viernes, 10 de marzo de 2023

La verdadera caja de Pandora

 


La caja de Pandora, también conocida como la caja de todos los males, fue un regalo engañoso que Zeus envió a los hombres como respuesta a la acción de Prometeo, quien robó y entregó el fuego de los dioses a la humanidad.

Sin embargo, el regalo más peligroso para los hombres no fue una caja, sino una moneda. Sucedió cuando Morfeo estaba experimentando con su poder de los sueños, proyectando ideas hacia los hombres. Sin saberlo y sin intención, su poder se unió al de Azar, un dios menor que cada noche soñaba con una moneda girando y devolviendo aleatoriamente cara y ceca.

El poder de Morfeo se combinó con el de Azar y trajo la moneda desde el mundo de los sueños a la realidad. Azar la encontró en su bolsillo al despertar, sin saber cómo había llegado allí. La moneda tenía un trébol en una cara y una calavera en la otra. Azar sintió su poder al tocarla: era un tesoro siniestro y maravilloso. La guardó durante un tiempo, consciente de su poder tan particular. Cuando Azar decidió enseñarle una lección a un humano que pregonaba que la suerte no existía y que todas las acciones tenían una reacción, decidió seguir el ejemplo de Zeus y le entregó la moneda. De esta manera, Azar buscaba corregir la conducta del hombre y hacerle comprender la importancia del respeto hacia el dios más voluble del panteón.

Eran otros tiempos, en los cuales Azar aún no había desarrollado su amor por la humanidad ni utilizaba su poder para premiar a los buenos o modificar conductas negativas con pequeños detalles. Por ejemplo, una gota de aire acondicionado cae justo en el momento en que alguien está leyendo un mensaje amoroso en su celular, lo que lo lleva a detenerse y limpiar la pantalla en lugar de cruzar distraído la calle. Azar es un dios menor y no puede estar en todas partes, pero ahora intenta ayudar a la humanidad en su conjunto. Sin embargo, la moneda fue creada en épocas pasadas: incluso los dioses necesitan madurar y ser conscientes de su poder.

En un lejano día, Azar tomó aquella extraña moneda, producto de sus sueños e imbuida con parte de su poder, y pensó en la mejor manera de usarla. Cuando se presentó el desafío del humano, se la acercó como un regalo. La moneda apareció en su bolsillo mientras él estaba pensando, preocupado por una difícil decisión. Mientras paseaba con las manos en los bolsillos, reflexionando sobre el problema, sintió el duro tacto de la moneda contra sus nudillos. Abrió la mano, la giró lentamente entre sus dedos y, sacándola del bolsillo, la arrojó con una idea en mente. La moneda voló, giró y brilló en el aire bajo el último rayo de un atardecer que teñía el cielo de rojo, para finalmente caer cara en la palma de su mano. La persona tomó su decisión, una decisión maravillosa que le brindó una vida feliz llena de amor y riquezas. Nunca olvidó ese momento y, en medio de la duda, la moneda había sido su solución. Volvió a creer en parte en la suerte. El deseo de Azar se había cumplido. Sin embargo, no le dio una importancia especial a la moneda en sí. La moneda pasó a manos de otra persona, y luego a otra, y otra más. Pasó por diferentes tiempos y personas: cada vez que caía cara, la suerte sonreía al propietario durante un tiempo indeterminado —un día, una hora, algo tan impreciso como el propio Azar—. Todo salía bien: evitaba problemas, tomaba las mejores decisiones y experimentaba encuentros maravillosos e inesperados. Pero cuando caía ceca, la suerte se volvía adversa, y se desencadenaban las peores calamidades, se producían accidentes y las cosas funcionaban mal en torno al eventual propietario.

La suerte también se volvía adversa cuando la moneda no se utilizaba para tomar una decisión, cuando se la ignoraba. Durante mucho tiempo, estuvo guardada en un cajón de un ropero en una casa que parecía estar embrujada. Las tuberías se rompían de forma inesperada, las personas sufrían dolorosas torceduras al tropezar con los escalones, la electricidad causaba cortocircuitos en cables corroídos por la invasión de ratas y quemaba los aparatos enchufados. Nada parecía tener sentido hasta que, durante una mudanza, la moneda se perdió y fue a parar a manos de un programador de una dependencia estatal. Ese día, debido a un error, borró toda la tabla de personas de la base de datos principal del país (créanme, eso puede suceder). Esto se debía a que la moneda se adaptaba a la forma, imagen y valor de una moneda en curso en cada lugar y época. Es parte de su misterio y de su magia. Puede estar en cualquier lugar, en cualquier bolsillo. Incluso podría estar en el tuyo.

Y nadie sabe qué suerte le deparará al girar la próxima vez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario