jueves, 21 de abril de 2016

Ruido Blanco

Qué es el Ruido Blanco


Este es un post diferente. El otro dia estuve leyendo e informándome sobre algunos tipos de terapia acústica, y leí acerca del llamado Ruido blanco. ¡Y parece que viene en varios colores! (o sonidos)

Para empezar, vamos a la definición de Ruido blanco: En electrónica, en el estudio del audio, el ruido blanco es una señal aleatoria que en todas las frecuencias tiene la misma potencia. Ok, es chino. Para hacerlo más simple, nuestro oído escucha cierta gama de frecuencias, el ruido blanco es como si todas las que percibe el oído humano se escucharan igual al mismo tiempo. Es el ruido que escuchamos cuando prendemos la televisión sin sintonizar ningún canal. Así como la mezcla de todos los colores (o más específicamente frecuencias de ondas) de luz producen la luz blanca, así se llamó este tipo de ruido.

Pero ¿para qué sirve el Ruido blanco? Un ruido es muy difícil que tenga utilidad, como no sea molestar. De hecho, si hay mucho ruido en un ambiente, nos molesta para dormir, o los ruidos que hay en una oficina nos impiden concentrarnos en el trabajo, o en el estudio.
Pero , justamente, el ruido blanco al ser la suma de todas las frecuencias atenúa el resto de los ruidos. Los enmascara. Así, un ruido blanco con volumen bajo nos puede permitir relajarnos y pensar mejor en ambientes con mucho ruido, o ayuda a dormir (también a los bebes). Algunas ventajas de usarlos son:
Uno de los casos mas usados es que ayuda a dormir, dado que cuando estás dormido igual el cerebro está constantemente a la escucha de sonidos. Si el sonido es muy alto, nos sobresalta por su estridencia; si es muy bajo, como un goteo, puede provocar que el cerebro lo enfoque al tomarlo como una posible amenaza. Y nos despierta, o produce que no podamos descansar correctamente.
También puede tranquilizar bebés  llorando
Relaja y reduce el estrés
Permite una mejor concentración
Alivia los dolores de cabeza y migrañas
Funciona como máscara en casos de tinnitus (zumbido en los oídos)

Si bien el ruido blanco en volumen muy bajo suena como una llovizna, también se utiliza junto con sonidos relajantes como olas, viento, el rumor de un río corriendo.

¿Por qué decía que viene también en varios colores? Porque al estudiarlo se dieron cuenta que no todas las personas reaccionan tan bien al ruido blanco, así que se probaron otras frecuencias que atenúan el sonido: Ruido Gris, es la suma del punto máximo de todas las frecuencias, suena en el oído como una cascada, Ruido Marrón tiene mas fuerza en las frecuencias bajas, y es el que mejor copia el ruido de la lluvia (mi preferido, o al menos el que mejor resultado me da), Ruido Rosa tiene frecuencias de sonido superiores, y la onda del sonido no desciende tanto como en el ruido marrón, lo que le da un golpeteo audible. Algo interesante en el ruido rosa es se puede escuchar en casi todos los dispositivos electrónicos (conocidos como el ruido de parpadeo) e incluso en sistemas biológicos. Se ha encontrado en los ritmos cardíacos, y en la propia la actividad neuronal. Cómo para probar. Los conocidos como Ruido Azul y Ruido Violeta son los opuestos de ruido rosa y marrón, respectivamente. en vez de aumentar hacia frecuencias mas bajas, lo hace hacia las mas altas. Más agudos y menos graves. parecido al silbido del agua en un sistema de aspersión de jardín. A mi me enervan, pero seguramente otros los encuentren relajantes. Hay Ruidos (y colores) para todos.

