desde el medio de un sombrío pasillo, y levantó las pinzas para convencerme que de ninguna manera iba a pasar por ahí: Tenía razón él, por supuesto. La sala enorme y llena de mesas para cenar o para el desayuno, los recuerdos se hacen confusos, y con muchas mesas seguramente porque era la primera vez que iba a un hotel, antes vacacionábamos en carpa o bungalow.
Pero lo que me quedó grabado en alguna neurona perdida, fue que a los pocos días de haber llegado, hablamos con mi abuelo. Yo, medio aburrido puede que por un día de lluvia, le pregunté si había llegado la revista y si traía el muñequito. Me contestó que si, que estaba en casa. No recuerdo bien la conversación, si pregunté por el color del muñeco o cual era, pero sin duda mi abuelo comprendió mis ganas de tener la revista.
Y dos días más tarde cuando bajábamos a desayunar, al entregar la llave en recepción nos informaron que había un paquete para el 'Sr. Pablo Brión', y me lo dieron: Eran dos (¡las DOS!) revistas que habían salido en el tiempo que habíamos estado de vacaciones, y que recibí con una sonrisa que podía iluminar cualquier mal clima y descascarar el verdín de las paredes.
Me acuerdo cierta expresión de sorpresa en la cara de mi papá, mamá después señalando que luego llamábamos al abuelo para darle las gracias, y yo leyendo las aventuras esa misma tarde y salir al húmedo pasillo para enfrentar con Quelonios a cualquier mamboretá que se me cruzara. Ninguno se atrevió, menos mal.

Y un viernes antes del día del niño, por casualidad un compañero de trabajo, conversando sobre que tan buenas mascotas eran las tortugas, me hace recordar desde cuanto tiempo yo conozco la palabra Quelonio, y por qué. Las neuronas hacen sinapsis y busco la referencia en la red, internet tiene sorpresas y ahí estaba este artículo esperándome, para que el día del niño después de darle el regalo a mi hija, pudiera releer la historia de un pueblo tan perdido en el espacio como perdido es el tiempo de la niñez. O encontrado, en este caso.





jueves, 31 de agosto de 2017

Ajedrez de la vida



Cuando planifico pienso tanto que no me muevo, no arriesgo por conseguir el mejor resultado. Cuando no, actúo precipitadamente y no pienso: no consigo el mejor resultado, cuando no un mal resultado. No tengo punto intermedio, muevo o no muevo. Tablas eternas o jaque mate. A jugar.

— del Cuaderno de Pablo


jueves, 24 de agosto de 2017

Leyenda del Sol y la Luna




Hoy escribo la adaptación de una leyenda supuestamente griega del sol y la luna que anda girando por la web. Me extrañó sobremanera al leerla porque los griegos tenían sus propios dioses Apolo (o Febo) como el dios del Sol, así como Artemisa (o Selene) era la diosa de la luna, por lo que esta leyenda no parece pertenecer a la mitología clásica griega. Vamos entonces a corregirla un poco y  a adaptarla a una mitología más general, sin referencia de nombres a dioses griegos (Afrodita, Zeus), aunque se encuentren presentes. 


Según cuentan las historias, cuando el mundo era joven y oscuro y el hombre recién había comenzado a recorrerlo, existían los dioses. Escondidos en su alta montaña del Olimpo manejaban los destinos de la humanidad a su antojo, y a veces se mezclaban en asuntos de la naturaleza y de los hombres.
Era una época de nacimiento, de creación y los primeros hombres nacidos apenas formaban pueblos, aprendían a comunicarse, comenzaban a descubrir la caza, la pesca y el fuego, siendo este traído por los propios dioses para iluminar la inmensidad del Caos. Aún no existían el día o la noche. 
En una bella isla a hora temprana salía Sol a pescar con su barca en un mar azul transparente y oscuro. Los peces se acercaban atraídos por la tea que ataba a la proa de su barca, y eran presa fácil para sus redes. Iba y volvía repetidas veces al continente para llevar la carga de su pesca, y luego regresaba con los mejores pescados a la isla que era su hogar. Allí,al terminar el día lo esperaba Luna, con un fuego en la playa para guiarlo, con una sonrisa brillante como el propio fuego. La mirada en sus ojos era sonrisa al despedirlo, y el fuego de su amor era calor cuando volvía.
Se habían conocido en el pueblo en donde ella vivía, él llegó explorando con su bote, la conoció y nunca más pudo mirar otra mujer. A ella la había cautivado su fuerza, su forma de ser, su afán de descubrimiento, la nobleza de su amor. Eran uno para el otro y vivían enamorados y enamorándose a cada momento: Una mirada seductora, una flor blanca, un abrazo, una caricia, la dulzura de recordar momentos juntos a medida que vivían momentos nuevos.

Era tan intenso el fuego de su felicidad que la noticia llegó a la propia diosa del amor y de la belleza. Diosa y mujer tuvo celos, y decidió demostrar que el amor entre ellos no era perfecto y para eso se presentó ante Sol cuando este estaba solo en su barca, brillando en toda su hermosura. Llegó brotando del mar, vestida con las más tenues telas, seduciéndolo con la promesa del mayor de los goces, generando un deseo que ni dios ni hombre alguno podría resistir.
Pero no fue el caso de Sol, que mirándola a los ojos pese al resplandor, dijo:
— Mi señora, eres vos la más bella de las diosas y ninguna mujer puede estar jamás a tu altura, pero mi corazón es sólo para mi Luna que para mí es más hermosa que la luz y más dulce que la miel; ella es mi fuego y mi dicha.

Oscuro y terrible fue el enojo de la diosa ante este desaire. Este hombre la rechazaba con un amor que demostraba superar incluso al de los propios dioses. 

Sin dudar ordenó que fueran separados, y viendo que era necesario iluminar la tierra, indicó que Sol podría navegar alrededor del mundo portando la luz y creando el dia, mientras Luna sólo podría salir para ser faro en la oscuridad de la noche.
Así separados la diosa pensaba que pronto iban a olvidarse uno del otro y demostrar que no era tanto su amor.
Pero no ocurrió de esta forma y Sol brillaba  cada día sobre el mundo, sumido en la tristeza, cada giro más enamorado de Luna; y Luna portaba una tea por las noches y caminaba todo lo veloz que podía en dirección a Sol, sin alcanzarlo y sin olvidarlo nunca. Sus lágrimas eran puntos de luz en el firmamento. 
El dios de dioses conmovido por tanto cariño entre dos seres, y aunque no podía deshacer el deseo de la diosa, acortó la distancia que los separaba y así, cada día al atardecer o al amanecer, ambos pueden verse por unos momentos en el cielo. Fue tan grande el amor, tan profundas las miradas que se dirigen cada fugaz encuentro que los demás dioses intercedieron, y la propia diosa permitió que a veces, cada cierto tiempo, un eclipse los una en el cielo. Entonces Sol abraza a Luna  y el brillo de ambos es luz y oscuridad, es dia y noche. Es todo. Es amor.



lunes, 14 de agosto de 2017

Kamakshi



Tomaba café sola, en la mesa de un bar. El detective la observaba: la despreocupada concentración con que abría los sobrecitos de azúcar, el lento movimiento circular de la cucharita en la taza, el sinuoso cruzarse de sus largas piernas en medias negras, la revista frente a ella que hacía minutos que miraba sin girar las páginas. El detective supo que había sido descubierto, se levantó y fue directamente hacia su mesa.

— Hola —lo recibió ella, levantando la vista apenas se aproximó— ¿juntaste valor?
— Me llamo Milton —dijo él—. Soy detective privado, estoy investigando un caso.
Se había apresurado al presentarse, esperando una reacción, pero ella sonreía sin miedo mirándolo a los ojos. Él trató de buscar alguna pista pero no encontraba nada en ella que pudiera destacar en forma alguna para lo que buscaba. Una falda negra, lisa, una blusa roja de lino con mangas muy cortas, el cabello trenzado en con un cordón encerado, una medalla con la imagen de un elefante, sin anillos.
— Interesante, ¿qué investiga? —contestó ella, con un tono coqueto viendo que él la recorría con la mirada.
— Pensé que investigaba una infidelidad, luego se transformó en una desaparición y  ahora creo que estoy investigando un asesinato.
— Si es un invento para captar mi atención, es el mejor que escucho en mucho tiempo, señor Milton.
— No es un juego. Estuve siguiendo a un hombre que se encontró con usted dos veces al menos en este bar porque la esposa me contrató para investigar una posible infidelidad. Vi que ayer se marchaban juntos pero el hombre no regresó a su casa.
— Si está acusándome o soy sospechosa  ¿por qué no va a la policía? para ser un investigador de revistas rosas, esto puede ser demasiado para usted — dijo ella con sarcasmo, sin levantar el tono de voz, mientras lo miraba a los ojos.
Milton no llegó a ofenderse: hacía mucho que había decidido que él no era un detective de acción, era 'un  fotógrafo con inclinación a meterse en vidas ajenas', como les decía a sus amigos. No le importaba la opinión de los demás, era redituable y no le interesaba arriesgarse con verdaderos criminales. Contestó tranquilo — Es posible que vaya. Pero por mi experiencia en general si un hombre engaña a la esposa, también engaña a la amante apenas tiene oportunidad, así que decidí seguirla para ver si usted sabía algo, él regresaba, o el verla me revelaba algo acerca de su paradero.
— ¿Y el verme le reveló algo? —preguntó ella mientras cruzaba nuevamente las piernas y se reclinaba en la silla en una pose más seductora, al tiempo que lograba tenerlo de frente.
Milton la miró a pesar suyo, la sonrisa pícara, los ojos chispeando entre burlona y sensual. Unos labios rojos entreabiertos muy atractivos, y las piernas que se movían sinuosamente en forma casi hipnótica. Lo estaba seduciendo adrede y él lo sabía. Ella tambien sabía que él lo sabía.
— No me reveló nada, de hecho, ni siquiera sé su nombre.
— Uma —contestó ella inmediatamente ofreciéndole la mano. Milton sintió el deseo de besarla apenas la extendió, en lugar de estrechársela. Se contuvo. Con esfuerzo
— Entonces... ¿en que lo puedo ayudar? No quiero que tenga una mala opinión de mí.
— Roberto Rodriguez. Lo encontró dos veces en este bar, durante esta semana, a esta misma hora. ¿Qué puede decirme?
— Mmmm...me parece que no puedo decirle mucho ¿cómo saber si tiene micrófonos? puede que no me interese contestar en estas circunstancias y si insiste en considerarme una sospechosa. De hecho: ¿sacó alguna foto en que se pueda pensar que yo aparezco?
Interesante, ahora ella era la que estaba sonsacándolo. Algo no estaba bien. Dijo:— No. No tengo micrófonos, y para ser sincero usted no aparece en ninguna de las fotos que tomé, no en forma clara, siempre parece haber un movimiento en el momento de sacar cada una. Raro, en todas usted sale borrosa, irreconocible. El primer día me acerqué bastante, sentado allí en la barra para averiguar el tipo de relación que ustedes tenían y no usé cámara. El dia siguiente me ubiqué algo mas lejos, esta vez armado de una buena cámara con zoom. Ahora me escucha relajada, quieta, pero cada vez que intenté tomarla junto a Rodriguez durante el segundo encuentro, usted se movía en el momento exacto y no lograba fotografiarla. Y se fueron muy rápido, tuve que seguirlos.
— ¿Sabe adonde vivo, entonces?
— En el edificio que está dos cuadras subiendo la callé, el que tiene un león de marmol en la puerta.
— Sabe de mí mucho más que yo de usted Miltón. Le propongo algo: no hable con la policía y muestreme una credencial, o una identificación, y le permito que me acompañe a mi departamento si quiere investigar. Pero no puedo sabér si no me está grabando, así que no le voy a decir nada.
Ella se inclinó hacia adelante y sus ojos eran una invitación a acompañarla. Se preguntó no por primera vez qué hacía esta mujer atractiva, sexy y en apariencia inalcanzable con Rodriguez, un oficinista cualquiera. Porque a él lo estaba seduciendo para evitarse un problema que aún no alcanzaba a determinar, pero ¿al otro? La curiosidad pudo más:— Le agradezco la confianza, le acompaño — dijo, mientras sacaba su identificación y una tarjeta de su agencia en la que era el dueño y único empleado. Ella la tomó — A ver ¡Qué letra más chica!: Investigaciones, seguimientos, infidelidad, recupero de registros telefónicos, recuperación de datos de pc, monitoreo celular, investigación de antecedentes, paraderos, adicciones, sectas, control parental, vigilancia de conducta, fraudes y estafas, pericias grafológicas, instalación de cámaras ocultas... Bien. Le permito que me acompañe, pero no hoy. Primero tengo que averiguar si esto es cierto, y estoy segura que si llamo ahora a este teléfono no me va a contestar nadie, ¿verdad?
Miltón sabía que era cierto, por supuesto. La agencia le permitía malvivir pero nunca ganar lo suficiente cómo para procurarse una secretaria. Pero ya estaba jugado y ella advertida, no podía dejar pasar el momento —Me temo entonces que voy a tener que recurrir a la policia — dijo suavemente, y minimizó adrede la frase:— voy a perder mi pago por resolver esto, pero si no le puedo acompañar ahora mismo lo voy a creer necesario.
Ella contestó de forma ansiosa, aunque no sonaba asustada:— No, no es necesario. Puedo avisar al portero que usted sube, sólo para sentirme segura. Vamos, terminemos con esto.
Dejando pago el café, del que quedaba medio pocillo ya frío, se levantó con un movimiento felino y con una mirada deslumbrante de costado lo conminó a seguirla. Le costaba interpretar sus palabras, esa ansiedad, esa falta de miedo, esa mirada. De pronto ella parecía más vulnerable, como si al haber podido imponerle sus condiciones se sintiera en alguna forma dominada. Verla salir delante de él del bar, el cuerpo cimbreante, el contoneo sensual con que lo rozó al pasar por la puerta que él sujetaba, el sol dejando translucir sus formas y su ropa al salir. No, dominada no era la palabra. Accesible quizás.  De pronto esa mujer imposible se tornaba mas cercana por tener él parte de su secreto. No sabía qué, pero tenía algo.
En las dos cuadras casi no hablaron. Él la observaba y ella observaba la calle y las parsonas con las que se cruzaban. Llegaron al edificio y ella se dirigió directo al ascensor, él no vió ningún encargado. El ascensor era pequeño, muy estrecho para dos personas y él era obeso. Estaban muy juntos, rozándose. Sentía el calor de su cuerpo a través de la delgada tela, ella no intentaba alejarse. Lo miró profundamente con sus ojos negros, mientras una sonrisa mínima se adivinaba en su expresión. El trayecto al séptimo piso fue demasiado corto, el ascensor se detuvo de pronto y ella en el movimiento  de frenado se recostó casualmente en él. El detective sintió su cuerpo hervir de deseo. Ella salió del ascensor y abrió la puerta de su departamento. Cerró detrás de él, con una vuelta de llave.
— Bueno Milton —la forma en que decía su nombre era insinuante— ¿qué es lo que buscás realmente? no esperarás que tenga un cadaver en el armario, ¿no?
Él se contuvo, era demasiado obvia la seducción, pero al mismo tiempo casi inevitable. Se sentó en una silla, poniéndo la mesa entre ella y él  — Ahora tengo unas preguntas.
— Te escucho
— Necesito saber todo lo que pasó con Rodriguez.
— Y yo necesito saber como puedo confiar en usted. Necesito conocerlo mejor
— Le propongo algo...
— ...escucho propuestas —interrumpió ella—, pero antes permitime que me ponga cómoda. ¿Te sirvo algo? ¿una bebida?
Ella se sacó los zapatos de taco, moviendo una silla y sentándose casi frente a él, rodilla con rodilla reduciendo a nada la distancia artificial que él había creado. Pero otro lado, la mesa estaba separada de cualquier cajón y la ropa de ella no permitía esconder  ningún arma. No era tan tonto como para confiarse.
— No gracias, no quiero nada más que respuestas. Le voy a hacer unas preguntas, y usted puede contestar las que considere pertinentes.
— ¿De verdad no deseas nada? — la mirada pícara era a la vez una invitación, una broma y un desafío. Estaba muy excitado pese a tratar de mantenerse formal, ella lo tuteaba desde que habían entrado al departamento y se le insinuaba de forma obvia. Le sonrió
— Por ahora unas preguntas, y unas respuestas.
— ¿Por ahora? y sí contesto ¿luego qué? —El tono de su voz era profundo y grave, lleno de promesas y deseo. Recorrió con un dedo su pecho, lentamente. Luego ella acercó su brazo apoyándolo sobre su hombro, mientras se recostaba voluptuosamente contra él. Milton sintió la caricia de sus piernas, el deseo invadiéndolo, los ojos de ella capturando su mirada. Él quedo fascinado por sus ojos oscuros, y se movió buscando sus labios con deseo, para encontrar una respuesta apasionada. Sintió el brazo de ella rodeándolo, estrechándolo contra su cuerpo, acariciando su nuca; él la abrazo firmemente y la mano de ella recorrió su mejilla acercándolo a su boca: dulce, sensual, incitante, irresistible. Sintió como le rozaba el cabello suelto de Uma.
Tardó en notar que le faltaba el aire, en sentir el cordón encerado en torno a su cuello, no alcanzó a gritar. Ella apretó usando el respaldo de la silla como un torniquete, asfixiándolo hasta la muerte.
Abrió el placard: necesitaría una bolsa más grande, este era más gordo que Rodriguez.


