lunes, 27 de marzo de 2017

Apagón



Roberto se quedó hasta tarde en la oficina. Había ido al médico temprano a la mañana, y se quedó un rato mas para compensar las horas por haber ingresado algo mas tarde. Era inusual, él siempre se iba temprano, en la multinacional adonde trabajaba lo tenían por un empleado modelo, siempre puntual, con un rendimiento apenas superior al standard, siempre ordenado, casi nunca pedía días por nada incluso esta vez había realizado la consulta médica antes de su horario para no faltar. Pero se había demorado por las malas noticias: Le habían diagnosticado presión muy alta, stress —en su casa las cosas no marchaban del todo bien con su esposa, tenía sospechas que le era infiel—, una leve insuficiencia cardíaca. Le habían dado una orden para hacerse mas estudios, consultar con otro cardiólogo especializado en su caso, y sobre todo alejarse de las situaciones que pudieran producirle nervios. En el trabajo estaba tranquilo era un poco su refugio, dominaba el día a día y nunca tenía problema con los plazos. Si se quedó un poco mas esta vez fue por solamente para que los compañeros no comentaran alguna frase fuera de lugar del tipo —llega tarde y se va temprano. Siete de la tarde, le quedaba una hora mas, el cielo oscurecido prematuramente presagiaba tormenta. Ya se habían marchado todos en la oficina, caminó por el pasillo a buscar un café en la máquina e ir al baño. Salió del baño, aún secándose las manos y a su alrededor las luces se apagaron. Al fondo del ahora oscuro pasillo brillaba su oficina, un resplandor de luz en una caja de oscuridad. No era un corte de luz —se dijo. 
Caminó por el pasillo, despacio. La máquina de café hasta hace un momento encendida era un monolito negro en medio de su camino. El mismo recorrido que hacía varias veces al día en los últimos 18 años ahora, al hacerlo casi a oscuras se tornaba extraño, irreal. La ausencia de sonido, sus pasos eran silenciados por la alfombra como si caminara en un lugar diferente. Al pensar esto, pisó con fuerza, sintió el golpe, se dió cuenta que había estado conteniendo la respiración y el sonido de su suspiro se escuchó claramente. De inmediato, el sonido de la tormenta se escuchó azotando contra las paredes. Un relámpago inundó de luz el pasillo desde una ventana del sector de Ventas, y al terminar la oscuridad se hizo más completa, pero no importaba. Debía ser solamente un fallo en las luces, ahora al entrar llamaría a Seguridad desde el teléfono de su escritorio. Caminó a su oficina, ahora relajado. Las luces de la oficina se apagaron cuando estaba a dos pasos de la puerta de vidrios. Miró hacia atrás, un túnel de oscuridad como la garganta de una bestia fantástica, miedos infantiles pasaron por su cabeza, el corazón comenzó a latirle rápido al ver que en su computadora aún la pantalla respondía a su mirada como un guiño, encendida en la total oscuridad, el ojo de la bestia, fosforescente, brillando. El ojo pestañeó, y se apagó. Empujó la puerta con fuerza y un alarido lo ensordeció, un sonido sibilante, estridente, interminable. Maligno. Con un grito, con la mano aún en el picaporte, Roberto cayó al piso.
Seguridad lo encontró a los pocos minutos, pero no fue posible hacer nada, el ataque cardíaco había sido fulminante. La alarma contra movimiento los llevó de inmediato al piso, pero era tarde. El médico se extrañó por la expresión de terror en su mirada: No había nada que pudiera haber producido algún miedo.
Nunca supieron que lo había matado el nuevo sistema de ahorro de energía inteligente, que  "logra aprender el patrón de comportamiento de los empleados, y sirve a la empresa para mantener apagadas las luces de un departamento o sector específico cuando no hay nadie trabajando en él, lo cual repercute en grandes ahorros energéticos para la compañía. También activa las alarmas".

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