sábado, 11 de junio de 2016

Relatos de una biblioteca incompleta



El pueblo estaba devastado. De los cadáveres solamente se veían los huesos blanqueados por el sol desperdigados por las calles. Las cancelas rotas apenas sostenían tablas de maderas quemadas, en algunos lugares se veía hasta la propia piedra semiderretida.
La arena en las calles se había cristalizado como solamente se puede conseguir en una fragua, o tal como había ocurrido, por el fuego de un dragón. El de varios dragones. Las atalayas estaban quebradas, los pozos secos. Un edificio se mantenía en pie, en el medio del pueblo abandonado. Los pocos que habían logrado huir habían llevado apenas lo que en el desesperado momento pudieron encontrar, nadie había ido hasta el edificio luego que los dragones se habían instalado en el poblado. Pero se habían ido, o muerto; hacía días y meses que nadie escuchaba en los alrededores su rugido, por eso se aventuró a ver lo que encontraba. Y así fue que llegó a la biblioteca abandonada, a la que los dragones habían usado como nido,  el techo apenas hundido y con boquetes, los libros asomando desde debajo de los estantes derribados, algunos mojados, otros arrancados y rotos como por el paso de un huracán o del movimientos del aires debajo de grandes alas.
Tomó un libro de la pila desecha que tenía más cerca, las tapas húmedas se cayeron apenas lo recogió. Pasó algunas hojas con cuidado…


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