viernes, 11 de agosto de 2017

Charla de bar







— Te lo dije, no hay que darles todo, hay que dejarlas deseando — fue el disparador que abrió la charla esa noche.

Llegamos como siempre, pasadas las 20 hs a tomar un vermoth tranquilos y rumbear cada uno para su casa. Toni, recién juntado, relojeaba el reloj, nervioso. Salía más temprano del trabajo y le costaba venir "tan tarde", pero sabía que si no venía se exponía a la tradicional frase lapidaria de Carlos:
— Sos un pollerudo
Carlos acababa de llegar del laburo, oficinista de banco de buen pasar, empedernido en la soltería que él llamaba "mi libertad"
— Sos hombre, tenés que tener libertad de ir y venir adonde quieras, estár con amigos, farra a la noche los viernes, poker los jueves, fúlbito los martes. Básico.
Carlos, el eternamente soltero quien no se permitía la expresión 'noviazgo'.
Marcelo los miraba a los dos, ese juego de retruques en el qué él era nuevo. Compañero de trabajo de Carlos un día lo había traído al bar para "presentarle a los muchachos", y terminó siendo parte de la barra. Nos diferenciaba una generación pero era una buena manera de ver otras formas de pensar, el pibe no se quedaba callado.
Ale jugaba al fútbol con nosotros, era el que organizaba los partidos, empresario, en pareja estable, solía llegar más tarde pero ese día había caído temprano. Con cara preocupada había hecho una seña con el brazo en alto y sin una palabra había pedido un café cortado. Ale, como yo, no tomábamos nunca alcohol. Bichos raros en un bar.
Fleco había llegado primero, reservó la mesa de siempre y en una silla había encontrado una revista con los comentarios de un psicólogo respecto a las relaciones. Se puso a ojearla haciendo tiempo y cuando llegó Toni le pasó el artículo. Lo estaban comentando cuando el resto llegamos.

— Te lo dije, no hay que darles todo, hay que dejarlas deseando — comentaba Flequillo, que cuando cumplió los 40 se había quejado del apodo y le habíamos dejado  Fleco.
— Mirá si las vas a dejar deseando, la bruja antes lo capa al Toni si le falla una noche
— Si no termino, va a pensar que estoy con otra que me saca las ganas
— Pero no boludo, que ella se quede un poco con las ganas, no vos.
— Yo prefiero que ella se sienta bien, sino anda con cara de tujes todo el dia.
— Pero no es tu caso Toni, eso de dejarlas con ganas es cuando estás en plan de conquista, hay que demostrar quien es el que manda.
— El Toni es el ejemplo perfecto de "el que LO manda...n "
— ¿Ves que sos un pelotudo? Con ustedes no se puede decir nada.
Escuchábamos el ir y venir de la charla con Ale mientras nos sentábamos. Marcelo sonreía callado.

