viernes, 17 de marzo de 2017

Disquisiciones en la máquina de café





Como saben quienes bien conocen a los Grandes Sabios Creadores, la máquina de café es una parte fundamental de sus vidas. Tanto es así que considerando que sin ella no puede haber ninguna gestión efectiva, cuando crearon los organismos públicos no solamente incorporaron la necesidad de tenerlas en cada edificio, sino que las agregaron en cada piso.
Pasaba un día por la tarde uno de los  sabios haciendo controles en la creación, la mirada atenta pero la mente perdida, cuando en el séptimo piso piso de un importante edificio gubernamental notó su desconcentración y hizo una pausa para tomarse un café. Se acercó a la ya obligatoria máquina, y antes de pulsar el botón para la bebida, notó el  ajado y vetusto cartelito que la decoraba indicando que no funcionaba, en puntiagudas letras escritas con birome en la parte en blanco de un expediente doblado. Cómo decía uno de sus compañeros de trabajo: "no rasnala". Todos entendían que quería decir con eso.
Ya con la necesidad del café creada en su mente, bajó al sexto piso. Se paró frente a la máquina y los que pasaban por el pasillo — pasillo de alfombra del piso raída y manchada,  y la omnipresente planta de hojas largas reseca frente a la ventana cubierta de polvo correspondientes a los edificios oficiales—, lo miraban con cara preocupada mientras su café terminaba de ser preparado por la máquina. Con cierta duda lo probó, un sorbo: Solamente podría llamársele 'duro', casi se masticaba por lo espeso, grumoso, era un café para morder más que para tomar. Había pedido uno largo y la máquina preparó una suerte de ristretto para lo cual no había sido diseñada, de sabor espantoso si se alcanzaba a tomarlo. No le sorprendió el rotulo de Departamento de Sistemas en la pared, solamente programadores podrían llegar a soportarlo.
Después de tirar el contenido en la pileta del baño y taparla con la viscosidad del líquido, y ya decidido a tomar un café, bajó al quinto. Se acercó a la máquina con determinación, pulso 'Café largo' nuevamente y esperó con la mirada intensa y concentrada en el vaso. Cayó el azúcar, unos minutos de extraños ruidos después, oyó el agua. Pero el vaso no se llenaba. Se agachó a mirar escuchando claramente el sonido del agua cayendo, pero en ninguna parte visible. El café solamente tenía azúcar en el vaso. 
Dispuesto a desentrañar el problema, le preguntó a uno de los abogados del piso si sabía lo que ocurría con la máquina, la única respuesta que obtuvo fue que se debatía si el conducto estaba tapado por una rata —de la cual varios aseguraban haber visto la cola colgar—, o por cucarachas, ya que cuando aún salía el líquido se habían hallado patitas quitinosas en los últimos cafés. El Sabio apostó por las cucarachas, dada la evidencia y a que creía recordar que a las ratas no les interesaba el café.
Corrió más bajó por las escaleras al cuarto piso. Pulsó un café. Agua. Agua caliente. En el tacho de basura al costado de la máquina un cartel, también claramente antiguo, decía: " Si la máquina no le dio la bebida solicitada, o no le gusta lo que le preparó, por favor arroje el vaso en la pileta y no en el tacho de residuos". Felicitando a la gente del piso por ser tan organizados, bajó al tercero.
El tercero era el piso adonde funcionaba el kiosko, que vendía café debido a lo cual lógicamente no había máquina. 
Bajó al segundo.
Se acercó a la máquina con inseguridad, pulsó el botón para el café largo con zozobra y miró circunspecto y expectante el resultado mientras se servía en el vaso. Este se llenó con el sonido cantarín y burbujeante de una cascada, mientras el aroma a café inundaba finalmente sus fosas nasales. 
Color perfecto. Tomó un sorbo con la sonrisa en los labios, que se desdibujó enseguida al percibir lo amargo que era. No entendió por qué no salido azúcar, al parecer había quedado toda en el quinto. Tampoco pudo determinar el PH, el nivel de acidez de cada vaso hubiera eliminado todo vestigio de vida en cualquier lago mediano.

Tachando el edificio en su lista con un rojo 'Desaprobado', mas allá del trabajo que se realizara en él, su único pensamiento fue:— ¿Se estaría pagando, todos esos meses, a la empresa que entregaba en comodato las máquinas de café? Seguramente la concesión era una fortuna.


__________________
Nota informativa al pie: Cualquier similitud con la realidad, NO es pura coincidencia. Sobre todo en pisos 7, 6, 5 y 4, 3..., mis disculpas por la falta de imaginación. Bueno, no hay segundo piso en este edificio, una a mi favor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario