miércoles, 26 de diciembre de 2018

Detective





Se escuchaba el ascensor subir luego del timbre, un posible cliente.
Miró la oficina: un archivero viejo de metal verde despintado enmarcaba la habitación por un lado, el escritorio de madera noble pero ya muy desgastado dominaba la escena. Su sillón de oficina giratorio tenía un almohadón de cuero nuevo sobre el tapizado gastado y roto por el uso, lo disimulaba bastante.
No había limpiado la ventana desde hacía semanas y la vieja persiana americana estaba tan levantada como era posible, algo torcida por la diferencia de ángulo de las roldanas, los rayos de sol dibujaban motas de polvo flotando que eran arrojadas sin piedad por un antiguo ventilador de pie. 
No estaba conforme con su lugar de trabajo, siempre decía que era necesario mejorarlo y nunca lo hacía,  ordenar los papeles que se agrupaban en desparejas pilas en el escritorio y sobre el archivero, cuan cordilleras de casos no resueltos. Limpiar los vidrios, barrer la moqueta, sacar la basura que mostraba en el cesto los restos del último pedido de sushi. poner una planta: siempre le habían gustado las orquídeas.
El golpe en la puerta, la invitación a entrar mientras se paraba en sus zapatos de tacón alto para conducir a la cliente a la única silla limpia. Tiene su mismo rouge, rojo intenso.
Se presenta, escueta, tradicional, mientras enciende el cigarrillo con boquilla de plata:
— Angela Pinkerton, detective privada. ¿En que puedo servirle?

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