lunes, 14 de agosto de 2017

Kamakshi



Tomaba café sola, en la mesa de un bar. El detective la observaba: la despreocupada concentración con que abría los sobrecitos de azúcar, el lento movimiento circular de la cucharita en la taza, el sinuoso cruzarse de sus largas piernas en medias negras, la revista frente a ella que hacía minutos que miraba sin girar las páginas. El detective supo que había sido descubierto, se levantó y fue directamente hacia su mesa.

— Hola —lo recibió ella, levantando la vista apenas se aproximó— ¿juntaste valor?
— Me llamo Milton —dijo él—. Soy detective privado, estoy investigando un caso.
Se había apresurado al presentarse, esperando una reacción, pero ella sonreía sin miedo mirándolo a los ojos. Él trató de buscar alguna pista pero no encontraba nada en ella que pudiera destacar en forma alguna para lo que buscaba. Una falda negra, lisa, una blusa roja de lino con mangas muy cortas, el cabello trenzado en con un cordón encerado, una medalla con la imagen de un elefante, sin anillos.
— Interesante, ¿qué investiga? —contestó ella, con un tono coqueto viendo que él la recorría con la mirada.
— Pensé que investigaba una infidelidad, luego se transformó en una desaparición y  ahora creo que estoy investigando un asesinato.
— Si es un invento para captar mi atención, es el mejor que escucho en mucho tiempo, señor Milton.
— No es un juego. Estuve siguiendo a un hombre que se encontró con usted dos veces al menos en este bar porque la esposa me contrató para investigar una posible infidelidad. Vi que ayer se marchaban juntos pero el hombre no regresó a su casa.
— Si está acusándome o soy sospechosa  ¿por qué no va a la policía? para ser un investigador de revistas rosas, esto puede ser demasiado para usted — dijo ella con sarcasmo, sin levantar el tono de voz, mientras lo miraba a los ojos.
Milton no llegó a ofenderse: hacía mucho que había decidido que él no era un detective de acción, era 'un  fotógrafo con inclinación a meterse en vidas ajenas', como les decía a sus amigos. No le importaba la opinión de los demás, era redituable y no le interesaba arriesgarse con verdaderos criminales. Contestó tranquilo — Es posible que vaya. Pero por mi experiencia en general si un hombre engaña a la esposa, también engaña a la amante apenas tiene oportunidad, así que decidí seguirla para ver si usted sabía algo, él regresaba, o el verla me revelaba algo acerca de su paradero.
— ¿Y el verme le reveló algo? —preguntó ella mientras cruzaba nuevamente las piernas y se reclinaba en la silla en una pose más seductora, al tiempo que lograba tenerlo de frente.
Milton la miró a pesar suyo, la sonrisa pícara, los ojos chispeando entre burlona y sensual. Unos labios rojos entreabiertos muy atractivos, y las piernas que se movían sinuosamente en forma casi hipnótica. Lo estaba seduciendo adrede y él lo sabía. Ella tambien sabía que él lo sabía.
— No me reveló nada, de hecho, ni siquiera sé su nombre.
— Uma —contestó ella inmediatamente ofreciéndole la mano. Milton sintió el deseo de besarla apenas la extendió, en lugar de estrechársela. Se contuvo. Con esfuerzo
— Entonces... ¿en que lo puedo ayudar? No quiero que tenga una mala opinión de mí.
— Roberto Rodriguez. Lo encontró dos veces en este bar, durante esta semana, a esta misma hora. ¿Qué puede decirme?
— Mmmm...me parece que no puedo decirle mucho ¿cómo saber si tiene micrófonos? puede que no me interese contestar en estas circunstancias y si insiste en considerarme una sospechosa. De hecho: ¿sacó alguna foto en que se pueda pensar que yo aparezco?
Interesante, ahora ella era la que estaba sonsacándolo. Algo no estaba bien. Dijo:— No. No tengo micrófonos, y para ser sincero usted no aparece en ninguna de las fotos que tomé, no en forma clara, siempre parece haber un movimiento en el momento de sacar cada una. Raro, en todas usted sale borrosa, irreconocible. El primer día me acerqué bastante, sentado allí en la barra para averiguar el tipo de relación que ustedes tenían y no usé cámara. El dia siguiente me ubiqué algo mas lejos, esta vez armado de una buena cámara con zoom. Ahora me escucha relajada, quieta, pero cada vez que intenté tomarla junto a Rodriguez durante el segundo encuentro, usted se movía en el momento exacto y no lograba fotografiarla. Y se fueron muy rápido, tuve que seguirlos.
— ¿Sabe adonde vivo, entonces?
— En el edificio que está dos cuadras subiendo la callé, el que tiene un león de marmol en la puerta.
— Sabe de mí mucho más que yo de usted Miltón. Le propongo algo: no hable con la policía y muestreme una credencial, o una identificación, y le permito que me acompañe a mi departamento si quiere investigar. Pero no puedo sabér si no me está grabando, así que no le voy a decir nada.
