miércoles, 1 de febrero de 2017

La delicada misión de cuidar dragones y esperanzas



¿Quién fue el descerebrado que nos mandó a los duendes a cuidar dragones? Las hadas guardan los recuerdos de la niñez en dientes, eso puedo entenderlo; el hombre de la bolsa  asusta y  corrige a los niños; el Sandman les permite a los humanos tener lindos sueños. ¿Por qué nosotros, justamente nosotros, tenemos que llevar las esperanzas al cielo en dragones? ¡Con el enorme trabajo que es cuidarlos además! Que les duele el ala, que se les despeinaron las escamas, que se les desafilaron las garras, que tienen fuego en la barriga. ¡Siempre un problema estos bichos!
¿No podrían haber enviado a los gigantes a cuidarlos, que tienen un tamaño más adecuado? No, tuvimos que ser nosotros, los duendes. Lo único que tenemos en común con los dragones es que nos gusta el oro y creemos en que la Fantasía tiene que seguir en el mundo, por eso cuidamos las esperanzas y la idea de la magia que tienen los niños en todo el planeta.
Cada tanto, hasta les permitimos ver un dragón, un ratito, o uno de nosotros aparece en una habitación y les desordena un poco los juguetes para que piensen que se mueven por la noche. Bueno, si supieran la verdad también serviría, pero no es algo que nos convenga, saldrían a buscar duendes y no hay nada mas inquisitivo ni tenaz que un niño con un objetivo. Sería peligroso, lo de desordenar juguetes nos parece una idea mucho mejor.
Los dragones son los dueños de la fantasía y las esperanzas de magia para los niños. Y es que son seres mágicos, nadie esperaría que unos bicharracos tan enormes pudieran volar y menos que menos con la elegancia en que lo hacen, pero con magia todo es posible. Y es importante que la magia siga en las creencias porque esas expectativas a encontrar  'algo mas' es la que los lleva a la curiosidad, a perseguir cosas sin explicación aparente y explicarlas. El desarrollo de los inventos del mundo nace en creer en la magia. Y pocos seres pueden lograr tanta identificación en un niño como los dragones, fuertes, poderosos, valientes; lo que todo niño — o todo humano— quiere ser. Como los dragones son muy sabios, buscan mantener esa creencia. 
Y para eso cuentan con los Dones del Dragón, su magia particular. No afectan solamente a los niños, también a cualquiera que tiene ilusiones y esperanzas y que pueda creer en ellas.
Así como la magia de las hadas es la del aire, y la de nosotros los duendes es la magia de la tierra, la magia de los dragones es por supuesto la magia del fuego.
Y sus dones, que reparten en las situaciones adecuadas, son lo que ellos mismos tienen: Fuerza, valentía,  determinación, voluntad, seguridad.
Llevan a los tímidos a enfrentar sus temores, a los perezosos a actuar, a los inseguros a superar sus miedos. Cuando volamos en las noches con ellos, a la mañana algunos humanos se despiertan con un fuego en los ojos que los hace lograr sus más grandes sueños, alcanzar los límites de lo que imaginan y hacerlo realidad.
Y nosotros los acompañamos y los cuidamos, a veces de dia, a veces de noche, ocultos en nubes o sombras, descendiendo escondidos en un rayo de sol. 
No entendemos a quien se le ocurrió la loca idea de que tengamos que cuidar a los dragones, y es una tarea difícil. Pero nos encanta hacerlo.
Los dejo, salimos volando en la brisa del atardecer, es la hora de los anhelos y esperanzas cuando los humanos con los ojos ligeramente entornados miran sin ver la realidad y sueñan despiertos. 




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