— Es algo sobre lo que casi no se reflexiona —participó Ale — Los hombres no estamos todo el tiempo controlando qué se da, cómo se da, cuanto... y qué se espera recibir a cambio. Simplemente uno hace los que siente bien en la pareja.
— Hacemos lo que nos dicen eso códigos que incorporamos desde chicos y con la experiencia que fuimos obteniendo siendo adultos...
— ...pero lo importante es ponerla.
— Eso descontado, Carlos, pero en una relación de pareja tiene que haber mas que solo ponerla.
— En una relación de pareja, no sé. En tiempo de crisis cualquier agujero es trinchera.
La expresión tan común no evitó las carcajadas. Fleco volvió a los datos que había estado leyendo:
— Acá dice que solo cinco de cada diez mujeres argentinas alcanza el orgasmo en cada relación sexual.
— Por eso está tan solicitado este, dicen que su sobrenombre es 'Mínimo dos'
— ¿Dicen? ¿Tu hermana te contó?
— De vos me contaron: que no se te para.
— Tu hermana es una resentida.
— No, mi hermana no, mi primo.
— ¿Ché, en serio es lo de mínimo dos?
— Sin exagerar...si. Si estoy un buen día, hicimos una linda previa y la flaca pone onda. Me aguanto y se le da solo.
— Eso es por tu concepto de virilidad, en que un hombre tiene que complacer en el sexo para demostrar su hombría. Lo tuyo es tan arcaico, tan machista como los comentarios de Carlos
— 'Virilidad', 'arcáico machista', muchachos, acá hay uno que está frecuentando el sorbete de carne.
— Y acá dice que algunos como vos "incorporan pautas de rigidez e impostura viril", para disimular que les gusta la carne de chancho.
— Lo dice el que le gusta la crema en el café.
— Justo vos que aprendiste a preparar lasagna de atún vegana.
— Uh loco, déjense de joder con eso del machismo, feminismo, empoderamiento de las mujeres y todas esas boludeses. Todos los fanátismos son malos, y acá caemos mucho en los estereotipos. Vos Carlos te haces el típico macho pero bien que Yami te manejaba como quería. Y vos, mucho lavar la ropa, preparar la comida, planchar y lavar platos, pero siempre te quejás que no la pones en meses. No hay recetas, loco.
Recién a esta altura de la charla se escuchó la voz del Marcelo:
— Las cosas cambian, cambiamos nosotros, pero es un cambio lento. A algunas mujeres les va mas el tipo inteligente, que se pueda abrir camino en la nueva selva laboral, el que se pone su propia empresa como vos, Ale. Pero como todo hay mujeres que aunque después dicen políticamente que buscan la moda de los inteligentes, que la tengan clara en las computadoras, que se cuiden como ellas en las comidas, que quieren que sus parejas sean compañeros y que las entiendan; despues esas mismas salen con un simio del gimnasio que no entendés como pudo chamuyársela porque no es capaz de hilvanar ni una frase coherente.
— Al contrario de lo que al principio decían, si, y ridiculizan a las que les gustan los 'sensibles': los hombres que están realmente con ellas, que las cuidan, las escuchan, las atienden, les brindan sexo atentos a sus necesidades y tienen proyección a futuro en la relación. Cada mujer es un mundo por descubrir.
— Gatafloras.
— Distintas formas de pensar y de sentir. La cosa es no traicionarnos nosotros mismos, Si queremos joda, no prometer casorio; si somos dominantes, no dar una imagen falsa; sí somos personas que queremos enamorarnos de verdad, entregarnos a una relación sin medir las consecuencias, ser más abiertos en las emociones, compartir cosas de verdad hay que darle lugar a eso sin pensar que pueda tener una respuesta sarcástica por parte de otros: “un dominado, pollerudo, sumiso, maricón, dependiente, dominado".
— Repetiste dominado, dominado.
— algunas se quejan que los tipos son todos machos, y que no las tratan bien. Y parece mentira pero no a todas les gusta que las traten bien, romántico, caballero, no las entiende nadie. Algunas se quejan porque les abrís la puerta, dicen que les 'coartás su independencia, que pueden valerse por sí mismas'
— Si se queja porque la dejás pasar adelante, la protegés con un paraguas, le abrís la puerta... mandala a freír churros macho, está mal del marote. Es una fanática. Vas a tener quilombo.
— Es que ahora parece que a todas piensan que le tipo que las mira ya las está acosando. Parece que hay que andar con la zabeca gacha por la vida como este...
— Vos tenés la cabeza gacha porque no se te para.
— ¡Ya te fuiste al pasto! No les gusta tampoco el hombre sometido, fijate que las que dicen eso en realidad no buscan hombres. A muchas les gusta el tipo romántico, sin caer en fanatismos. Y a otras les gusta el tipo dominante, seguro. Ven al chabón del gimnasio que tiene los abdominales como una tabla de lavar la ropa, como una caja de ravioles, y tampoco es que se preguntan si es romántico, o se dan cuenta qué está todo el día al dope, no labura, no tiene futuro...
— ¡Daaaaale! como si vos cuando estas en el gimnasio mirándoles el escote a las que hacen peck deck, te preocupa si estudian, trabajan, cuanto ganan... Tenés otra cosa en la cabeza
— Las cabezas...
— Es que es así, somos más parecidos que diferentes, hay 'reglas no dichas de conducta' establecidas por años en que el verdadero hombre es un tipo tiene que tiene que complacer en el sexo para demostrar su hombría, pero fuera de la cama más vale dosificar la entrega, dejar en claro que toda expresión de romanticismo es una concesión casual. Hay algunos que se dedicaron de correrse de ese esquema, evolucionar, ser más curiosos con el otro, estar dispuestos a escuchar, aman la música, tienen sensibilidad social,  o se enganchan en cosas mas New Age. Un hombre romántico, comunicativo, presente, emocional y entregado.
— Eso vende.
— Y si, a veces. Son modas; el tipo inteligente siempre trata de venderse con lo mejor que tiene para conseguir chicas, como decía Charly. La cosa es que veces al exagerar mostrarse muy macho o mostrarse sensible, pierde la esencia de lo que realmente es.