Ella se inclinó hacia adelante y sus ojos eran una invitación a acompañarla. Se preguntó no por primera vez qué hacía esta mujer atractiva, sexy y en apariencia inalcanzable con Rodriguez, un oficinista cualquiera. Porque a él lo estaba seduciendo para evitarse un problema que aún no alcanzaba a determinar, pero ¿al otro? La curiosidad pudo más:— Le agradezco la confianza, le acompaño — dijo, mientras sacaba su identificación y una tarjeta de su agencia en la que era el dueño y único empleado. Ella la tomó — A ver ¡Qué letra más chica!: Investigaciones, seguimientos, infidelidad, recupero de registros telefónicos, recuperación de datos de pc, monitoreo celular, investigación de antecedentes, paraderos, adicciones, sectas, control parental, vigilancia de conducta, fraudes y estafas, pericias grafológicas, instalación de cámaras ocultas... Bien. Le permito que me acompañe, pero no hoy. Primero tengo que averiguar si esto es cierto, y estoy segura que si llamo ahora a este teléfono no me va a contestar nadie, ¿verdad?
Miltón sabía que era cierto, por supuesto. La agencia le permitía malvivir pero nunca ganar lo suficiente cómo para procurarse una secretaria. Pero ya estaba jugado y ella advertida, no podía dejar pasar el momento —Me temo entonces que voy a tener que recurrir a la policia — dijo suavemente, y minimizó adrede la frase:— voy a perder mi pago por resolver esto, pero si no le puedo acompañar ahora mismo lo voy a creer necesario.
Ella contestó de forma ansiosa, aunque no sonaba asustada:— No, no es necesario. Puedo avisar al portero que usted sube, sólo para sentirme segura. Vamos, terminemos con esto.
Dejando pago el café, del que quedaba medio pocillo ya frío, se levantó con un movimiento felino y con una mirada deslumbrante de costado lo conminó a seguirla. Le costaba interpretar sus palabras, esa ansiedad, esa falta de miedo, esa mirada. De pronto ella parecía más vulnerable, como si al haber podido imponerle sus condiciones se sintiera en alguna forma dominada. Verla salir delante de él del bar, el cuerpo cimbreante, el contoneo sensual con que lo rozó al pasar por la puerta que él sujetaba, el sol dejando translucir sus formas y su ropa al salir. No, dominada no era la palabra. Accesible quizás.  De pronto esa mujer imposible se tornaba mas cercana por tener él parte de su secreto. No sabía qué, pero tenía algo.
En las dos cuadras casi no hablaron. Él la observaba y ella observaba la calle y las parsonas con las que se cruzaban. Llegaron al edificio y ella se dirigió directo al ascensor, él no vió ningún encargado. El ascensor era pequeño, muy estrecho para dos personas y él era obeso. Estaban muy juntos, rozándose. Sentía el calor de su cuerpo a través de la delgada tela, ella no intentaba alejarse. Lo miró profundamente con sus ojos negros, mientras una sonrisa mínima se adivinaba en su expresión. El trayecto al séptimo piso fue demasiado corto, el ascensor se detuvo de pronto y ella en el movimiento  de frenado se recostó casualmente en él. El detective sintió su cuerpo hervir de deseo. Ella salió del ascensor y abrió la puerta de su departamento. Cerró detrás de él, con una vuelta de llave.
— Bueno Milton —la forma en que decía su nombre era insinuante— ¿qué es lo que buscás realmente? no esperarás que tenga un cadaver en el armario, ¿no?
Él se contuvo, era demasiado obvia la seducción, pero al mismo tiempo casi inevitable. Se sentó en una silla, poniéndo la mesa entre ella y él  — Ahora tengo unas preguntas.
— Te escucho
— Necesito saber todo lo que pasó con Rodriguez.
— Y yo necesito saber como puedo confiar en usted. Necesito conocerlo mejor
— Le propongo algo...
— ...escucho propuestas —interrumpió ella—, pero antes permitime que me ponga cómoda. ¿Te sirvo algo? ¿una bebida?
Ella se sacó los zapatos de taco, moviendo una silla y sentándose casi frente a él, rodilla con rodilla reduciendo a nada la distancia artificial que él había creado. Pero otro lado, la mesa estaba separada de cualquier cajón y la ropa de ella no permitía esconder  ningún arma. No era tan tonto como para confiarse.
— No gracias, no quiero nada más que respuestas. Le voy a hacer unas preguntas, y usted puede contestar las que considere pertinentes.
— ¿De verdad no deseas nada? — la mirada pícara era a la vez una invitación, una broma y un desafío. Estaba muy excitado pese a tratar de mantenerse formal, ella lo tuteaba desde que habían entrado al departamento y se le insinuaba de forma obvia. Le sonrió
— Por ahora unas preguntas, y unas respuestas.
— ¿Por ahora? y sí contesto ¿luego qué? —El tono de su voz era profundo y grave, lleno de promesas y deseo. Recorrió con un dedo su pecho, lentamente. Luego ella acercó su brazo apoyándolo sobre su hombro, mientras se recostaba voluptuosamente contra él. Milton sintió la caricia de sus piernas, el deseo invadiéndolo, los ojos de ella capturando su mirada. Él quedo fascinado por sus ojos oscuros, y se movió buscando sus labios con deseo, para encontrar una respuesta apasionada. Sintió el brazo de ella rodeándolo, estrechándolo contra su cuerpo, acariciando su nuca; él la abrazo firmemente y la mano de ella recorrió su mejilla acercándolo a su boca: dulce, sensual, incitante, irresistible. Sintió como le rozaba el cabello suelto de Uma.
Tardó en notar que le faltaba el aire, en sentir el cordón encerado en torno a su cuello, no alcanzó a gritar. Ella apretó usando el respaldo de la silla como un torniquete, asfixiándolo hasta la muerte.
Abrió el placard: necesitaría una bolsa más grande, este era más gordo que Rodriguez.


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