martes, 24 de marzo de 2015

Un jugador de toda la cancha




Salió a ganar el partido.
Con sus limitaciones de siempre, porque no es el mejor, pero entiende el juego de equipo. Y este juego es el más importante de su vida.
En cada partido, en  cada trabajo, en cada relación, en cada momento de la vida, el jugador trata de ser el jugador del partido. El ídolo, la estrella.  Y con el tiempo, después de errores y fracasos, se da cuenta que  no logró ser el mejor.  Pero sí puede ser cada día mejor.  Y aunque durante el partido no sea de los que se llevan los flashes, no sea la figura, no sea el bravo conductor, es el que corre. Corre y mete. Corre y asiste a un compañero. Corre y tapa un hueco. Es el que corre y pelea cada pelota cuando los demás bajaron los brazos, por desilusión o por cansancio, el se levanta después de un cruce fuerte,  con las marcas de los tapones rivales en la rodilla se pone de pie y sigue adelante.  Y también en el trabajo, es el que hace las cosas que pocos ven, el que llega con una sonrisa todas las mañanas, el que se preocupa cuando alguien tiene un problema. El que se esfuerza por mejorar todos los días, aunque los trabajos no cambien. Y en la pareja es el que da una oportunidad mas, el que sonríe en medio de las lágrimas, el que aprieta los dientes y en plena discusión dice Te Quiero.
Jugadores así no son los que salen en las revistas. No son los que hacen que un equipo gane un partido por ellos solos. Pero ningún equipo gana un campeonato sin jugadores así. Equipo de fútbol, equipo de oficina, grupo de amigos o pareja de dos. Es el que se esfuerza más del límite. Y porque su objetivo final más que el éxito y la fama, es el amor y la felicidad,  al final… contra todo pronóstico, triunfa.


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