martes, 22 de octubre de 2019

El gato guardián de chapa del Corso Monforte



En el número 43 de Corso Monforte, a escasos metros del edificio de la Prefectura en la ciudad de Milán, hay un curioso gato de chapa que se esconde asomado desde la ventilación de un sótano o tal vez un depósito, a ras de suelo.
Cuenta la leyenda que en ese edificio de comienzos del 1900 había nacido y vivía un gato de poca edad, negro y muy pequeño que se asomaba curioso a la hoy tan transitada vereda del Corso Monforte. Al momento de esta historia si bien muy concurrida por peatones, todavía era recorrida por pocos vehículos.
El gatito, juguetón como la cría de cualquier animal o persona, acechaba desde el hueco y cuando podía estiraba la patita intentando cazar los zapatos o faldas que pasaban frente a él, y luego retrocedía rápido a la seguridad de su fortaleza. Quienes intentaban descubrirlo y se agachaban frente al agujero de la ventilación sólo encontraban oscuridad, hasta que dos ojos como faros verdes se encendían y estudiaban a los invasores, y una pequeña zarpa de diminutas uñas buscaba atrapar a los osados.
Pero un día casi al crepúsculo el ‘gattino’ alargó su hocico sobresaltado por el hueco. Un olor extraño y nauseabundo lo había puesto en alerta y se asomó de inmediato. Sus felinos ojos verdes recorrieron la calle mientras permanecía semiescondido, y a pocos pasos descubrió la fuente de su desasosiego. Es sabido que los gatos comparten parte de su alma entre los reinos de los mortales y los infernales; y por eso no le fue difícil reconocer al propio Diablo vestido con una negra levita caminando hacia una niña que, acompañando a su madre, había retrasado sus pasos detrás de ella por quedar mirando una piedra brillante al borde mismo de la estrecha vereda. Un auto aceleraba por la calle, y al gato no le quedaron dudas de las intenciones del demonio: Iba a empujar a la niña fuera de la vereda, como si fuera un accidente. 
Saltó de su refugio y cuando el Diablo estaba por alcanzar a la bambina, saltó sobre su pierna izquierda clavándole con fuerza las uñas. El Diablo gritó y se distrajo, el grito atrajo la atención de la madre que corrió adonde estaba la niña  y el gato emprendió una veloz retirada a la seguridad de su cueva pero no logró llegar: El demonio, al ver frustrados sus planes clavó su mirada mortal en él, justo cuando el felino daba vuelta la cabeza para espiar el resultado de su acción. La curiosidad mató al gato al quedar preso de los ojos malignos.
Pero habiendo sido un recurso del Bien en lugar de caer muerto al instante se convirtió metal, forjado como un arma; y desde entonces está siempre vigilante, atento y de guardia para proteger a cuantos pasan por esa vereda, frente al 43 del Corso Monforte.








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