Para probarlo, sirve poner una radio fuera de sintonía, o un ventilador, o un secador de pelo. Los sonidos alrededor se atenúan. Mas sencillo si se tiene internet, es usar estás páginas gratis     
http://www.tmsoft.com/white-noise-player/
http://www.whitenoiseplayer.com/
http://www.naturesoundplayer.com/

y cuando no, youtube nos ayuda con algunos ejemplos y videos mp3
https://www.youtube.com/watch?v=jfZVKBs45-U&ab_channel=RelaxingWhiteNoise

Espero les haya servido



lunes, 18 de abril de 2016

Soñé



Me dormí a las 0 hs, tratando de irme a dormir a las 23, un salto de tiempo entre que terminó la serie, leí los últimos mails, miré un blog, actualicé un hilo, leí unas lineas del libro que estoy releyendo y me logré acostar, finalmente. Como siempre, apoyé la cabeza en la almohada, conté en forma regresiva desde 10 hasta 0 y... llegué a cero. Raro. Nunca recuerdo en que número me duermo, es como una especie a autohipnosis extremadamente efectiva, empiezo a contar y me despierta el despertador a la mañana siguiente. Ayer no, llegué a cero y empecé nuevamente la cuenta. Eso tendría que haberme alertado que no iba a ser una noche como cualquiera. 
Di varias vueltas y me dormí. Estaba mentalmente cansado, o preocupado, o ambas cosas. Soñe con un tigre que hablaba, no recuerdo que decía. 
Mucho menos recuerdo que era lo que yo le contestaba.
Pero eso me despertó a los pocos minutos de haberme dormido. Miré la hora en el despertador: una hora y minutos roja como ojos diabólicos en medio de la oscuridad de la noche. Y sí, el despertador es uno de los inventos mas diabólicos que existen, sin dudas. Volví a dormirme.
Soñé integrar un grupo de ¿ladrones? no se, algunos eran excompañeros de trabajo, no se bien que era el grupo si lo integraba o intentaba escapar, una casa vieja de techo bajo, plano, la veía desde una vista isométrica, paredes blancas, una ventana sin rejas, una habitación vacía adentro  y un patio o terraza de baldosas rojas y blancas, rotas algunas. Saltaba por la ventana convertido en un ratón corriendo por el patio a un rincón  en que se veía una sombra o una grieta. Algo o alguien me perseguía. Me desperté sobresaltado, como si me hubieran agarrado en sueños. 
Apenas pasaban de las 3 de la mañana,  al oscuridad atenuada por el brillo de las luces de la calle muy abajo. Me duermo de inmediato.
Soñe con un regreso, volvía pero su cara seguía seria, sin su sonrisa, sin el brillo de sus ojos. Me miraba sin verme. Abrí los ojos, hacía frio, o yo tenía helada el alma. Las 5 de la mañana. Giro una y otra vez, me levanto, tomo agua, vuelvo a acostarme. Cambié la almohada y cerré los ojos. 
Soñe con un viaje, un vuelo, sin avión ni motores. Soñé la llegada en que entré volando por una ventana, un Peter Pan sin aeropuertos ni pistas de aterrizaje. Soñé un abrazo y una mirada, tu perfume en el momento que te acercaste y entonces...
El demoníaco despertador sonó sacándome del sueño en el mejor momento. ¡Lo odio, juro que lo odio!


miércoles, 13 de abril de 2016

Tardé demasiado



Solo estas cosas lamento ahora: cosas que quedaron sin ser dichas.
Neil Gaiman, Sandman, "The Wake"

Tardé demasiado.
Tardé demasiado en poder escribir, en poder tratar de expresar lo que había pasado.
Tardé demasiado en darme cuenta, también, que era estúpido insistir en algo que no existía.
Es que fue mucho tiempo. Trece años de sueños de amor que en algún momento incluso se hicieron realidad.
Muchas esperanzas, las peores decepciones.
Ser la persona mas feliz del mundo, o perder el alma. Ser el mejor, iluminado por el amor; ser invencible y caer, hundirme hasta llegar a mi peor momento, llegar a una obsesión de no poder vivir o sentir nada más por nadie, costarme años y paciencia poder salir. Poder volver a sonreír.
Años, paciencia y ayuda. Hubo ayuda, unas pocas personas que estuvieron siempre y me sujetaron cuando me hundía, cuando no valía la pena seguir viviendo. Pero una vez que estaba un poco mejor, que veía la chance de estar bien realmente de nuevo,  volví a insistir en una ilusión. 
La misma.
Y fue eso, una ilusión. Hubiera sido lindo que fuera verdad. Hasta que me di cuenta que no.
Es difícil darse cuenta cuando amas de verdad, que el otro no lo siente. Duele aceptarlo, duele creerlo. Es una decepción que te arranca la chance de poder volver a creer.  Me lo recordaron en estos días, por eso lo escribo. 
Es difícil darse cuenta cuando amas de verdad, cuando apostás todo por alguien,  que el otro no te valora. Que es indiferente, que no le importás, que no le interesa siquiera hacer un momento para verte. No ve cuanto te importa, o peor,  no le interesa.
Y si el amor no es de a dos, no sirve.

martes, 5 de abril de 2016

La Adivina de las cartas de Tarot



La Maldición Gitana
“Olajai Callí Panipen gresité lerele lucue drupo, camble Ostebé sos te diqueles on as baes dor buchil y arjulipé sata as julistrabas, sos te merelees de bocata, sos ler galafres te jallipeen, sos panipenes currucós te mustiñen ler sacais; sos Cresorne te dichabe yesqui zarapia tamboruna per bute chiró, sos unga quesarelas romandiñao tucue rumi te sugerete ler nogués, sos manques sacaitos te diquelen ulandao de la filimicha, y sos menda quejesa or sos te buchare de ler pinrés y sos ler bengorros te liqueren on drupo y orchi balogando á or casinobé.”
“Mal fin tenga tu cuerpo, permita Dios que te veas en las manos del verdugo y arrastrado como las culebras, que te mueras de hambre, que los perros te coman, que malos cuervos te saquen los ojos, que Jesucristo te mande una sarna perruna por mucho tiempo, que si eres casado tu mujer te ponga los cuernos, que mis ojitos te vean colgado de la horca y que sea yo el que te tire de los pies, y que los diablos te lleven en cuerpo y alma al infierno. ”


Otra vez. Estaba trabajando, y se distrajo pensando en ella. Caminaba por la calle y sus pensamientos la seguían, la recordaban. Pensaba su última conversación y la próxima, si es que hubiera una próxima. Sonreía cuando recibía un mensaje de texto en la mañana, se entristecía cuando no le contestaba el teléfono. Siempre ella. Lo había dejado, pero siempre estaba presente. Y recuerda, o no olvida, que es un sentimiento más intenso.
Estúpido. A ella ya no le importaba, lo tenía dominado con un recuerdo, con la sombra de una sonrisa. Ya no siquiera necesitaba verlo, era tan encantadora que le perdonaba todo, que aceptaba esperas y negativas. La idealizaba, la veía siempre más inteligente, más bella que la vez anterior, no importaba el peinado, no importaba lo que tuviera puesto, era en todo la mejor.

Necesitaba olvidarla. Probó con la psicología, con salir con otras, con enfrascarse en su trabajo, con interminables sesiones en le gimnasio. En  cada momento, ella. Sin dejar de pensar en encontrarla, sin ver nada más en su mente que reminiscencias de momentos vividos, vestigios en su memoria de cada momento íntimo, reteniendo el recuerdo de su cuerpo y el deseo, ...
Basta.