Nos quedamos callados un rato, cada uno mirando el vaso de aperitivo o haciendo preguntas esotéricas a la borra del café del fondo de la taza. Fleco rompió el silencio:
— A mí siempre me gustó el cine francés y no por eso...
— Puto
— Te la comés doblada
— Tragasables
— Catador de bombilla de cuero

— ¡Vayánse a cagar!


(modestísimo y siempre insuficiente homenaje al Negro Fontanarrosa)

miércoles, 9 de agosto de 2017

Enfrente




Enfrente, el misterio.
Siempre vamos y venimos por la misma calle, por la misma vereda. 
Enfrente todo es distinto, un país diferente, un mundo inexplorado.
Enfrente alquilaron el local grande y pusieron un juguetería.
Estamos en la esquina. Cruzan veloces los autos, se escucha el quejoso andar de un camión, el pitido de los frenos de los colectivos.

Y la avenida se hace enorme en los ojos de 5 años. 
Dame la mano, crucemos juntos.



Viñeta urbana



Pablo, 7:30 de la mañana,  y el colectivo 8 semirrápido nuevamente no se detuvo en su correspondiente parada de Donizetti —como siempre de 7 a 8 horas— aunque iba medio vacío en el vagón del fondo. Se le hace necesario tomar uno que le acerque desde Liniers a San Pedrito, para tomar el subterráneo hacia microcentro, lugar de apuros y rutina semanal de días hábiles. Se sube al colectivo con muchos como él  abandonados en la parada por la falta de respeto de choferes y empresa, muchos que registran casi la misma frase para solicitar el pasaje: — a San Pedrito, o — hasta Nazca. Nombres sinónimos frutos de una calle dividida. 
La música retumba en el colectivo 1, el chofer circula entusiasta con la radio a todo volumen pese a la legislación que lo prohíbe. La falta de respeto está a la orden del día, lo hacen todas las líneas porque no hay controles ni multas. La gente se pone auriculares para no escuchar ni escucharse, en el apretujarse matinal del día lluvioso y anormalmente cálido de la madrugada de invierno. Incómodos, nerviosos, se bajan tres cuadras antes porque el colectivo —¡No sigue por Rivadavia!, según el grito del chofer que busca esquivar la traba de tráfico producto de los arreglos del metrobús que se crea para mejorar la traba de tráfico.
Una larga fila de personas apuradas que caminan esquivando autos en una estación de servicio, una serpiente Jörmungandr porteña  que agita su cola a lo largo de cuadras entre paradas de colectivo mientras su boca besa las bocas de subte.
Los pasos apresurados, el adelantarse en la esquina del semáforo tratando de ganar un segundo al otro, el cruzar en rojo mirando los autos que vienen, las miradas intolerantes y nuevamente el apresurar el paso tratando de ser los primeros en bajar al submundo de la línea A y alejarse del cielo gris.
Entonces, justo en la entrada, una mujer pregona galletas y facturas —¡hechas en casa!, sin gritar, con la voz hecha sonrisa, y la sonrisa como un rayito de sol y color mientras ofrece sus creaciones entre el humor gris de la gente. Destaca como la única muestra de lo que debería ser una verdadera sociedad en medio de la rutina del tumulto humano.


martes, 8 de agosto de 2017

Juegos de seducción



Mensaje, llamada, silencio.
Silencio, mensaje, llamada.
Llamada, mensaje, silencio.

No siempre inicia el mismo cada secuencia. El silencio es estrategia en un lado, desesperación en el otro. Las llamadas son siempre del mismo lado; los mensajes casi siempre son del otro.
Lo que comenzó siendo un juego de seducción se transforma en una rutina infinita de agonía, esperanza y pérdida.


lunes, 24 de julio de 2017

Reparador de sueños




Las palabras tienen magia, todos lo saben.
El aspirante a escritor llena carillas de historias que se entretejen con la vida misma, sueños que palidecen en la cotidianidad y poemas desgarrados de rima impecable. Reparte pedazos de su alma en papelitos mecanografiados, doblados como libros, en las estaciones de subterráneo. Lo que no sabe ni nunca supo, es que escribiendo desde el alma en cada publicación, sus cuentos de hazañas e ilusiones reparan los sueños rotos de los demás. Recorre Buenos Aires de forma subterránea, día tras día, iluminando corazones que luego emergen por la boca del subte al caos urbano, resplandeciendo entre el gris de la rutina, con una sonrisa.
Inicia el día en el trayecto de la linea A en la estación San Pedrito, en Flores; a lo largo del día puede encontrárselo en distintas formaciones y estaciones, siempre con sus preciados 'libros' en las manos, a veces mecanografiados y algunas pocas veces escritos a mano. A la tardecita si no llueve,  se asoma desde la linea D en Callao y camina unas cuadras  para tomar un café en la librería Ateneo Grand Splendid, para luego retomar el viaje bajo tierra nuevamente hacia Catedral. No muestra sus textos en el camino ni en la librería, sólo en el subterráneo.
A veces, toma sucesos que le ocurren a él mismo y los plasma en papel y tinta, en estos es juez y parte, registra y opina. El que lee sus comentarios de pronto adquiere una concepción más profunda de la vida y de la muerte, y se siente en paz, más libre, más liviano. Tres veces más grande.
Todos lo conocían por Toto, aunque se llamaba Tot. Los que compraban por monedas su alma, eran quienes curaban la propia.

