lunes, 8 de febrero de 2016

El círculo de las horas



Este cuento es de mi vieja página de internet, hace mucho no lo veía. Me lo acaban de enviar, encontrado entre papeles. Mèrde, esto me hace ver que antes escribía mejor, o muy distinto al menos. Pero la esencia de mí sigue vigente, parece. Y algunas cosas, parece que nunca cambian. Excepto el fondo el reloj que ahora en vez de azul marino es color medianoche.


Caminé en silencio, vagando por las calles iluminadas de teatros y cines, entre enamorados y mendigos. Caminé sin tiempo ni apuro en horas infinitas.

Regresé. Dos vueltas de llave me adentraron en la casa dormida, obscura. Me desvestí en silencio, sin ver, sin oír. Me acosté con el pensamiento de su ausencia futura y presente, y no pude contener las lágrimas. Aunque nunca estuvo conmigo, ahora se iría para siempre. Cerré los ojos buscando el sueño que olvida y evita pensar. El sueño al fin llegó.
Me desperté en la obscuridad, la vista fija en mi reloj pulsera al que no había mirado ni una vez la noche anterior, mientras caminaba las largas horas hundido en mis pensamientos.
El reloj (que era de aguja), ahora corría mostrando en su fondo un calendario que avanzaba los días, los meses, los años, el tiempo. Un calendario que se mostraba a través de su esfera brillante, pulida, medio vacía de agua (aunque no pude recordar haberla visto antes llena), giraba sin pausa mostrando fecha y letras que entendí significaban los días de la semana en un idioma desconocido.
Busqué en la parte posterior del reloj la pérdida de agua, faltaba su tapa así como algunas piezas, segura causa de su caótico y personal funcionamiento.
Se detuvo un momento en un día, en una fecha, en una ausencia, marcando en rojo un sábado de pérdida y tristeza futura.
Resaltó el momento con un brillo de luz que partió de la propia esfera, y siguió adelante, avanzando siempre en el tiempo, sin detenerse, hasta llegar a esa fecha que no puedo olvidar y no quiero recordar, esa fecha que recibí con un sentimiento de fatalidad en mis ojos cerrados. Las agujas (¿eran agujas?, ya no lo recuerdo) comenzaron a retroceder, restando meses, semanas, horas, minutos, vida.

Desperté. La húmeda almohada me recordó mis lágrimas pasadas. Miré mi reloj que sólo marcaba la hora con sus agujas de plata, brillando sobre su fondo azul marino. Lo di vuelta recordando el sueño: la parte posterior tenía su correspondiente tapa, un círculo de metal, infinito.
Recuerdo la última fecha atroz y no sé cómo olvidar su significado.

Sábado 10/08/2002, 11:05 a.m.


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