Ya no podía seguir así. Sábado a la mañana y se despertaba pensando en lo mismo, no podía evitarlo. Ya no sabía que hacer,  cuando buscando departamento en los clasificados vio el anuncio: Tarotista - Amarres rápidos - Desbloqueos Energéticos - Videncia - Rituales o hechizos de unión de pareja permanentes - Maldiciones gitanas. Llame ya al 3220-9___. Por la característica del teléfono supo que no era lejos, le quedaba de camino. 
Lo vio como una señal. Pensó en la canción de Silvio Rodriguez: "Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, ojalá pase algo que te borre de pronto..."; sabía que estaba basada en un maldición gitana. Eso era la respuesta: Una maldición. Una maldición hacia ella que pudiera cambiarla, que no fuera la imagen ideal que él veía, que la alejara de él. Que alejara la realidad de su recuerdo. Que la transformara en un ser humano normal, en lugar de un sueño hecho realidad, se requeriría una mágia extraordinaria. 

Recordó lo que sabía sobre maldiciones gitanas, se basaban en magia antigua. Recordaba a su bisabuela, que hablaba mezclando palabras andaluzas con caló, hablando despaciosamente en la sabiduría de la edad y de haber vivido y visto mucho, le recomendaba nunca expresar malos sentimientos con respecto a personas o situaciones, con histrionismo le instaba a no pensar en alguna mala acción o frase porque esta podía alterar positiva o negativamente  la realidad de sus semejantes. con una sabiduría ancestral y religiosa contaba como la primer maldición la realizó Dios, que en el principio era Verbo y apenas se inicia el Genesis se cuenta. “Entonces el Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y  entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.”    Génesis 3:14
Tenía grabado en la mente el versículo, tantas veces lo había escuchado y ahora al recordarlo, recordaba todo, palabras en caló, la fuerza de la palabra como una certeza de quienes la emanan, como creencia de que es cierto lo que ponen en su boca, un imprimiendo de voluntad la frase que simboliza un hechizo muy difícil de romper.
Recordó su infancia, su abuela, las primeras palabras de una antigua maldición. Se decidió en el momento y marcó el número. Contestó una voz sin edad, seca, joven, decrépita, profesional
— Tarot y su destino en la palma de la mano.
— No, tarot no, quiero una maldición gitana.
Escuchó el silencio del otro lado, un suspiro y un asentimiento. Arreglaron un horario, el tenía que llevar una foto del objetivo de la maldición. 

Pensó en los miles de fotos que tenía de ella sola, juntos, en los mejores momentos compartidos. Su cerebro inmediatamente seleccionó la foto en que la recordaba mas tentadora, mas sexy. Eso era lo que había que destruir, eso era el objetivo.
Cuando llegó al lugar entre los edificios del céntrico barrio descubrió una casona antigua, mal cuidada pero de aspecto señorial. La mujer le abrió la puerta casi sin mirarlo y se presentó. Se veía mucho mas joven que lo que hacía suponer la voz en el teléfono. Entró detrás de ella a un salón en 
penumbra, sobre una mesa redonda vio ardiendo un plato con una vela negra. Sacó la foto. La adivina no se veía tan joven a la luz de la vela, vista a través de la mesa. Hizo tres círculos concéntricos en la foto, el punto que debía dañar, tal como le indicó la adivina. Le dio la foto. En ese momento ella alzó la vista hacia él, lo miró a los ojos aún con la foto en las manos; sofocó un grito. La foto cayó sobre la mesa, boca abajo.
La adivina se levantó, con una gran emoción en la mirada le pidió que se vaya. No habría maldición o magia de ningún tipo —dijo—, era algo que la superaba. Él se levantó agitado y sintió una energía extraña dentro suyo, abrió la puerta haciendo tambalear el cartel con el nombre de la tarotista y salió para no regresar
La adivina cerró la puerta y puso el cartel de cerrado. Se sentó en la vieja silla de madera y apagó la vela. La  oscuridad no es un problema para quien ve el pasado y el futuro, había estado ciega al presente. Él era presa de una maldición aunque no lo sabía. No podía hacer nada contra la magia que lo poseía, el cliente ya estaba hechizado por una magia más antigua, mucho más poderosa. Recordó las palabras de la ancestral maldición árabe, para la que no tenía remedio. Tradujo las palabras en su mente:
"Ojalá te enamores"