jueves, 6 de julio de 2017

Filosofándo con amigos: La Mujer Perfecta



Un día en la vida de todo hombre, este descubre a la Mujer Perfecta.
Ella resulta ser superior a sus sueños, inteligente, divertida, con los ojos brillantes cuando le sonríe, independiente, muy hermosa, emprendedora, seductora, tiene todas las características que el hombre soñó, y algunas que ahora ve que son fundamentales pero que no había tenido en cuenta antes.
Es la personificación de la gracia y la belleza, una diosa en la tierra, encantadora y alegre, hace que todos a su alrededor se encuentren prendados de ella al momento, ningún hombre puede resistirse a mirarla o a acercársele cuando entra a una habitación, bar, cualquier sitio. Magnética en su atractivo, es sencillamente perfecta.

Y entonces, en un caso ejemplo de la imprevisibilidad cósmica, se alinean los planetas, es bisiesto un año impar, el tarot es propicio, y esa Mujer Perfecta nos da bola. Si, si, a nosotros pobres mortales que con todas nuestras virtudes no podemos más darnos cuenta que esto está mas allá de la lógica y la comprensión.
Una de las cosas que la transforman en la Mujer perfecta es, justamente, la posibilidad de tenerla.
Y allí es cuando surge la decisión: ¿qué hacemos? ¿aceptamos salir con ella?  ¿qué hacemos si fehacientemente sabemos que podemos salir con quien es para nosotros la Mujer Perfecta?
Porque sabemos que esa mujer nos va a llevar a vivir en el Paraíso, que va a hacer realidad todos nuestros sueños, pero seguramente no va a durar. La Mujer Perfecta no se queda mucho tiempo con alguien, vive la vida a mil, seduciendo en donde pasa, y buscando siempre lo mejor. Si aceptamos el Paraíso, aceptamos luego el Infierno cuando se vaya y nos deje, sabiendo que nunca más volveremos a ser tan felices como cuando estábamos con ella,  nunca volveremos a sentirnos tan amados, amar tanto, disfrutar tanto, reírnos tanto. Elegirla es saber que vamos a sufrir la peor decepción de su ausencia, el dolor más grande y la más terrible pérdida al dejarnos,  y que nunca nos vamos a recuperar por completo. Si le damos el corazón, no lo vamos a recobrar nunca. 
Nuestra vida se transformará en una perpetua tristeza, recordándonos en cada cosa y momento al amor perdido. Y no tiene cura, porque se trata de la Mujer Perfecta, nadie nunca va a poder ocupar ese lugar.

Ante esa decisión, podríamos decir que no: Negarnos a esa felicidad pasajera que preludia una vida de tristeza. Pero ¿cómo decirle que no? Saber que estuvimos a punto de tener con nosotros a la mujer de nuestros mas imposibles sueños ¿y negarnos? Viviríamos pensando en todo lo que pudo ser y no fue, en un Limbo perpetuo de posibilidades no concretadas. Cualquier mujer que se nos cruce luego, puede ser maravillosa, pero nuestra mente va a decirnos:— Ella no es la Mujer Perfecta. Y pudiste tenerla. Y la dejaste ir.
Ninguna relación posterior puede resistir esa incertidumbre, ese dolor sordo de indecisión. Una negativa nos cierra las puertas del paraíso y no nos deja volver a vivir, tampoco.
Nuestra vida se transformará en una perpetua tristeza, recordándonos en cada cosa y momento al amor perdido. Y no tiene cura, porque se trata de la Mujer Perfecta, nadie nunca va a poder ocupar ese lugar.

Si, el final se repite exactamente igual, cualquiera sea la decisión. Por suerte nunca tenemos la oportunidad de tomarla, ya que no existe esa decisión realmente: Si es la Mujer Perfecta para nosotros, y está interesada, nos tiene. Es inevitable, porque por algo es la Mujer Perfecta. Imposible resistirse.
Y nuestro destino, desde ese momento, está escrito.



martes, 4 de julio de 2017

Pleocroísmo



El viaje a la velocidad de la luz es físicamente imposible. Pero no para la luz.

Los avistamientos OVNI eran cada vez más frecuentes.

