martes, 18 de febrero de 2020

La leyenda de la hechicera perdida




Se despertó sin recordar nada. Una mirada alrededor le dejó ver que estaba en una construcción vieja de paredes dañadas, escaleras rotas y ventanas con tablas y sin vidrios. El polvo en el suelo formaba un dibujo de su cuerpo, no recordaba cuanto hacía que estaba allí dormida o desmayada pero sin dudas debía ser mucho tiempo. Afuera silencio, apenas algunos gritos de animales a lo lejos. La memoria le regresaba a fragmentos: Caos. Estaba en el reino del Caos. Había estado antes en los reinos de Muerte y de Vida, ahora... ¿Cómo había llegado aquí?
Se levantó despacio. A su alrededor solo unos muebles viejos y desvencijados, polvo y algunos libros en una escritura que no reconoció de inmediato. Estaba vestida con un vestido entre rojo y púrpura, con una caperuza y un cinturón de metal. Mangas largas y abiertas y un colgante en el cuello: Yin, dijo su aún adormecido cerebro. Ese creía que era también su nombre, Yin. 
El vestido era similar al de las huestes de las Vengadoras de la luz, aunque no era blanco. Un momento ¿cómo sabía eso? ¿Y que eran las Vengadoras de la luz? Tuvo un estremecimiento, no supo sí de miedo o de dolor al recordar eso. Un recuerdo.
Dio vuelta el colgante, un amuleto con una forma curva y elegante, se veía incompleto. Recordaba apenas que lo había sujetado fuerte para salir, para escapar... ¿de dónde?, había llamas, había alas blancas y negras. Había dolor, y gritos con palabras hirientes, sonidos disonantes y su amuleto. Era un amuleto, ahora estaba segura. Y tenía su nombre. Y venía del reino de Dolor, pero ¿de donde venía ella? ¿quién era? ¿por qué no lo recordaba?
Se asomó a la ventana, espió entre las rendijas de la ¿cabaña? ¿eso era? Veía montañas,  la construcción estaba en la ladera de una de las mas altas cumbres de una cadena de montañas, semioculta por un bloque de piedra.  Granito. Las palabras se formaban en su mente como chispas. Montañas Yin, dijo una voz dentro de ella. Raro. Hoy todo parecía tener su nombre y ella no se acordaba de quien era. Decidió salir al exterior pero la escalera estaba rota y derruida, la cabaña o templo tenía signos de haber sido importante  pero hoy era una ruina. Se acercó al borde y con un movimiento reflejo se apoyó en el vano de la abertura y saltó al piso de abajo con una pirueta perfecta. Su cuerpo respondía sin siquiera ella tener que pensar lo que hacía, era maravilloso. Se quedó de pie perfectamente erguida en medio de la sala tal como había caído sin una arruga en su ropa, mirando más muebles rotos y desechos de bancos, acaso un altar. Al frente, una puerta. Se acercó a abrirla y encontrándola fuertemente trabada intentó forzarla: Tarea inútil. 
Al parecer era ágil y tenía memoria cinética pero no super fuerza, ¡qué lástima!  Sonriendo ante el pensamiento de tener poderes especiales miró la puerta y mientras una luz se hacía en su mente la señaló mientras decía: — Flauge. La bola de llamas brotó de sus dedos acompañando el gesto y chocó contra la puerta partiéndola en pedazos ardientes. Caramba.

Se asomó al exterior y salió de la cabaña sonriendo.

continuará

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