Entes Sueltos en Buenos Aires 4: La Adivina de las cartas de Tarot





viernes, 1 de abril de 2016

Adicción


Vivimos en una sociedad adicta al sufrimiento. Sufrimos porque no tenemos trabajo, cuando lo tenemos sufrimos por el jefe que tenemos, cuando es un excelente jefe sufrimos por no ganar tanto como queremos. O por el mal ambiente laboral. O por inseguridad de estabilidad laboral. Sufrimos por amor, los que no tienen pareja sufren por soledad, por la ausencia de alguien especial que cambió sus vidas, sufrimos por ansiedad de alguien que parece estar cerca pero no se concreta. Por amores obsesivos. Y en pareja sufrimos por discusiones, por celos, por falta de tiempo para estar juntos. La falta de tiempo es otro sufrimiento en sí mismo, el día no tiene mas que 24 horas y tratamos de alcanzar a hacer todo lo que suponemos necesario, ya que sino nos genera angustia de no llegar con todo... y sufrimos. O en todo caso le sacamos horas al sueño para completar lo que consideramos que es imperativo hacer, y al día siguiente, cansados, faltos de sueño, sufrimos todo el día. Sufrimos con lo que les pasa a nuestros amigos y familia, cuando nos cuentan día a día sus penas. Esto es el poco sufrimiento 'bueno' que podemos encontrar, escuchar a la gente que queremos. Por lo demás sufrimos por impuestos, gobierno o por el hambre en el mundo, cientos de cosas que no podemos cambiar (no digo no se puedan mejorar).
Vivimos sufriendo y como todo, se transforma en un  hábito. Nos hacemos adictos al sufrimiento por costumbre, por rutina. Y así también la queja se transforma en hábito y en costumbre.   
Vemos pasar los días sufriendo. Esperamos el viernes para terminar la semana, el agobio, la rutina. Inventamos actividades para 'cortar la semana' y a veces son tantas que nos generan otra obligación, mayor falta de tiempo y por ende mas tensión, lo que se traduce en, naturalmente, más sufrimiento.
Necesitamos cambiar esa adicción. Miles de blogs y gurús ofrecen cientos de soluciones para mejorar nuestra vida: no es que estén equivocados al tener tantas recetas, sino que cada una se aplica a una persona, para un momento determinado. Y ninguna se aplica sola.
Aunque hay algo mas genérico, podemos avanzar a mejorar un poco quejándonos menos, exponiéndonos menos a las quejas de los otros; tratando concientemente de ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío. ¿Mi pareja me da una respuesta poco específica? pensar la mejor opción, y preguntar en base a eso, no tomar la peor alternativa y quejarse (verbal o mentalmente) por la mala respuesta. ¿El ambiente del trabajo es malo? buscar mejorarlo, y si no se puede tomar una decisión y no una queja: Cambiar uno y soportarlo, o cambiar de trabajo. A veces se piensa que no se puede lograr algo. Nada es imposible, el imposible solamente tarda un poco más, leí el otro día en el tatuaje del brazo de un compañero de trabajo. Y si algo no se concreta, estaremos equivocando el camino. Es momento de cambiar.
Cambiar las quejas por decisiones es el camino. Decidir ver lo mejor, decidir una acción, decidir cambiar de camino. Y en el camino, en el día , en cada situación, concentrarse en las cosas buenas que pasan. Darse un tiempo para ver alrededor. Anotar lo bueno, porque es una manera de que la mente se enfoque en las cosas buenas que ocurrieron en el día, escribir en una libreta algún momento lindo. O varios. A veces no se puede evitar sufrir, hay cosas difíciles de superar. Pero empezar a responder a la rutina con una sonrisa. Acostumbrarse a ver cosas buenas. Que se haga hábito.
Seamos adictos a la felicidad.