martes, 15 de septiembre de 2015

Thief of souls


Dolientes palabras 
destino sin fin 
un cuerpo sin alma 
no tiene mas futuro que morir
Emma Shaplin - Cuerpo sin alma


Era otra víctima.
Lo vio en sus ojos, en sus movimientos, su sonrisa osada. Lo vio de lejos y respondió con una sonrisa propia, mínima, mientra él aún no la había visto. Estaba muerto, pero aún no lo sabía.

Ella hoy se veía de 16 años, pero al mirar en sus ojos se descubría una eternidad de pecado.

Se acomodó en la barra. Su cuerpo de curvas generosas sugería placer. Desde el otro lado del salón —en medio del opacado estruendo de las conversaciones, murmullos y música— se escuchaba la voz  de él, bien timbrada, jactanciosa. 
Movió su cabello y a la distancia él sintió su perfume. Una respuesta sensorial primordial, básica, primitiva. Él levantó la vista cuan lobo que siente el olor de la presa, buscando algo sin saber qué era. La música se aquietó en un susurro, las luces se atenuaron excepto sobre ella, que giró la cabeza y lo miró. Los demás lo confundían con magia. Ella sabía que era encanto.
El la miró, única en el lugar, destacando en la barra como un faro, la salvación de una noche perdida. Ella lo atrajo como un fuego fatuo entre rompientes, un engaño hacia la perdición.
Él se acercó despacio, recorriéndole con la mirada. Ella volvió a esbozar su sonrisa, esta vez pícara, cómplice de su mirada, y no dejó de mirarlo a los ojos mientras como un grabador él desgranaba todas las frases de rigor y de conquista. Y no le hablaba, solamente lo miraba y lo atraía más hacia el pozo de su silencio, hacia la la sensualidad de sus movimientos, mínimos, estudiados. Solamente dijo  una palabra:— Si.
Él quiso sorprenderla con un beso, ella estaba más allá de toda sorpresa. En el momento que toco sus labios y sintió sus brazos en torno a él, quedó preso de su cuerpo y de su voluptuosidad. En el auto él creyó robar una caricia descarada. En el hotel ella le robó el alma desgarrada. Como tantas otras almas antes, quedó presa en el amuleto azul zafiro que colgaba de su cuello, ese que parecía una joya de cristal Swarovski, ese que hacía juego con sus ojos, esos ojos que eran simas sin fondo, esos ojos que tenían el hechizo. Ella sería joven siempre que lo deseara, imposiblemente bella en su perfección. Porque era perfecta para cada uno que la miraba.  Él no volvería a pensar en otra jamás, no volvería a sentir nada por ninguna otra nunca, atrapado para siempre en un ruego eterno para volver a estar con quien, luego de esa noche, nunca más volvería a ver.


Entes sueltos por Buenos Aires 1: Lujuria

No hay comentarios:

Publicar un comentario