domingo, 15 de marzo de 2015

Hello, sunshine!



Era feliz. Al menos, él creía ser feliz. Pero la felicidad tiene momento y tiempos, depende de uno y también en parte de otros. Tenía justo lo que quería, había luchado por amor, y había ganado. El futuro se veía brillante, estudiando, trabajando, las metas eran pequeñas al principio, le faltaba grandeza quizás, un problema que arrastró por años. 
Y entonces la conoció. Era su amiga, pero de pronto no la vio como amiga, era su compañera pero él quiso mucho mas. El objetivo más alto que se había propuesto. 
Y se enamoró. 
Perdió un gran amor persiguiendo un nuevo amor, pero así como antes había ganado, perdió. 
Cayó en un pozo de mediocridad. El futuro mostraba caminos difíciles a metas insignificantes, siguió luchando sin entusiasmo y volvió a perder. De pronto había perdido todo, porque este nuevo amor se fue sin realizarse. Se perdió en el tiempo, en la distancia, en la vida.
Pero la vida sigue, y apareció un faro, una luz, una fuego, una llama, que lo devolvió al camino. Otra vez peleando por algo mejor a él mismo,  volvió a ganar. Y luego, a perder. Y en otro momento nuevamente a ganar y perder –y aquí perdió más que antes, su mayor derrota y tristeza–. 
Luego pasaron momentos y personas en las que iba a perder  por no intentar ganar, y a ganar por no poder perder.
Y entonces un día, ya habiendo perdido sus más altos objetivos y lejos de la llama del amor que lo había devorado, volvió a encontrarla. Y todo fue como antes, las miradas, las sonrisas suaves, las pocas palabras que decían mucho. Un abrazo. Despertó su ilusión y su fuerza, de las cenizas volvió a armarse y eligió crecer otra vez. Y entre sueños rotos encontró un nuevo sueño.
Más difícil que nunca, más imposible.
Ella nunca lo supo. Porque en tanto tiempo, él  descubrió que el amor es amor, aunque no se lo diga.

(“que el amor es amor, aunque no se lo diga” frase perfecta robada a Que son esas palabras, Baglietto – Garré)

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