jueves, 24 de agosto de 2017

Leyenda del Sol y la Luna




Hoy escribo la adaptación de una leyenda supuestamente griega del sol y la luna que anda girando por la web. Me extrañó sobremanera al leerla porque los griegos tenían sus propios dioses Apolo (o Febo) como el dios del Sol, así como Artemisa (o Selene) era la diosa de la luna, por lo que esta leyenda no parece pertenecer a la mitología clásica griega. Vamos entonces a corregirla un poco y  a adaptarla a una mitología más general, sin referencia de nombres a dioses griegos (Afrodita, Zeus), aunque se encuentren presentes. 


Según cuentan las historias, cuando el mundo era joven y oscuro y el hombre recién había comenzado a recorrerlo, existían los dioses. Escondidos en su alta montaña del Olimpo manejaban los destinos de la humanidad a su antojo, y a veces se mezclaban en asuntos de la naturaleza y de los hombres.
Era una época de nacimiento, de creación y los primeros hombres nacidos apenas formaban pueblos, aprendían a comunicarse, comenzaban a descubrir la caza, la pesca y el fuego, siendo este traído por los propios dioses para iluminar la inmensidad del Caos. Aún no existían el día o la noche. 
En una bella isla a hora temprana salía Sol a pescar con su barca en un mar azul transparente y oscuro. Los peces se acercaban atraídos por la tea que ataba a la proa de su barca, y eran presa fácil para sus redes. Iba y volvía repetidas veces al continente para llevar la carga de su pesca, y luego regresaba con los mejores pescados a la isla que era su hogar. Allí,al terminar el día lo esperaba Luna, con un fuego en la playa para guiarlo, con una sonrisa brillante como el propio fuego. La mirada en sus ojos era sonrisa al despedirlo, y el fuego de su amor era calor cuando volvía.
Se habían conocido en el pueblo en donde ella vivía, él llegó explorando con su bote, la conoció y nunca más pudo mirar otra mujer. A ella la había cautivado su fuerza, su forma de ser, su afán de descubrimiento, la nobleza de su amor. Eran uno para el otro y vivían enamorados y enamorándose a cada momento: Una mirada seductora, una flor blanca, un abrazo, una caricia, la dulzura de recordar momentos juntos a medida que vivían momentos nuevos.

Era tan intenso el fuego de su felicidad que la noticia llegó a la propia diosa del amor y de la belleza. Diosa y mujer tuvo celos, y decidió demostrar que el amor entre ellos no era perfecto y para eso se presentó ante Sol cuando este estaba solo en su barca, brillando en toda su hermosura. Llegó brotando del mar, vestida con las más tenues telas, seduciéndolo con la promesa del mayor de los goces, generando un deseo que ni dios ni hombre alguno podría resistir.
Pero no fue el caso de Sol, que mirándola a los ojos pese al resplandor, dijo:
— Mi señora, eres vos la más bella de las diosas y ninguna mujer puede estar jamás a tu altura, pero mi corazón es sólo para mi Luna que para mí es más hermosa que la luz y más dulce que la miel; ella es mi fuego y mi dicha.

Oscuro y terrible fue el enojo de la diosa ante este desaire. Este hombre la rechazaba con un amor que demostraba superar incluso al de los propios dioses. 

Sin dudar ordenó que fueran separados, y viendo que era necesario iluminar la tierra, indicó que Sol podría navegar alrededor del mundo portando la luz y creando el dia, mientras Luna sólo podría salir para ser faro en la oscuridad de la noche.
Así separados la diosa pensaba que pronto iban a olvidarse uno del otro y demostrar que no era tanto su amor.
Pero no ocurrió de esta forma y Sol brillaba  cada día sobre el mundo, sumido en la tristeza, cada giro más enamorado de Luna; y Luna portaba una tea por las noches y caminaba todo lo veloz que podía en dirección a Sol, sin alcanzarlo y sin olvidarlo nunca. Sus lágrimas eran puntos de luz en el firmamento. 
El dios de dioses conmovido por tanto cariño entre dos seres, y aunque no podía deshacer el deseo de la diosa, acortó la distancia que los separaba y así, cada día al atardecer o al amanecer, ambos pueden verse por unos momentos en el cielo. Fue tan grande el amor, tan profundas las miradas que se dirigen cada fugaz encuentro que los demás dioses intercedieron, y la propia diosa permitió que a veces, cada cierto tiempo, un eclipse los una en el cielo. Entonces Sol abraza a Luna  y el brillo de ambos es luz y oscuridad, es dia y noche. Es todo. Es amor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario