viernes, 19 de octubre de 2018

Fede





05/10
Otro día de mierda en el colegio, mis compañeros son tan infantiles y estúpidos.

Llego a casa y me recibe el perpetuo grito de mamá, una sucesión de reproches que no me interesa escuchar, nada de lo que dice me importa o tiene el menor sentido, vive en el pasado, no entiende nada.

Me encierro en mi habitación y me persigue con sus quejas que quedan del otro lado de la puerta, me pongo los auriculares y la hago desaparecer. En el teléfono tengo tres mensajes sin leer de Fede en face, es el único real. Les cuento un poco. Fede tiene un año más que yo, 16. Nos hablamos desde hace casi un mes en que nos conocimos en un grupo de música de face, a los dos nos gusta la misma banda. Vive igual que yo la frustración de la estupidez anacrónica de los adultos y de los compañeros de su escuela que está cerca de la mía. Se ve que es igual en todas. Con él puedo hablar de todo, de música —¡por supuesto!—, también vemos las mismas series y tenemos los mismos seguidos en instagram, compartimos chistes y chats. Hasta a veces pasa qué como vive cerca conoce los mismos negocios en el centro. Pero aún no nos cruzamos.

Mañana, mañana.

Ahora tarea, la cena insípida con los comentarios nulos de mis padres, el noticiero que no hace más que dar malas noticias que no le interesan a nadie, el programa de baile para pajeros.
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Me voy a dormir.

Mañana.


11/10

Hoy lo voy a conocer, ¡finalmente! Nos vamos a encontrar en la plaza a dos cuadras de mi escuela, media hora después de la salida de clase. No quiero que nadie en el colegio sepa de él. Es un lugar tranquilo, no pasa nadie.
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El diario queda guardado en el cajón de la mesa de luz. Lo encuentra la policía treinta y seis horas más tarde de la desaparición. 




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