lunes, 19 de septiembre de 2016

Coleccionabas soles en el reflejo de tus ojos



El tiempo nos llevó en olas de días lejanos en el mar de la vida, y pese a varios naufragios de cada uno, llegamos  a la orilla navegando juntos.


El tiempo pasó desde el momento en que te conocí, te conocí de espaldas, la luz creando ondas en tu largo pelo que que llevaba a mi mirada a  navegar las curvas de tu cuerpo. 
No tardé mucho en hablarte, estabas sola, pero no era el momento para nosotros. Fue compartir momentos, fue conocerte, fue admirarte. Por más que no lo dijera en ese momento, me atrajiste desde el principio.
Vos con alguien, yo también, las aguas que navegábamos nos llevaron a islas en las que nos comunicábamos, pero cada uno en su juego. Y de pronto estabas sola de nuevo, y yo acompañado. Pero sabía lo que quería y me tiré al agua para alcanzarte, un período en que aún no cerraba la relación, hasta que supe que no era posible seguir con alguien queriéndote como te quería. Te elegí a vos.
Y te fuiste, a navegar otros mares y otros amores. 
Me quedé en la orilla, sin saber si buscarte, o solamente recordarte.
Fue una tormenta que ocultó el sol, un espacio de lluvia en mi corazón.
Pero toda lluvia amaina al fin, y yo también busqué  ser feliz, tomé la decisión, busqué la playa, construí una relación. Mi corazón todavía te miraba, y te seguía como un faro, y hasta me distraje en tu recuerdo. Tanto que construí mi vida con los cimientos en la arena y  con el tiempo mi castillo cayó. 
Cada vez más lejos, y a veces cada vez más cerca, volvías cada tanto, nos veíamos, sentía que te quería; pero siempre estabas a la distancia, siempre con alguien más. Pero no siempre estabas feliz.  Cada vez que te veía me encendías cómo un fuego, cada vez era sentirte cerca por más no estuvieras conmigo. Pero tus ojos ya no eran los mismos, a veces nubes de enojo —y tristeza—  apagaban tu mirada, aunque sonreías cuando estábamos juntos. Y esto es lo que nos define: Casi siempre sonreímos al estar juntos. En tanto tiempo, en tantos cambios, en tantas dificultades, siempre nos hicimos bien.
Casi siempre. Hubo  lágrimas cuando no estuviste. 
Y volvió a darse el caso: otra vez yo estaba con alguien, intentando rehacer mi vida, sin verdadero sentimiento. Vos estabas libre, o terminando algo, quien sabe. No lo tenías muy definido, y yo tampoco. Una indecisión nos alejó de nuevo, una luna menguante.
pro hasta la luna cambia, la marea del tiempo nos acercó una vez más, un llamado, otra vez charlar, otra vez comunicarnos, ahora de pronto era todos los días buscarnos. Y esta vez, solos los dos.
Una decisión. Reencontrarnos. Y navegamos nuevamente las mismas aguas, era época de vacaciones y las sentíamos así, el sol nos iluminaba,  la distancia no existía. Y —finalmente— todo pudo ser. Nuevamente coleccionabas soles en los reflejos de tus ojos. Brillaba tu sonrisa. Con dudas, aceptabas que esta vez podría ser.  Recorrí tu cuerpo con mi mirada otra vez, cumplí un sueño.
Hubo otra separación. Distinta.
Es parte de nosotros, parece.
Quedamos lejos, nos separan decisiones que tomamos antes. Pero hay una ilusión que no termina.
Porque cambió la marea, cambiamos, el futuro es posible después de las tormentas. Depende de los dos.


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