En Córdoba, Argentina, casi llegó al nivel de una religión, una mitología new age de extraterrestres que como seres de luz llegaban a las sierras con un mensaje de paz y amor. Naves que despegaban entre luces multicolores, y aterrizaban para, de manera algo sorprendente, siempre encontrar conocidos charlatanes para impartir su doctrina, que estos lograban comercializar. Eso fue lo que por bastante tiempo mantuvo el lugar alejado de una investigación seria: Los investigadores con pensamiento científico no creían nada de estos avistamientos.
Se hacían bromas, se dibujaban memes, pero no se investigaba. Como en La carta robada de Poe, ningún lugar mejor para ocultar algo que a la vista de todo el mundo.
Al mismo tiempo ocurría algo similar en Japón, la mitología era más antigua y se teñía de demonios y dragones tornasolados. Tampoco se investigaron los avistamientos de manera científica por mucho tiempo. Cualquier caso que fuera detectado, se atribuía a otros fenómenos. Claro que la verdad de todo esto se supo mucho después.
Fue en una reunión entre directivos de las doce empresas colombianas de esmeraldas cuando, entre cócteles, uno de los empresarios comentó cuanto le estaba constando contratar mineros capacitados ya que tenían la superstición de que elusivos seres se escondían en las minas y que naves descendían haciendo extrañas marcas en la zona minera. De pronto, todos los dueños y terratenientes de las minas comentaban lo mismo. Uno de ellos tenía un primo astrónomo trabajando en el observatorio de la localidad, y curioso, inició una investigación por su cuenta. Le indicó a su pariente que le daría  una subvención importante para sus investigaciones si apuntaba los telescopios una temporada hacia su mina. No tuvo que esperar demasiado,  dos semanas mas tarde su primo no solamente lo llamaba para contarle del éxito, sino que una delegación del gobierno se presentaba en la mina. Y con ellos gente del proyecto S.E.T.I. de búsqueda de inteligencia extraterrestre. Al momento todos los telescopios que tenían alcance en la zona apuntaban a la mina y notaron no solamente actividad extraterrestre sino rutas claras, que poniéndose en contacto con otros observatorios y haciendo un seguimiento por satélite, los llevaban principalmente a las sierras de Córdoba y a las montañas de Tsukuba, en Tokio. La relación entre áreas no tardó tampoco en aparecer: un período geológico común y las mayores concentraciones de rocas Cordieritita del mundo. Esta piedra tiene una característica particular que comparte con las esmeraldas, o rubíes, aunque estos en mucha menor medida: Es una variedad de roca metamórfica, como los mármoles, producida por la antigua existencia de un mar y clima tropical en la región. Poniéndose en contacto con geólogos de la Universidad Nacional de Córdoba, acerca de estas piedras confirmaron que las orbículas de cordieritita del Cerro Negro son la segunda concentración mundial de la misma por magnitud y volumen y que la rareza de esta roca es doble, por un lado por estar compuestas mayoritariamente de cordierita un mineral poco abundante, de color azul violeta, antiguamente conocida como dicroita por su propiedades pleocróicas. Por otro son particulares debido a que se conforman en estructuras geológicas llamadas 'orbiculares' que son estructuras en capas concéntricas y formas esféricas. Y para completar el cuadro, el principal yacimiento de estas se encuentra en las montañas de Tsukuba, en Tokio Japón.
Ahora ya se conocía el objeto que buscaban los extraterrestres, pero no se conocía la finalidad. Se prefirió mantener las zonas sin vigilancia ni realizar cambios hasta entender la naturaleza del hallazgo, para no alertar a los no identificados visitantes.
Todos los laboratorios investigaron las piedras con la presunción que algo en sus propiedades podía resultar útil para seres del espacio, tan importante que llegaban a arriesgarse a ser descubiertos para obtenerlas. La respuesta no llegó de un laboratorio químico, sino de una investigación de física, teniendo en cuenta una de las propiedades mas peculiares de estas piedras: El pleocroísmo.
El pleocroísmo es la facultad que presentan estos minerales de absorber las radiaciones luminosas de distinta manera en función de la dirección de vibración. Por esta propiedad, un mismo cristal puede aparecer con coloraciones diferentes dependiendo de la orientación en que haya caído en la preparación microscópica. La Cordierita (también conocido como iolita) tiene esta propiedad en forma muy fuerte: ortorrómbica marrón azul / amarillo / marrón verdoso / gris / azul a púrpura cubre casi todo el espectro luminoso. En menor medida la turmalina, y mucho menos las esmeraldas, que habían iniciado circustancialmente el descubrimiento. El punto es que al recibir la luz, pueden generar una refracción de esta en gran parte del espectro.
Se revisaron investigaciones sobre la luz y en particular una trasnochada hipótesis de la fuerza que impulsa la luz: conocida  en ciertas investigaciones como energía virtual. Hasta que a alguien se le ocurrió que la misma luz podía ser y tratarse propiamente como una fuerza, como el magnetismo. En las universidades de Michigan y Burdeos se demostró que la luz podía alterar la trayectoria  de líquidos, por ejemplo empujándolos con un láser. No por el calor, sinó por la tenue presión generada por los fotones que acostumbra a pasar inadvertida. Pero el líquido usado en el experimento de Burdeos tuvo una superficie tan increíblemente débil que incluso la presión de la luz pudo deformarla. Se comprobó la luz como fuerza, y a partir de eso se la pudo utilizar para empujar objetos mayores, no sólo líquidos. Llevó tiempo.
El uso de los cristales de cordieritita fueron la clave para lograr un haz de impulso, estable y multicolor. El viaje espacial a la velocidad de la luz fue descubierto, usando la propia luz como impulso.
Ya no se volvieron a detectar avistamientos aislados. Al momento del descubrimiento de la fuerza de la luz y el despegue de la primer nave, así como descubrimos fuimos descubiertos y fuimos aceptados.
La pertenecer a la Confederación galáctica  es requerido el viaje lumínico, se nos aceptó como nuevos miembros.
Y en lugar de descubrir una civilización, o un nuevo mundo, descubrimos un Universo.