viernes, 13 de septiembre de 2019

Juegos de palabras, juegos de emociones



La amistad no necesita frecuencia. El amor sí. Pero la amistad, y sobre todo la amistad de hermanos, no. Puede prescindir de la frecuencia o de la frecuentación. En cambio el amor, no. El amor está lleno de ansiedades, de dudas. Un día de ausencia puede ser terrible.
Jorge Luis Borges


Coincido con la cita de Borges, en parte. Pero me parece que aún él, que entendía el castellano como pocos, no termina de explicar la diferencia. Y sin dudas no soy quien para mejorarlo, por lo tanto no me queda más que hacer un poco de historia, para encontrar un concepto más completo.

Aunque cada vez se estudian menos las llamadas 'lenguas muertas' como el latín y el griego en favor del más práctico inglés, estas lenguas fueron fuertes influencias en el nacimiento del idioma castellano  y a veces permiten explicar o expresar mejor algunas ideas para las que a veces... nos faltan las palabras.
Y qué mejor que intentar explicar las emociones para encontrarnos sin palabras, siendo que no se expresan con la mente.

Como introducción tardía, del griego antiguo derivan palabras como teatro o  comedia, apuntadas a la emociones; junto con palabras mas 'duras' orientadas a temas mas tangibles, aunque lo parezcan menos como biología, química o aritmética.

El griego antiguo como toda construcción del lenguaje,  se adaptó a sus costumbres, su religiosidad —hoy sería mitología—, y a su propio uso. Con tantos años, con tanto tiempo, logró generar conceptos con una especificidad que hoy se nos escapa.
Y por eso resulta aún mas sorprendente en el idioma Castellano que siendo tan romántico, haya perdido una forma de diferenciación griega tan particular y específica para las diferentes forma de amor. 
Hoy usamos la palabra Amor de forma indistinta, pero para los griegos en la antigüedad el amor se dividía en tres formas de sentir diferenciadas en su propia expresión, siendo estos Philos, Eros, y Agápe

Entendían por Philos el amor entre amigos, un amor de familia, de parentesco o de amigos que se hacen tan íntimos como parientes. Es un amor no sexual, un amor de prestar atención al otro, aceptar su personalidad, y admirar su intelecto. Es un amor de sociedad, que lleva a compartir todo naturalmente. Es el primer amor que se conoce.

El amor de pareja era Eros, un amor dulce y violento, un amor que explota y explora al otro. Un amor con cielo e infierno en el que hay un fuerte deseo físico, sexual, sensual. Un amor que seduce y atrapa, incandescente como la llama de una vela... e igual de finito. Un amor que arde violentamente y se apaga si no se renueva. Un amor con tanta luz que ciega. Es un amor que no dura si no se renueva. 

Pero la verdadera realización en el amor se llamaba Agápe, un amor que nutre. Es el amor desinteresado y altruista que no busca placer para sí mismo sino en el deleite de dar, de hacer feliz al otro. Agápe es atento con el otro, compasivo y amable. Es el amor que cuida, el que busca el bien del ser amado. Agápe es el amor más fuerte ya que no busca nada a cambio, se entrega completamente y sin miedos. Es un amor que de felicidad sin egoísmo, sin envidia, sin enojos, un amor que perdona. No necesita la presencia física para existir, es el amor en su estado puro.
Y sí, a veces lleva a idealizar. Tanto que para que este amor exista ni siquiera necesita ser correspondido, el sólo poder sentirlo da felicidad.

¡Qué maravilla sí dos personas se correspondieran en combinar las tres clases de amor!
Ese amor, sería eterno.




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